Pemex y CFE, ¿palanca o lastre?


Claudia Sheinbaum heredó dos ataduras presupuestales del Gobierno de López Obrador que marcarán el derrotero de su Gobierno y su partido.

La primera son los programas sociales que, si bien es cierto que presionan fuertemente al presupuesto y dejan al Gobierno con muy poco margen de maniobra, también son la base de lo que llaman la Cuarta Transformación. Es ahí, en las transferencias netas de dinero, donde está la posibilidad de marcar diferencia, de afianzar la popularidad y de fincar un futuro halagüeño para el grupo en el poder.

La segunda es mucho más compleja, pues se trata de un principio ideológico: el control energético por parte del Estado a través de Pemex y la CFE. La llamada soberanía energética, tener el control de los mercados de energía eléctrica e hidrocarburos, es fundamental para la seguridad del Estado. El debate comienza cuando hay que decidir cómo y hasta dónde debe intervenir el Gobierno en los mercados de hidrocarburos y electricidad o, dicho de otra forma, cuáles de los procesos de las cadenas energéticas son realmente estratégicos, entendiendo por estratégico aquello que aporta futuro.

Es ahí donde la puerca y las ideologías tuercen el rabo. ¿Qué es lo estratégico en hidrocarburos? ¿La exploración, la explotación, la transformación (refinación e industria petroquímica), la distribución o la venta, que no es otra cosa que el precio final al consumidor? En los países más liberales los Estados tienden a controlar solo la reserva estratégica, asegurar el mercado de futuro y no se meten al resto de las actividades. A los Estados más de corte populista les importa fundamentalmente el precio de venta al público, pues para ellos el único futuro que importa es el presente. Con una empresa quebrada como es Pemex y un Gobierno sin dinero como el de Sheinbaum, el Estado mexicano va a tener que abrir el sector o, para ponerlo en las cándidas palabras de Carlos Slim, va a tener que dejarse ayudar por los empresarios (que ya salivan) o, de otra manera, Pemex se va a hundir con todo y el Gobierno que intente rescatar al ahogado.

En el caso de energía eléctrica la situación es más urgente y menos compleja. Lo estratégico, lo que el Gobierno no puede soltar porque ahí está la condición de futuro, es el control de la transmisión. Con las nuevas reglas de generación, pareciera que el Gobierno se ató las manos, pero, como dijo un alto funcionario del Gobierno de Sheinbaum, nada hay más fácil que manipular esas cifras. El Gobierno va a incentivar la inversión privada en generación con la misma o mayor enjundia que antes de López Obrador. El gran problema por resolver es la inversión en transmisión, pues de ahí depende en gran medida la seguridad energética.

En una economía estancada, con la inversión pública y privada en retroceso, desarrollar el sector energético es condición y palanca para el crecimiento. De cómo resuelva el Gobierno de Sheinbaum el conflicto entre los duros ideológicos y los pragmáticos, dependerá en gran medida el derrotero del crecimiento económico del país en los próximos años y, por tanto, del sexenio de Sheinbaum.

Cortesía de El Informador



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