Pensar diferente, vivir distinto, narrar otro país

Nuestra mente determina nuestra vida y no es una frase de autoayuda barata. Es una realidad comprobable. Lo que pensamos, lo que creemos, lo que repetimos en silencio o en voz alta, moldea nuestras decisiones, nuestros vínculos, nuestras aspiraciones. Pero hay algo aún más profundo, no solo es lo que pensamos, sino las historias que nos contamos.

FERIA DE SAN FRANCISCO

Sí, los seres humanos somos narradores por naturaleza. Necesitamos relatos para entender el mundo, para darle sentido a nuestras vidas y al caos. Pero también usamos esas narrativas para definirnos, para limitarnos o liberarnos. Nos contamos quiénes somos y, en ese relato, sin darnos cuenta, construimos nuestro futuro.

Ahí está la trampa y la oportunidad. ¿Qué pasaría si desde niños aprendiéramos a mirar nuestras historias internas? ¿Y si en lugar de repetir mitos heredados, que muchos de ellos cargados de dolor, victimismo o resignación, nos enseñaran a construir narrativas de poder, de libertad, de transformación?

Por eso me obsesiona la idea de las clases de historia en las escuelas. Espacios donde no solo se enseñe historia como lista de fechas, sino donde se discuta el para qué de esos relatos. ¿Qué historia de México nos estamos contando y a quién le sirve esa historia?

Durante generaciones nos han enseñado una narrativa en la que somos los vencidos, los traicionados, los saqueados. Desde la primaria nos instalan el relato de la Conquista como una herida abierta, donde el papel asignado es claro, el de la víctima. Y con eso crecemos y con eso nos relacionamos con el presente. Como si ser mexicano fuera sinónimo de resignarse, de culpar al otro, de vivir con la carga de un destino impuesto.

¿Qué tal si, en lugar de seguir llamando traidora a La Malinche, la viéramos como lo que realmente fue, una mujer inteligente, políglota, que supo leer su contexto y tomar decisiones en medio del colapso de un mundo? Justamente eso propone Malinche, el espectáculo musical creado por Nacho Cano, que tuve la oportunidad de ver recientemente. Se trata de una obra para toda la familia, pero con una profundidad que atraviesa generaciones. Una mujer que, lejos de la traición, actuó con valentía y logró tender un puente entre culturas con luces y sombras.

La obra no sólo reinterpreta el pasado, lo desafía. Nos obliga a preguntarnos ¿cuántas veces seguimos repitiendo esa misma historia desde el miedo, desde el juicio, desde la herida no sanada? ¿Cuántas veces seguimos encadenados a una narrativa que reduce nuestra historia a una eterna derrota?

Y si cambiamos la narrativa, cambia también la forma en que enfrentamos nuestros problemas hoy. No más el “es que el gobierno”, “es que el sistema”, “es que la historia”. Más bien, ¿qué historia elijo contarme?, ¿qué puedo hacer y hacia dónde voy?

Educar la mente es enseñar a narrar distinto. Porque quien cambia su narrativa, cambia su manera de estar en el mundo. A México no solo le urge una nueva clase política, le urge una nueva narrativa. Y esa transformación comienza en las aulas, en esas clases de historia que deben dejar de ser catálogos de derrotas para convertirse en espacios donde comprendamos el pasado y aprendamos a resignificarlo. La verdadera revolución educativa empieza en la mente de cada niña, cada niño, cada maestro y cada padre que se atreve a contar y vivir una historia distinta.

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de El Economista



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