Polarización ideológica y reformismo

Ha disminuido la oposición ideológica entre capitalismo y socialismo. La desaparición de la Unión Soviética y la transformación de Europa del Este a la democracia liberal derrumbó una utopía. Aquí en México Gorbachov dijo en esos años: “Nunca hubo socialismo en mi país”. El comunismo atrapó a muchos con su ilusión lírica.

Ahora en Rusia gobierna una dictadura y la peor característica del capitalismo. El poder sin límites de Putin vulnera su propia autoridad.

En China el 60% del PIB nacional es generado por el sector privado. Hay una fuerte clase empresarial y una creciente clase media.

En Estados Unidos el capitalismo logra su máxima expresión y una abrumadora desigualdad social. Las diez empresas más valiosas del mundo son norteamericanas y representan el 20% del PIB nacional. El gran escritor Jorge Luis Borges dejó escrita esta reflexión: “Estados Unidos es un país fracturado por el individualismo, el poder desbordado de las elites, la desigualdad y el populismo”.

Trump llega enarbolando una política de resentimiento, misma que movilizó al electorado. Y se lanzó contra la inmigración que ha existido en EU desde su fundación como país. Su bandera está enraizada en valores étnicos y religiosos que castiga a infieles extranjeros y nativos extremistas.

En Estados Unidos se afirma ahora un nacionalismo proteccionista que permite, a través de una retórica polarizada, mantenerse en el poder.

La historia del hombre muestra una serie interminable de pruebas y errores, de ascensos y caídas, sin una meta final. Y ello conduce a los excesos ideológicos. Los revolucionarios todavía esperan una alternativa utópica, mientras que los reaccionarios esperan una ruptura total.

Ante el conflicto racial existente en EU, cada vez más polarizado, la solución es crear identidades nacionales más amplias e integradoras que tengan en cuenta la diversidad.

El reformismo ha demostrado históricamente que es la mejor respuesta a los problemas del desarrollo. El mejor ejemplo es la paz de la Unión Europea, que no ha tenido guerras después de la Segunda Guerra Mundial y se protege a través de la OTAN, una alianza defensiva de los países miembros. También los países nórdicos se han caracterizado por el gradualismo reformista en su economía y sociedad. Ahí está el ejemplo de que la fortaleza del Estado democrático depende de la cohesión social y de la calidad del bienestar.

Cortesía de El Economista



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