- Autor, Laura Bicker
- Título del autor, Corresponsal en China, BBC News
Si China tiene alguna molestia con Estados Unidos por imponer un arancel adicional del 10% a todos los productos chinos, está haciendo un buen trabajo para ocultarlo.
Tanto Canadá como México prometieron tomar represalias y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, dijo que su país “no dará marcha atrás” al anunciar un impuesto del 25% sobre más de US$100.000 millones de productos estadounidenses.
Este lunes, el presidente estadounidense, Donald Trump, acordó suspender temporalmente los aranceles sobre los bienes importados de ambos países tras alcanzar acuerdos separados con ellos.
Sin embargo, está previsto que los aranceles sobre China sí entren en vigor este martes.
Y, hasta el momento, Pekín ha contenido sus ataques.
En 2018, cuando Donald Trump lanzó la primera de muchas rondas de aranceles dirigidos a las importaciones chinas, Pekín declaró que “no tenía miedo de una guerra comercial”.
Esta vez, llamó a Estados Unidos al diálogo y a “encontrar un punto intermedio con China”.
Esto no quiere decir que el anuncio no va a doler. Lo hará, especialmente porque el impuesto del 10% se suma a una serie de aranceles que Trump impuso en su primer mandato por valor de decenas de miles de millones de dólares.
Y la respuesta silenciosa del gobierno chino se debe en parte a que no quiere preocupar a su población, cuando ya muchos están preocupados por la lentitud de la economía.
Pero su economía no es tan dependiente de Estados Unidos como lo fue en aquel momento. Pekín ha reforzado sus acuerdos comerciales con África, Sudamérica y el sudeste asiático y ahora es el mayor socio comercial de más de 120 países.
El 10% adicional puede no ofrecer la influencia que Trump espera, dice Chong Ja Ian del centro de estudios Carnegie China.
“China piensa que probablemente pueda aguantar el 10%; por lo tanto, creo que Pekín se lo está tomando con calma. Porque si no es un lío grande, no hay razón para iniciar una pelea con la administración Trump, a menos que haya un beneficio real para Pekín”.
El “ganar-ganar” de Xi mientras EE.UU. retrocede
El presidente Xi Jinping también puede tener otra razón: puede estar viendo una oportunidad en lo que está ocurriendo.
Trump está sembrando división en su propio patio trasero, amenazando con imponer aranceles incluso a la Unión Europea (UE), y todo en sus primeras semanas en la Casa Blanca.
Sus acciones pueden hacer que otros aliados de Estados Unidos se pregunten qué les espera.
En contraste, China querrá mostrarse como un socio comercial global tranquilo, estable y tal vez más atractivo.
“La política de Trump de ‘America First‘ traerá desafíos y amenazas a casi todos los países del mundo”, dice Yun Sun, director del programa de China en el Centro Stimson, un instituto especializado en seguridad internacional con sede en Washington.
“Desde la perspectiva de la competencia estratégica entre Estados Unidos y China, un deterioro del liderazgo y la credibilidad de Estados Unidos beneficiará a China. Es poco probable que resulte positivo para China a nivel bilateral, pero Pekín seguramente tratará de aprovechar las ventajas que le ofrece la situación”, agregó.
Como líder de la segunda economía más grande del mundo, Xi no ha ocultado su ambición de que China lidere un orden mundial alternativo.
Desde el final de la pandemia de covid-19, ha viajado mucho y ha apoyado a importantes instituciones internacionales como el Banco Mundial y tratados como los acuerdos climáticos de París.
Los medios estatales chinos han retratado esto como una aceptación de países de todo el mundo y una profundización de los lazos diplomáticos.
Antes de eso, cuando Trump detuvo la financiación estadounidense a la OMS en 2020, China prometió fondos adicionales. Hay grandes expectativas de que Pekín pueda intervenir para llenar el vacío de Estados Unidos nuevamente, luego de la salida de Washington de la OMS.
Lo mismo se aplica a la congelación de la ayuda que está causando tanto caos en países y organizaciones que han dependido durante mucho tiempo de la financiación estadounidense: China puede querer llenar el vacío, a pesar de una recesión económica.
En su primer día de vuelta en la Casa Blanca, Trump congeló toda la asistencia exterior proporcionada por Estados Unidos, que es, con mucho, el mayor donante de ayuda del mundo. Cientos de programas de ayuda exterior entregados por USAID se paralizaron. Algunos ya han vuelto a empezar, pero los contratistas de ayuda describen el caos actual mientras el futuro de la agencia pende de un hilo.
John Delury, un historiador de la China moderna y profesor de la Universidad Yonsei en Seúl, dice que la doctrina de “Estados Unidos primero” de Trump podría debilitar aún más la posición de Washington como líder global.
“La combinación de aranceles a los principales socios comerciales y la congelación de la ayuda exterior envía un mensaje al Sur Global y a la OCDE por igual de que Estados Unidos no está interesado en la asociación y la colaboración internacional”, le dice a la BBC.
“El mensaje constante del presidente Xi de una globalización ‘ganar-ganar’ adquiere un significado completamente nuevo a medida que Estados Unidos se retira del mundo”, agrega.
En su apuesta por la gobernanza global, Pekín ha estado buscando una oportunidad para cambiar radicalmente el orden mundial liderado por Estados Unidos que ha existido durante los últimos 80 años, y la incertidumbre de Trump 2.0 bien puede ser esa oportunidad.
Nuevas alianzas
“No estoy tan seguro de si esto realmente le otorga a Pekín una ventaja clave”, dice Chong.
“Muchos aliados y socios de Estados Unidos, especialmente en el Pacífico, tienen motivos para trabajar con Pekín, pero también tienen motivos para ser cautelosos. Por eso hemos visto a Japón, Corea del Sur, Filipinas y Australia acercarse, en parte debido a las aprensiones que albergan hacia China”, apunta.
Hay un “impulso creciente” para una posible relación trilateral entre Australia, Japón y Corea del Sur, motivada por “el impacto de una segunda administración Trump”, según el Instituto Australiano de Asuntos Internacionales.
Los tres están preocupados por la asertividad de China en el Mar de China Meridional, junto con Filipinas. También están preocupados por una posible guerra por la isla autónoma de Taiwán: Pekín la ve como una provincia separatista que, en algún momento, será parte del país, y no ha descartado el uso de la fuerza para someterla.
Taiwán ha sido durante mucho tiempo uno de los temas más polémicos en las relaciones entre Estados Unidos y China, y Pekín condena cualquier percepción de apoyo de Washington a Taipei.
Pero puede ser difícil para Washington responder a las señales de agresión china cuando Trump amenaza repetidamente con anexar Canadá o comprar Groenlandia.
La mayoría de los países de la región han utilizado una alianza militar con Washington para equilibrar su relación económica con China.
Pero ahora, recelosos de Pekín y de la usura de Estados Unidos, podrían crear nuevas alianzas asiáticas, sin ninguna de las mayores potencias del mundo.
Tranquilidad antes de la tormenta
Trump anunció los aranceles el fin de semana, mientras las familias chinas celebraban el Año Nuevo e invitaban al dios de la fortuna a sus hogares.
En estos momentos, las calles vacías de Pekín están ondeando faroles rojos brillantes, ya que la mayoría de los trabajadores se han ido a sus ciudades de origen durante la festividad más importante del año.
El Ministerio de Comercio anunció planes para emprender acciones legales y utilizar la Organización Mundial del Comercio para ventilar sus quejas.
Pero esto representa una pequeña amenaza para Washington. El sistema de solución de diferencias de la OMC ha estado efectivamente cerrado desde 2019, cuando Donald Trump -en su primer mandato entonces- bloqueó el nombramiento de jueces para manejar las apelaciones.
A medida que las vacaciones se acercan a su fin y los funcionarios del partido regresan a Pekín y a trabajar, tienen decisiones que tomar.
Los funcionarios se han sentido alentados en las últimas semanas por las señales de que la administración Trump podría querer mantener estable la relación, especialmente después de que los dos líderes tuvieran lo que Trump llamó “una gran llamada telefónica” el mes pasado.
Por ahora, China mantiene la calma, tal vez con la esperanza de llegar a un acuerdo con Washington para evitar más aranceles y evitar que la relación entre las dos mayores economías del mundo se salga de control.
Pero algunos creen que esto no puede durar, ya que tanto los republicanos como los demócratas han llegado a ver a China como la mayor amenaza económica y de política exterior del país.
“La imprevisibilidad de Trump, su impulsividad y su imprudencia conducirán inevitablemente a importantes conmociones en la relación bilateral”, dice Wu Xinbo, profesor y director del Centro de Estudios Estadounidenses de la Universidad de Fudan.
“Además, su equipo incluye a bastantes halcones, incluso halcones extremos en lo que respecta a China. Es inevitable que la relación bilateral enfrente graves perturbaciones en los próximos cuatro años”.
Sin duda, China está preocupada por su relación con Estados Unidos y el daño que una guerra comercial podría causar a su desacelerada economía.
Pero también buscará formas de utilizar el péndulo político actual para inclinar a la comunidad internacional a su favor y dentro de su esfera de influencia.
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Cortesía de BBC Noticias
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