¿Por qué el tiempo vuela cuando te diviertes? La ciencia explica cómo el cerebro mide cada minuto

El sentido del tiempo del organismo no siempre va acorde con el preciso segundero de los relojes convencionales. ¿Por qué no puede nuestra cabeza contar los minutos que gastamos a un ritmo estable? El cuerpo posee su propio reloj biológico para marcar las horas. Y tiene mucho que ver con la forma en que el cerebro interpreta lo que está pasando, sobre todo, si te resulta agradable.

La forma en que percibimos el paso de los minutos depende de nuestras expectativas. El cerebro puede imaginar la probabilidad de que algo va a ocurrir, comenta Michael Shadlen, neurocientífico en el Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia (EE. UU.).

Aunque, para ello, tiene en cuenta diversos horizontes. Por ejemplo, en un libro, los horizontes están al final de cada sílaba, al final de cada palabra, al final de cada frase, etc. El tiempo avanza en función de cómo anticipamos esos horizontes, nos cuenta Shadlen.

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La dopamina, el neurotransmisor del placer, también influye en cómo percibimos los minutos. Ilustración artística: Sora / ERR.

Un reloj en la cabeza: el sentido interno del tiempo

Cuando estás realmente concentrado en algo, el cerebro anticipa desde una perspectiva amplia y ve tanto el horizonte más cercano como el más lejano. Por eso nos parece que los minutos pasan volando.

Sin embargo, cuando estás aburrido, anticipas los horizontes más cercanos —como el final de una frase, en vez del final de la historia—. Estos horizontes no se perciben como una unidad interconectada, y eso nos da la sensación de que el tiempo se enlentece.

Aunque no hay un solo punto del cerebro que sea responsable de esta percepción. Según Shadler, cualquier área que dé lugar a un pensamiento consciente puede estar involucrada en la tarea.

¿Dónde está el cronómetro cerebral? Múltiples áreas involucradas

Por supuesto, también tiene que ver con la velocidad en la que las neuronas se activan y forman un circuito cuando estás realizando una tarea. Cuanto más rápida sea la formación de esas redes neuronales, más deprisa percibimos el paso del tiempo, como diversos estudios han demostrado ya con roedores.

Otro mecanismo tiene que ver con la química cerebral. Parece ser que un grupo de neuronas encargadas de producir dopamina —importante neurotransmisor involucrado en el sistema de recompensa— también tiene mucho que decir.

Cuando te estás divirtiendo, estas células están más activas, liberan mucha dopamina y el cerebro juzga que ha pasado poco tiempo. Cuando no te lo estás pasando bien, sin embargo, apenas sueltan dopamina y todo parece ralentizarse.

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En situaciones aburridas, los horizontes mentales se acortan: por eso el tiempo parece ir más lento. Ilustración artística: DALL-E / ERR.

El tiempo se estira: el reloj interno bajo presión

En situaciones de peligro extremo, muchas personas reportan una experiencia común: el tiempo parece desacelerarse. Quienes han sufrido accidentes de coche, caídas desde gran altura o han estado involucrados en emergencias, describen esos momentos como si todo ocurriera en cámara lenta.

Esta distorsión del tiempo subjetivo es más que una impresión: responde a mecanismos cerebrales activados durante episodios de estrés agudo, en los que intervienen tanto la adrenalina como el procesamiento visual acelerado.

Uno de los primeros estudios que intentó explorar este fenómeno fue realizado por el neurocientífico David Eagleman. En un experimento llevado a cabo con voluntarios, Eagleman demostró que, aunque las personas sentían que el tiempo había transcurrido más despacio, no eran realmente capaces de procesar más información de lo habitual. Lo que ocurre, explicó, es que durante estos eventos el cerebro forma recuerdos más densos y detallados, y al ser rememorado, da la ilusión de que el momento fue más largo.

La adrenalina desempeña un papel esencial en este proceso. Al liberarse en situaciones extremas, activa el sistema nervioso simpático y potencia ciertas funciones cognitivas, como la atención y la percepción visual. Se ha observado que el campo visual se amplía, se reducen los movimientos oculares y se incrementa la capacidad de concentrarse en estímulos específicos.

Es una estrategia evolutiva del cerebro para aumentar las probabilidades de supervivencia. Sin embargo, aunque en el momento parezca que el tiempo se dilata, los relojes —y la actividad neuronal de fondo— siguen su curso normal. La diferencia está en cómo lo vivimos, no en cómo realmente pasa.

¿Por qué el tiempo vuela a medida que envejecemos?

A medida que vamos acumulando años y experiencias, nuestro día transcurre envuelto en rutinas familiares: la rutina del café, las mismas calles al volver a casa, los mismos saludos y despedidas.

El cerebro, al detectar poca novedad, graba menos “fotogramas” de nuestro día a día, como si nuestra vida se convirtiera en una película que pasa a cámara rápida. Según explica la neurociencia del recuerdo, cada nuevo estímulo genera más memorias —o pantallas— en nuestra biografía, haciendo que el tiempo se perciba más dilatado.

Este fenómeno también está relacionado con nuestra velocidad de procesamiento neuronal. A medida que envejecemos, nuestras redes cerebrales deben procesar información por vías más largas y complejas, ralentizando la tasa de fotogramas interna. Como si estuviésemos viendo nuestra vida en modo playback rápido: menos imágenes registradas por minuto equivalen a una percepción más ligera del tiempo.

La buena noticia es que podemos hackear esa aceleración temporal. Incorporar novedades —viajes, rutas diferentes, nuevos aprendizajes— activa esas redes encías y provoca que nuestro cerebro genere más recuerdos. Y es entonces cuando los días vuelven a sentirse más densos y llenos de vida. Esta idea está respaldada por psicólogos que sugieren que las experiencias nuevas son la clave para desacelerar la percepción del paso del tiempo.

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No hay un único “reloj cerebral”; distintas regiones trabajan juntas para construir nuestra experiencia del tiempo. Ilustración artística: Sora / ERR.

Entre el ahora y la distracción: cómo el mindfulness y la tecnología moldean nuestro sentido del tiempo

La forma en que percibimos el paso del tiempo no depende solo del reloj, sino también de la calidad de nuestra atención. Prácticas como el mindfulness y la meditación enseñan a centrar la mente en el momento presente, ralentizando la experiencia subjetiva del tiempo. Varios estudios han mostrado que, durante la meditación, los participantes tienden a subestimar la duración de los intervalos temporales, lo que sugiere una ampliación de la conciencia del “ahora”.

Un trabajo publicado en Consciousness and Cognition halló que quienes meditan regularmente muestran una menor sobreestimación del tiempo pasado, y una percepción más estable y menos fragmentada del presente.

Esto ocurre porque la atención plena regula regiones cerebrales implicadas en la percepción del tiempo, como la ínsula y el córtex prefrontal. Al reducir la actividad mental dispersa y aumentar la conciencia corporal, el tiempo se vive como más denso, más lleno, aunque no necesariamente más largo.

En cierto modo, meditar es como desempolvar el presente de las distracciones que lo ensucian. Esto contrasta profundamente con lo que ocurre cuando pasamos horas saltando entre notificaciones, pantallas y tareas múltiples.

El uso excesivo del móvil fragmenta la atención y altera profundamente la memoria episódica, es decir, la capacidad de recordar eventos en orden temporal. Investigaciones han revelado que el multitasking digital puede reducir la codificación profunda de recuerdos, haciendo que el tiempo se perciba como más rápido y menos significativo.

Al dividir constantemente nuestra atención, los dispositivos erosionan la continuidad de la experiencia: el tiempo deja de sentirse como una línea fluida y se convierte en una sucesión de interrupciones. En ese sentido, mientras el mindfulness expande el presente, la tecnología lo disuelve.

Referencias

  • Stetson C, Fiesta MP, Eagleman DM. (2007). Does Time Really Slow Down during a Frightening Event? PLoS ONE. (2007). doi: 10.1371/journal.pone.0001295
  • Eagleman, Human time perception and its illusions. Current Opinion in Neurobiology. (2008) . doi: 10.1016/j.conb.2008.06.002
  • Droit-Volet S, Fanget M, Dambrun M. Mindfulness meditation and relaxation training increases time sensitivity. Conscious Cogn. (2015) doi:10.1016/j.concog.2014.10.007
  • Schacter DL. Media, Technology, and the Sins of Memory. Mem Mind Media. (2022). doi:10.1017/mem.2021.3

Cortesía de Muy Interesante



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