Fuente de la imagen, Hulton Archive/Getty Images
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- Autor, Waleed Badran
- Título del autor, Servicio Mundial de la BBC
- Autor, Maria Zaccaro
- Título del autor, Servicio Mundial de la BBC
La cumbre del viernes en Alaska entre Estados Unidos y Rusia para debatir el fin de la guerra en Ucrania es posiblemente uno de los acontecimientos diplomáticos más significativos de los últimos años.
Y la ubicación de la reunión tiene una relevancia histórica.
Los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin se reunirán en territorio estadounidense en Anchorage, la ciudad más grande de Alaska.
Si la reunión hubiera tenido lugar en el mismo lugar hace unos 150 años, habría sido en territorio ruso.
Esto se debe a que Alaska, que ahora es el estado más grande de EE.UU. -aproximadamente una quinta parte de la superficie total del país-, perteneció a Rusia en el pasado.
Una ubicación “bastante lógica”
Ubicada en el extremo noroeste de América del Norte, Alaska está separada de Rusia por el estrecho de Bering, que mide poco más de 80 kilómetros en su punto más angosto.
Cuando Trump anunció que la cumbre se celebraría en Alaska, el asistente presidencial ruso Yuri Ushakov dijo que parecía “bastante lógico” que la delegación rusa “simplemente sobrevolara el estrecho de Bering y que una cumbre tan importante y esperada de los líderes de ambos países se celebre en Alaska”.
Sin embargo, los vínculos históricos entre Rusia y Alaska se remontan a principios del siglo XVIII, cuando supuestamente los indígenas de Siberia hablaron por primera vez de una vasta tierra ubicada al este.

Una expedición liderada por el navegante danés Vitus Bering descubrió que las nuevas tierras no estaban conectadas con el continente ruso. Pero debido a la densa niebla, la expedición fracasó.
En 1741, otra expedición, también liderada por Bering, sí tuvo éxito y se enviaron hombres a esas tierras.
Posteriormente se realizaron varias expediciones comerciales, y cuando llevaron pieles de nutria marina a Rusia se abrió la puerta a un lucrativo comercio de pieles entre Europa, Asia y la costa del Pacífico de Norteamérica.
Sin embargo, en el siglo XIX, los comerciantes de pieles británicos y estadounidenses se convirtieron en feroces competidores de los rusos.
Si bien la amarga rivalidad se resolvió en 1824, cuando Rusia firmó tratados separados con EE.UU. y Gran Bretaña, la casi extinción de las nutrias marinas y las consecuencias políticas de la Guerra de Crimea (1853-1856) hicieron que Rusia estuviera dispuesta a vender Alaska a EE.UU.
Una “locura”
William Seward, el entonces secretario de Estado de EE.UU., lideró las negociaciones para la compra de tierras y logró un tratado con el zar ruso Alexander II.
Tras una gran oposición, el Congreso de EE.UU. aprobó la oferta formal de Seward de US$7,2 millones, y el 18 de octubre de 1867 se izó la bandera estadounidense en Sitka, la entonces capital de Alaska.
Inicialmente, la compra de Alaska fue calificada como la “locura de Seward” por los críticos, convencidos de que el territorio era una inmensidad desolada que no tenía mayor utilidad económica.
Ajustados a la inflación, los US$7,2 millones pagados por EE.UU. equivaldrían a poco más de US$150 millones actuales, un precio notablemente bajo para el que hoy es el estado más grande de EE.UU.
La compra de Alaska añadió más de 1,5 millones de kilómetros cuadrados al país, o cerca de 151 millones de hectáreas de tierra.
Pero por supuesto, Alaska es mucho más que simple tierra. Es también un enorme depósito de recursos naturales. No habían pasado dos décadas de la compra de Alaska por Washington cuando estalló una fiebre del oro.
Y a mediados del siglo XX, las petroleras encontraron enormes yacimientos en el norte del estado, que desde entonces han venido siendo explotados de manera intensiva. Es tal la riqueza petrolera de Alaska que el gobierno regala todos los años a los habitantes del estado, por el solo hecho de vivir allí, una bonificación que puede llegar a miles de dólares.
La iniciativa de Seward resultó gratificante y, en 1959, Alaska se convirtió oficialmente en el 49.º estado de EE.UU.
Alaska es hoy una poderosa economía con casi 750.000 habitantes y un PIB de US$70.000 millones anuales. Dicho de otra manera, cada año produce más de 400 veces lo que Rusia obtuvo en total al vender el territorio en el siglo XIX.

Fuente de la imagen, Hasan Akbas/Anadolu via Getty Images
Poder militar
Detrás de la venta de Rusia hubo un interés estratégico y militar.
Se dice que una de las razones por las que el zar vendió Alaska es que temía que Gran Bretaña, en ese entonces la gran superpotencia mundial y la nación que controlaba el oeste de Canadá, pudiese tener designios expansionistas sobre Rusia que harían de Alaska una presa atractiva.
No podía saber el zar entonces que casi un siglo más tarde, en 1945, al comenzar la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, Alaska se convertiría en un invaluable puesto de avanzada militar que pondría a las tropas, radares y aviones estadounidenses a las puertas del territorio ruso.
Por lo que la venta de Alaska por Rusia en 1867 parece ser, vista con los lentes de la modernidad, un error comercial y estratégico calamitoso de parte del zar.
Alaska, una fuente importante de recursos ambientales, cuenta hoy con más de 12.000 ríos y una gran cantidad de lagos.
Su capital, Juneau, es la única capital estadounidense a la que solo se puede llegar en barco o avión. El lago Hood, en Anchorage, es una de las bases de hidroaviones más concurridas del mundo, con unos 200 vuelos diarios.
Trump y Putin se reunirán en la base conjunta Elmendorf-Richardson, la mayor instalación militar del estado. Con 25.900 hectáreas, es un punto clave de preparación militar en el Ártico para EE.UU.
Esta no es la primera vez que Alaska protagoniza un evento diplomático estadounidense. En marzo de 2021, el nuevo equipo diplomático y de seguridad nacional de Joe Biden se reunió con sus homólogos chinos en Anchorage.
No se han revelado detalles oficiales de la cumbre, pero la Casa Blanca afirmó que las conversaciones en Alaska serían un “ejercicio de escucha” para Trump y le darían al presidente estadounidense “la mejor indicación sobre cómo poner fin a esta guerra”.

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Cortesía de BBC Noticias
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