Tanto si eres el sufrido padre o madre de la criatura como un desafortunado pasajero sentado en una fila próxima a ella, oír llorar a un niño en un avión no es plato de buen gusto. A todos nos ha pasado alguna vez. En el aterrizaje o el despegue, el pequeño se asusta, porque se le taponan los oídos, y enseguida sus sollozos se convierten en un penetrante y desconsolado llanto que invade toda la cabina.
Por supuesto, hay muchas razones por las que un bebé puede romper a llorar en un avión, aunque está comprobado que el cambio de presión causado por la altitud de vuelo es especialmente difícil de soportar para los más pequeños.
¿Por qué les duele más a ellos?
Existe una diferencia anatómica fundamental entre su oído y el de los adultos. Según explica el otorrinolaringólogo británico Simon Baer, del Spire Sussex Hospital, en Hastings (Inglaterra), “una de las principales razones de este llanto es que los bebés no tienen una buena ecualización de la presión en el oído medio, ya que su trompa de Eustaquio no está tan desarrollada como en los adultos y no les funciona tan bien”.
Recordemos que la trompa de Eustaquio es un canal que conecta el oído medio a la nasofaringe —la garganta y la parte posterior de la cavidad nasal—. Básicamente, este tubo se ocupa de controlar la presión en el oído medio, para equilibrarla con la presión que existe en el exterior del cuerpo.
La mayor parte del tiempo permanece cerrado y se abre solo con actividades como bostezar, tragar o masticar.

¿Cuándo se produce el problema?
Cuando la presión atmosférica cambia de forma brusca y provoca una sensación repentina de taponamiento en el oído, como ocurre en un avión, la mayoría de los adultos recurrimos a bostezar o tragar saliva para abrir la trompa de Eustaquio y regular la presión dentro del oído.
Para los bebés, la cuestión es todavía más problemática cuando la aeronave desciende, a la hora del aterrizaje. “Aunque puede suceder también en el despegue, la forma en que funciona esta estructura hace que sea más sencillo pasar de una presión atmosférica alta a una más baja que a la inversa”, señala Baer.
Y añade: “Hoy en día, la mayor parte de los aviones están presurizados hasta cierto punto, pero sigue habiendo diferencias de presión entre el despegue y cuando llegan a 30 000 pies de altitud”.
¿Qué sienten realmente los bebés durante el vuelo?
Cuando un avión despega o aterriza, los bebés no solo enfrentan presión en los oídos. Desde muy temprana edad, su sistema nervioso también reacciona a ruidos fuertes, vibraciones y luces artificiales de la cabina.
La combinación genera estrés sensorial: su cerebro registra la vibración del fuselaje y los cambios de sonido como señales de alarma, y sin un sistema emocional maduro, suele responder con llanto o inquietud.
La incomodidad auditiva se procesa principalmente en el tronco encefálico y el sistema límbico, regiones muy activas en los primeros meses de vida. Según pediatras, cuando la presión cambia, los bebés experimentan dolor y molestia en el oído medio porque su trompa de Eustaquio aún no regula bien esos desequilibrios. Al mismo tiempo, el ruido de los motores (usualmente entre 75–80 dB) —aunque no dañino físicamente— aumenta su estrés sensorial y dificulta su bienestar emocional.
Además, la combinación de vibraciones y luces intermitentes —como las de las señalizaciones del cinturón de seguridad, los anuncios del capitán o el movimiento dentro de la cabina— puede sobreestimular el sistema sensorial del bebé. Este bombardeo de estímulos, sin control consciente, se convierte en una experiencia de confusión.

Trucos para aliviar el malestar
La buena noticia es que existen maneras de ayudar a nuestro bebé. Una de ellas es la maniobra de Valsalva, que consiste en intentar exhalar aire con la nariz y la boca cerradas.
Asimismo, la presión se equilibra si bostezamos o tragamos para que entre la mayor cantidad de aire posible en el oído. Sin embargo, puede que no resulte fácil convencer de ello a un niño de un año en plena crisis. Puede ser de ayuda ofrecerle su golosina favorita, para que, al masticar y tragar, se alivie su problema.
Si el bebé ya ha empezado la alimentación complementaria, puedes darle snacks preferiblemente blandos y fáciles de masticar que, además de alimentarlo, estimulan la deglución, lo que ayuda con la presión en los oídos.
¿Y si el llanto no es por los oídos? Otras causas comunes del llanto en vuelo
Aunque la presión en los oídos es una de las causas más frecuentes, no es la única. El hambre es una razón habitual y, a veces, los horarios pueden alterarse por el estrés del viaje o los cambios en la rutina. Si el bebé se chupa las manos con insistencia, voltea la cabeza buscando el pecho o el biberón, o emite sonidos rítmicos, probablemente esté pidiendo comida.
Otra causa frecuente es la incomodidad física. Un pañal sucio, ropa demasiado ajustada o una mala postura durante un vuelo prolongado pueden incomodar al pequeño sin que sea evidente a primera vista. Además, no subestimes el calor o el frío: los bebés no regulan bien la temperatura y pueden llorar tanto por exceso como por falta de abrigo.
También hay que tener en cuenta el miedo y la sobreestimulación. Los sonidos intensos, el zumbido constante de los motores, las luces brillantes o el contacto con demasiadas personas pueden desbordar a un bebé.
En estos casos, lo mejor es crear un entorno calmado: disminuir los estímulos visuales con una mantita ligera sobre la cabeza o limitar la interacción con desconocidos, hablarle con suavidad o usar una canción familiar. Entender las distintas señales del bebé ayuda a actuar con rapidez y evitar que el llanto se prolongue.

Checklist: qué llevar en la cabina si viajas con bebés
Viajar con un bebé en avión puede parecer una misión complicada, pero con una buena preparación, el vuelo se vuelve mucho más llevadero para todos. Una maleta de mano bien equipada es tu mejor aliada.
Lo primero: los chupetes. No solo calman, también ayudan a equilibrar la presión en el oído medio al succionar. Si tu hijo no usa chupete, una botella, un biberón o incluso el pecho materno durante el despegue y aterrizaje pueden cumplir la misma función. Y no olvides las golosinas.
Un par de juguetes favoritos, mejor si son pequeños, blandos y silenciosos, servirán para distraer y tranquilizar. Añade una manta ligera: el aire acondicionado de los aviones puede ser frío, y un entorno cálido ayuda a que el pequeño se relaje o incluso se duerma.
Por último, aunque no estén pensados para el bebé, unos buenos auriculares con cancelación de ruido para los adultos también pueden ser clave: reducen el estrés del entorno y permiten que te concentres mejor en calmar al pequeño. Además, ten siempre a mano pañales, toallitas húmedas, una muda extra y bolsas para desechar residuos. La clave está en prever las incomodidades típicas del vuelo y llevar lo necesario para convertirlas en momentos manejables.
Cortesía de Muy Interesante
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