
Mentir es uno de los instintos naturales del ser humano. Todos, sin excepción, hemos mentido alguna vez en nuestra vida, ya sea para evitar un regaño, por miedo a decir la verdad, para manipular la situación, para salir de algún compromiso, para no lastimar a otra persona, entre otras miles razones del porqué lo hacemos.
Entre las mentiras, existen unas que son muy malas y que se pueden llevar muy lejos, mientras que otras son esas llamadas “mentiras piadosas”, las cuales son utilizadas en escenarios mucho más tranquilos y tienden a no lastimar a nadie.
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Sin embargo, sea cual sea la mentira, el acto de mentir conlleva un proceso mental que involucra diferentes factores como la memoria, las emociones y la toma de decisiones, pero ¿por qué pasa ese fenómeno?, ¿Por qué mentimos?
De acuerdo con la revista “Muy interesante”; este proceso empieza de los 3 a los 5 años, y es visto sólo como un juego divertido, pues los niños, ya sea su evolución al lenguaje, el pensamiento y las interacciones sociales que tiene los incita a pensar algo que no es cierto y expresarlo.
De acuerdo con la Fundación UNAM, un artículo publicado en agosto de 2019, el motivo por el cual nuestro cerebro es capaz de fabricar mentiras o engaños tiene el fin de mantener la cohesión del grupo social. El mismo artículo explica que hombres y mujeres mienten con diversos fines, las mujeres lo hacen con la intención de proteger emocionalmente a los demás, y los hombres mienten más a menudo para cuidar su imagen, y proteger su ego.
Durante toda nuestra existencia este fenómeno ocurre, pero la etapa donde nos engañamos con mayor frecuencia es en la adolescencia.
Mentir es un proceso fascinante con respecto a los mecanismos cerebrales y factores psicológicos, de hecho, hay diversas áreas que se activan de forma diferente a comparación de cuando alguien dice la verdad.
Las áreas que más se involucran en la mentira son: la corteza prefrontal dorsolateral, la cual participa en la planificación y elaboración de la mentira. El cíngulo anterior, que se encarga de detectar errores. La ínsula, que procesa el miedo a ser descubierto y la mayoría de las emociones que allí suceden. El hipocampo, que participa para recuperar información y no ser descubiertos.
De acuerdo con la misma revista “muy interesante”, la mentira también activa una red de neurotransmisores cerebrales, cada uno con un rol específico
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La dopamina impulsa la búsqueda de recompensa y placer, motivando el engaño por beneficio personal. El glutamato, excitador del cerebro, interviene en la planificación y el control de la conducta al mentir. La serotonina regula el estado de ánimo y la toma de decisiones; cuando sus niveles bajan, aumenta la impulsividad y la tendencia a mentir sin prever consecuencias.
La noradrenalina, vinculada al estrés, incrementa la atención y prepara al cuerpo para responder ante situaciones tensas. La acetilcolina, clave para la memoria y el aprendizaje, permite recuperar la información falsa al sostener la mentira. Por último, el GABA controla la ansiedad e inhibe impulsos; su disminución facilita conductas desinhibidas como mentir.
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Cortesía de El Informador
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