¿Por qué no todos entendemos igual el sarcasmo? Un estudio explica cómo el cerebro descifra el lenguaje no literal

En la vida diaria, comprender el lenguaje va mucho más allá de reconocer palabras. Lo importante casi nunca está solo en lo que se dice, sino en cómo y cuándo se dice. Esa capacidad de leer entre líneas es tan cotidiana que rara vez nos detenemos a pensar cómo funciona.

Durante décadas, la ciencia asumió que todas esas habilidades formaban parte de una misma destreza general. Un nuevo estudio cuestiona esa idea y propone una estructura más clara y concreta. En lugar de una sola “habilidad pragmática”, existirían varios componentes bien diferenciados.

El trabajo, publicado en una de las revistas científicas más influyentes del mundo, se apoya en uno de los experimentos conductuales más grandes jamás realizados sobre el lenguaje cotidiano. Sus resultados ayudan a entender por qué algunas personas captan mejor el sarcasmo y otras el tono emocional.

El cerebro no usa un único sistema para comprender lo que no se dice de forma literal.
El cerebro no usa un único sistema para comprender lo que no se dice de forma literal. Fuente: iStock (composición).

Qué significa entender más allá de las palabras

Cuando alguien dice “qué puntualidad” a una persona que llega tarde, nadie interpreta esa frase de forma literal. Comprender ese mensaje exige inferir la intención real del hablante. Esa capacidad es lo que los científicos llaman lenguaje pragmático.

La pragmática incluye fenómenos muy variados: ironía, sarcasmo, humor, peticiones indirectas y hasta pequeñas mentiras sociales. Son recursos comunes que permiten comunicarnos sin decir todo de manera explícita. Sin ellos, la conversación humana sería rígida y poco natural.

El estudio parte de una pregunta simple pero profunda: ¿todas estas habilidades dependen del mismo mecanismo mental? La respuesta, según los datos, es que no. El cerebro organiza estas inferencias en sistemas distintos que trabajan en paralelo.

Un experimento poco habitual por su tamaño y duración

Para responder a esa pregunta, los investigadores reclutaron a 776 adultos. Cada participante completó una batería de tareas que llevaba alrededor de ocho horas. No se trató de un test rápido, sino de una evaluación exhaustiva. Las tareas eran muy diversas: entender bromas, interpretar ironías, notar cambios de significado según la entonación o deducir causas a partir de situaciones cotidianas. La idea era cubrir todo el abanico del lenguaje no literal. Cuanto más variado el conjunto, más fiable el resultado.

En lugar de observar el cerebro con escáneres, el estudio analizó patrones de desempeño. Si una persona rendía de forma parecida en varias tareas, eso sugería un mecanismo común detrás. Este enfoque permitió detectar regularidades invisibles a simple vista.

El tono de voz puede cambiar por completo el sentido de una frase.
El tono de voz puede cambiar por completo el sentido de una frase. Fuente: iStock (composición).

Tres sistemas, no uno solo

El análisis de los datos mostró que las habilidades pragmáticas no forman un bloque único, sino que se organizan en tres grandes sistemas relativamente independientes.

El primero está ligado al conocimiento de normas y convenciones sociales, es decir, a todo aquello que aprendemos sobre cómo se “supone” que funcionan las conversaciones. Aquí entran fenómenos tan cotidianos como entender una indirecta, captar una ironía o interpretar una frase que, literalmente, dice una cosa pero en realidad quiere decir otra. Este sistema permite inferir intenciones a partir de reglas sociales compartidas, incluso cuando no se expresan de forma explícita. Según el estudio, las personas que se desempeñan bien en este tipo de tareas suelen hacerlo de manera consistente en distintos contextos sociales, lo que sugiere que detrás hay un mismo tipo de razonamiento.

El segundo grupo identificado por los investigadores no depende tanto de normas sociales, sino del conocimiento general sobre cómo funciona el mundo. En este caso, comprender un mensaje implica razonar sobre causas y consecuencias: qué pasó antes, qué es probable que ocurra después y qué información es relevante en una situación concreta. Muchas inferencias lingüísticas se apoyan en este tipo de razonamiento, incluso cuando no lo notamos. No todo significado oculto es social: a veces entender un mensaje requiere simplemente entender cómo funcionan las cosas. El estudio muestra que este tipo de inferencias forma un conjunto diferenciado, y que el desempeño en estas tareas no siempre va de la mano del desempeño en las tareas sociales.

El tercer componente se relaciona con la capacidad de interpretar el tono y la entonación del habla. La misma frase puede transmitir información muy distinta según dónde se coloque el énfasis o qué emoción acompañe las palabras. Detectar si alguien está siendo sarcástico, está corrigiendo, mostrando sorpresa o expresando una emoción depende en gran medida de estas señales acústicas. La entonación añade capas de significado que no están en las palabras, pero cambian por completo su interpretación. El estudio encontró que esta sensibilidad al tono constituye una habilidad específica, con variaciones claras entre personas, y que no siempre coincide con la capacidad para manejar normas sociales o razonar sobre el mundo físico.

La comunicación cotidiana se apoya en varios mecanismos mentales distintos.
La comunicación cotidiana se apoya en varios mecanismos mentales distintos. Fuente: iStock (composición).

Resultados que se repiten y resisten pruebas

Para confirmar que estos hallazgos no eran casuales, el estudio se repitió con otra muestra independiente de 400 personas. Los tres componentes aparecieron de nuevo con una claridad notable. Esto refuerza la solidez del modelo propuesto. Además, los investigadores controlaron factores como la inteligencia general y la capacidad auditiva. Las diferencias observadas no se explican por ser “más listo” o escuchar mejor. Se trata de habilidades específicas, no de ventajas generales.

Este punto es clave porque descarta explicaciones simples. No todas las dificultades comunicativas tienen la misma causa. Una persona puede entender bien las normas sociales, pero fallar al interpretar el tono emocional, o al revés.

Por qué este hallazgo importa fuera del laboratorio

Comprender esta estructura ayuda a explicar diferencias individuales muy comunes. No todos fallamos en lo mismo cuando hay malentendidos. Saber qué componente está en juego puede cambiar la forma de abordarlos.

El marco también es útil para estudiar poblaciones neurodivergentes, como personas dentro del espectro autista. Permite ser más precisos al describir qué tipo de dificultad aparece y por qué. No se trata de un déficit general, sino de perfiles distintos.

Por último, el estudio abre preguntas relevantes para la tecnología y la educación. Los sistemas de inteligencia artificial también tropiezan con estos mismos aspectos del lenguaje. Entender cómo lo hace el cerebro humano es un paso clave para mejorar la comunicación, humana o artificial.

Referencias

  • Floyd, S., Jouravlev, O., Poliak, M., Mineroff, Z., Gibson, E., & Fedorenko, E. (2025). Three distinct components of pragmatic language use: Social conventions, intonation, and world knowledge–based causal reasoning. Proceedings of the National Academy of Sciences122(50), e2424400122. doi: 10.1073/pnas.2424400122

Cortesía de Muy Interesante



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