Pura envidia

Hace un año ni quién se imaginara que los temas principales en la opinión pública serían la vida estrafalaria de millonarios que se dan los hijos de AMLO, los excesos y la corrupción en las filas de Morena y el vínculo entre el crimen organizado y la nueva clase política. ¿Es esto obra de la casualidad o consecuencia de una estrategia deliberada? Los maldicientes de siempre, los conservadores que no sacian su odio, los neoliberales moralmente derrotados y económicamente marginados son los que se quejan amargamente de que el chairismo haga turismo como debe de ser ¿Está el izquierdismo mexicano destinado a vacacionar en Oaxtepec y a recorrer la Feria del mole en Milpa Alta? Todo indica que esos tiempos quedaron atrás.

Lo que pasa es que la comentocracia, los rechazados por el pueblo, no entienden que el ascenso político va de la mano de la subida social. Por eso con justa razón el señor Fernández Noroña reclama se les de la correcta significación de “lujo”. Recordemos que quien reclama esta definición ha sido catalogado casi toda su vida pública como un ser primitivo, un porro, un político “cadenero”, un ser vulgar y rapaz. Claro todo esto fue mientras estuvo en la oposición o López Obrador lo traía a raya. Desde que llegó a la presidencia del Senado, los ojos le brillan con el dinero, su cuerpo le reclama las camas mullidas, su tacto la piel de avestruz, el algodón egipcio. Todo para todos y lo mejor para Noroña. Y es que, en efecto, la nueva clase política la representa como pocos el hasta ahora presidente del senado, aunque cualquiera sepa que el lujo es lo contrario a él. Se sabe cualquier lugar VIP, en el momento que entra Noroña deja automáticamente de serlo.

Otro caso de envidia colectiva es el de Andy, hijo consentido del expresidente López Obrador. Mentes torcidas por la codicia reclaman saber de dónde saca dinero el junior para darse la vida de lujo que se da. ¿Qué no saben que su papá fue presidente? ¿No les parece la suya una historia de éxito? Digo, si el papá se ufanaba de tener doscientos pesos en la cartera y vivir con un par de zapatos, que sus hijos se den la gran vida es todo un logro, lo que cualquier papá desearía: los hijos superando al padre. Claro que los malquerientes del tabasqueño dirán que él es capaz de desconocer a sus hijos, pero eso solamente se supone desde la mala fe. Que el papá gustara de la terlenca y el poliéster reciclado para vestir no obliga al hijo huir de las prendas de Prada que tan bien le sientan a su figura atlética. No todo es tlayuda ni taco de barbacoa, tan bien está el sushi, el atún toro, el foi gras y los escargots. Nada para el hijo como superar la triste y rústica aldea habitada por el padre.

Caso similar es el de don Ricardo Monreal, hombre incomprendido hasta por la mismísima presidenta. Que él sea de Zacatecas -casi dueño del estado que se ha turnado con sus hermanos para gobernar- no significa que esté condenado a vacacionar siempre en Sombrerete, a dar vueltas en el kiosco de Jerez o contar muertos en Fresnillo que también gobierna otro de sus hermanos. Harto de peregrinar e hincarse ante el Santo Niño de Atocha, decidió hacer el Camino de Santiago, una excursión fifí que termina en un santuario. Qué padre que fue a dar gracias. Pero en vez de señalar la espiritualidad y religiosidad del legislador, todo se les va en decir que cuánto gastó por caminar en esos senderos españoles.

Total que nada les parece. Ahora resulta que no se puede ir a Ibiza, Milán , Tokio, Capri, Madrid y ser de la cuatro té ¿en qué parte de los estatutos está prohibido ira a esos lugares? Envidiosos.

Cortesía de La Política Online



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