
Para que el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita pueda iniciar una recuperación después de la fuerte caída que tuvo en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, la economía mexicana debería tener tasas de crecimiento anuales y sostenidas de 4.5 por ciento.
Por ahora no hay nada que festejar en la continuidad del mismo régimen y mucho menos que fustigar con aquel “se los dije” cuando se revisan modestamente las previsiones de expansión del PIB de este año apenas a 1.0 por ciento.
Es un hecho que el sexenio pasado fue uno de los peores en materia de desempeño económico y si se toma en cuenta la medición del aumento de la producción económica nacional por persona, tenemos que en el gobierno de López Obrador este indicador cayó -1.05%, con lo que la Cuarta Transformación ofreció el primer sexenio con una contracción per cápita del PIB desde la década de los 80.
Pero la moderación narrativa no es el signo de la casa y las revisiones que ahora hacen, tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), solo muestran la falta de motores internos y la prevalencia de la incertidumbre global.
El FMI estimó en julio pasado una expansión del PIB de México de 0.2% en un contexto de mayor incertidumbre respecto al futuro de los aranceles que Donald Trump aplicaría a las exportaciones mexicanas.
Hoy, con los aranceles pausados, con la claridad de la exención de los impuestos de importación a los productos amparados por el T-MEC y con la expectativa de renegociar alguna especie de continuidad del pacto comercial, el FMI mueve su expectativa en este septiembre a 1.0% de crecimiento del PIB para este 2025.
Mientras que la OCDE pasa su estimación de 0.4% en junio a 0.8% en su más reciente revisión de esta semana y lo hace de la mano de la revisión al alza de las expectativas del mundo y de la mayor parte de sus integrantes.
Además, de la mano de la moderada revisión del crecimiento, el FMI advierte a México muchas cosas.
Desde la necesidad de tener una consolidación fiscal más ambiciosa, para tener margen para responder ante eventuales desequilibrios económicos, hasta buscar asociaciones con la iniciativa privada en el sector energético.
Mejorar el clima de inversión, no confiarse con los temas de comercio global y algo que una mayoría sorda de la Junta de Gobierno del Banco de México no quiere escuchar: ser cautelosos con las tasas de interés y esperar a que la inflación se encamine claramente a la meta de 3.0 por ciento.
La OCDE también pone el acento en los temas inflacionarios y a la par de revisar su pronóstico de crecimiento del PIB, advierte de mayores presiones en los precios y mueve su estimado del índice general de precios de 3.2 a 3.6 por ciento.
Cuando la economía muestre señales de que el PIB per cápita inició ya una recuperación sostenida, con una inflación dentro de la meta del banco central, entonces sí, todos a festejar.
De lo contrario, se pierde la atención de los mercados en la voz presidencial que refrendan que por séptimo año consecutivo se mantiene el imperio de los otros datos.
Cortesía de El Economista
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