¿Qué dice tu cabello de ti? Y otras preguntas fascinantes sobre emociones, cerebro y personalidad

El arqueólogo español Francisco Barado escribió, hace ya un siglo, una curiosa Historia del peinado. En ella ofrece documentos e imágenes que muestran cómo, desde la noche de los tiempos, los seres humanos hemos dedicado tiempo y esfuerzo al cuidado del cabello. 

La investigación científica actual trata de analizar qué necesidades psicológicas hay detrás de este interés. Las hipótesis que han surgido hasta ahora resaltan que la forma en que nos componemos el pelo es parte de nuestra identidad. Muchos de los estereotipos que usamos –tribus urbanas diferentes, clases sociales, rubias o morenas…– incluyen un tipo especial de peinado. De hecho, la adolescencia, la época en que nos definimos como individuos, es también el momento en el que más tiempo le dedicamos a nuestro cabello. 

Por tu peinado no pasa el tiempo. Una reciente investigación realizada por las sociólogas Julia Twigg, de la Universidad de Kent (Inglaterra), y Shinobu Majima, de la Universidad de Gakushuin (Japón), sugiere otra variable que interviene en esta dedicación estética: el mantenimiento de la cabellera nos sirve para controlar nuestra autoimagen asociada a la edad. Twigg y Majima argumentan que otras partes de nuestro físico –como el rostro o la silueta– llevan inevitablemente el sello del tiempo. Sin embargo, el peinado puede parecer más o menos inalterado si le dedicamos determinados cuidados. 

La hipótesis de estas científicas cuadra con el hecho de que la forma que adopta el pelo de la cabeza es, quizá, el aspecto estético que menos sometido está a normas de edad en nuestra civilización. Otros –como el vestuario, para el que existen ciertos códigos cronológicos– están mucho más regulados. Sin embargo, las personas mayores pueden controlar el paso del tiempo arreglando su cabello como si fueran más jóvenes.

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¿Las emociones, tanto negativas como positivas, influyen directamente en la salud cardiovascular? Fuente: Pixabay.

¿Las emociones pueden dañar nuestro corazón?

Al médico suizo Paracelso se le atribuye una frase que puede definir la relación entre sentimientos y salud física: “Nada es veneno y todo es veneno: la diferencia está en la dosis”. Las investigaciones recientes confirman que lo que daña nuestro sistema circulatorio es el abuso, no el uso de nuestras emociones. 

La doctora Michelle Williams, de la Universidad de Harvard (EE. UU.), ha recopilado investigaciones que muestran cómo nos afecta el exceso de sentimientos negativos –ira, miedo, tristeza…– relacionados con el estrés. Según ella, muchas de las desigualdades entre estratos socioeconómicos que se observan al estimar la salud del sistema circulatorio se correlacionan con un exceso de esas emociones. 

Jack Shonkoff, también de Harvard, opina que la activación emocional sostenida que supone la exposición a la violencia en la primera infancia tiene efectos orgánicos: eleva el ritmo cardiaco y la presión arterial, y aumenta las hormonas del estrés.

Pero las emociones positivas también pueden ser peligrosas: June Gruber, profesora de la Universidad de Yale, señala que el abuso de la alegría lleva a una sensación de invulnerabilidad que permite comportamientos de alto riesgo para la salud, como el consumo excesivo de alcohol o de comida.

¿Es posible saber si un niño es un psicópata?

La escritora Lionel Shriver publicó en 2003 una de las novelas más controvertidas de los últimos tiempos: Tenemos que hablar de Kevin. En ella, hablaba de una madre que va descubriendo gradualmente que su hijo es un psicópata. La obra plantea, de forma descarnada, una gran duda que se suelen hacer los psicológos: ¿son los padres y el medio los responsables, o la persona que padece ese trastorno está determinada desde que nace?

Una década después, la psicóloga de la Universidad de Michigan, Rebecca Waller ha revivido la polémica al publicar, junto con su equipo, una investigación en la que afirmaba que los primeros síntomas de psicopatía pueden ser vistos en niños de dos años. Factores como la ausencia de culpabilidad tras el mal comportamiento, el egoísmo, el abuso de la mentira, el déficit de empatía con el dolor ajeno o el comportamiento manipulador guardaban correlación con comportamientos psicopáticos en los años posteriores. 

No es la única investigadora que defiende esa hipótesis: la psicóloga Abigail Marsh, en su libro Good For Nothing: From Altruists to Psychopaths and Everyone in Between, presenta una gran cantidad de casos en los que padres que no crían a sus hijos en un ambiente cálido y estructurado notan que algunos de ellos, desde pequeños, muestran rasgos psicopáticos.

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Lágrimas con condiciones: ¿por qué a veces llorar no alivia? Fuente: Pixabay.

¿Por qué nos alivia llorar?

Una investigación reciente dirigida por Asmir Gračanin, psicólogo de la Universidad de Rijeka (Croacia), intentaba resolver una incongruencia que se había observado en estudios anteriores: la mayoría de experimentos encontraban que el llanto era beneficioso para el estado de ánimo cuando se producía en condiciones naturales; sin embargo, muchos estudios realizados en laboratorio sugerían que podía tener un efecto negativo. El estudio de Gračanin obtuvo, efectivamente, esos mismos resultados. 

Llorar sirve para que los demás se apiaden de nuestro dolor, objetivo que no vemos satisfecho en un laboratorio. En la vida diaria sucede lo mismo: si percibimos que nuestros lamentos han servido para “dar ventaja” a la otra persona, si no hemos encontrado la comprensión que esperábamos o si lloramos solos, podemos acabar agravando el problema.

¿Qué es la batmofobia?

La serie documental The Staircase analiza el juicio contra el novelista Michael Peterson. Su mujer falleció al pie de las escaleras de su casa y a Peterson se le procesó para saber si se trataba de un asesinato o de una caída accidental. La duda se acentuó cuando se descubrió que una amiga íntima había muerto de una manera similar unos años antes… 

Las escaleras generan un lógico recelo por el peligro que suponen. Pero hay personas que llevan ese miedo al extremo: a eso se llama batmofobia. Los que tienen este tipo de miedo exacerbado se distinguen de aquellos que padecen climacofobia –temor a subirlas y bajarlas– en que les basta verlas para sufrir síntomas de ansiedad, como palpitaciones o respiración entrecortada. 

Las causas de esta afección pueden ser muy diversas. Una mala experiencia que resultó traumática es el desencadenante más obvio, pero no se da en la mayoría de los casos. En general, esta fobia se desarrolla por un doble mecanismo. Al principio, alguna escalera se asocia a una situación concreta de ansiedad. Después, la persona evita acercarse a ellas y eso hace que el miedo se acreciente hasta convertirse en fobia.

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La batmofobia es un miedo real e incapacitante: basta con ver una escalera para sentir ansiedad. Fuente: Pixabay.

¿En qué consiste el síndrome de la covada?

Se llama así a un malestar general que a veces se produce en ciertos hombres cuando su pareja está embarazada. El doctor Thilagavathy Ganapathy, en un artículo de 2019, recordaba algunos de los síntomas, muy parecidos a los del embarazo: aumento de peso, náuseas, dolores abdominales similares a las contracciones del útero, presión arterial baja, etc. Este médico hindú estima que el síndrome puede afectar a uno de cada cuatro hombres. 

Hay varias hipótesis para explicarlo. Una es que los cambios hormonales de las embarazadas generan señales que son detectadas de forma inconsciente por sus parejas, que pasan a adoptar una actitud más protectora. Otra posible causa es que las variaciones hormonales se produzcan también en el varón. La psicóloga Anne Storey, de la Universidad Memorial de Newfoundland (Canadá), nos recuerda que se han observado aumentos de la prolactina y del cortisol en futuros padres.

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de Muy Interesante



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