¿Qué es la polis y qué son los idiotas? Lo que los griegos sabían sobre el individualismo

Por fortuna para todos, la filosofía impregna nuestra cultura de tantas formas diferentes que, muy difícilmente, somos capaces de pensar fuera de sus caminos, seamos conscientes de ello o no. Y aunque ahora estés leyendo esto con una ceja levantada te invito a terminar estas sencillas sentencias, verás que no te cuesta demasiado hacerlo por mucho que reniegues de todo lo que huela a amor a la sabiduría: “Yo sólo sé…” “Pienso, luego…” “En la vida lo que no me mata…” “El hombre es un animal…” “Todo gran poder conlleva…”.

¡Cuatro de cuatro! ¿verdad? La última tan solo era un bonus track para saber si habías estado presente en el planeta las últimas décadas. Perdón.

Sé que es un juego algo malicioso y tontorrón, pero es necesario que entiendas que somos lo que somos, para lo bueno y lo peor, gracias a la transmisión constante de nuestro acervo cultural y que, aunque ahora nos la demos de ultramodernitos e hiperconectados, sin el idioma que heredamos y compartimos, y que tardamos más de dos millones de años en lograr desarrollar, no habríamos sido capaces, como especie, de pensar más allá de tener frío, hambre, miedo y cuatro cosas más. Y si no me crees pregúntate quién fue el pequeño Víctor de Aveyron (1), ejemplo perfecto de qué sucede cuando el animal humano no se desarrolla en la polis, no es político, como nos recordaba Aristóteles.

Que el hombre es un animal político, estando hoy tan denostado este gremio, podría parecernos casi un insulto o una expresión de dudoso gusto. Pero no es más que un anacronismo. Debemos entender que el concepto griego de polis, del que provienen palabras tan usadas como política, policía, cosmopolita o necrópolis, entre otras tantas, tenía en su origen dos usos muy concretos que se relacionaban entre sí. La polis, o poleis, era el modelo de ciudad-estado propio de la antigua Grecia. Lejos de la noción de estado moderno como nación o país, aquellos se debían a la circunscripción de sus propias ciudades, así Esparta, Atenas, Tebas o Corinto, eran estados independientes con sus propios modelos de regencia, tributos, leyes y todo lo necesario para gobernarse a sí mismos. Pero en filosofía, y en especial desde el mundo ético, nos interesa mucho más la segunda acepción de polis, verás.

Para los griegos de la antigüedad la polis era también la forma natural de relación en la que el ser humano se desarrollaba, esto es, la polis es lo que hoy llamamos “la sociedad”, el ámbito de lo social. Por lo tanto, sería más ajustado a nuestros tiempos traducir aquel zoon politikón como “animal social”, y no político. El hombre es un animal social, y ahora todo suena mucho mejor.

Víctor de Aveyron
Víctor de Aveyron. Fuente: Wikipedia

¿Qué es por tanto el ser humano? Nos preguntamos los filósofos.

Desde hace más de dos mil años no hemos sido capaces de parir una respuesta a la pregunta por el ser humano, que consiguiera distanciarse de manera solvente de la propuesta por Aristóteles, sin caer en picado en el ombliguismo individualista y de la ridiculez de un ser humano que sólo, descontextualizado de la sociedad que lo dota de sentido, es más parecido a una bestia que a un hipotético dios olímpico.

Sé que quizá todo esto te suene un poco raro, pues hay una vaga idea de que el animal humano es egoísta por naturaleza y que en la competencia por el éxito está, de cierta manera implícita la individualidad y aquello que solo los Monty Python fueron capaces de explicar: el sentido de la vida. Pero esto no es más que otra vuelta de tuerca filosófica que se ha instaurado en el subconsciente colectivo y corresponde a las ideas presentadas bajo el paraguas del “egoísmo racional”. Una corriente filosófica de mediados del siglo XX que legitima la búsqueda del interés propio como un ejercicio puramente racional, siendo por tanto el interés común irracional y pernicioso. Así pues, el individualismo debía imponerse ante cualquier forma de colectivismo y por ese lado te ha llegado algún refregón de ideas sueltas y deslavazadas. Por si no te creías que la filosofía estaba presente en tu vida.

Es curioso que, los griegos antiguos, ya tuvieran claro que no habrían de faltar aquellos ciudadanos que, utilizando las posibilidades que solo puede garantizar lo social, decidieran no participar de lo público y centrarse en ellos mismos, en sus propios intereses. Y lo más divertido es que a estos personajes los llamaron “idiotas”. Si te hace gracia es nuevamente debido a un anacronismo que esta vez juega en favor del humor.

El termino griego idiotes hace referencia directa a quienes no se ocupan de los asuntos públicos y sí de sus intereses privados. No era peyorativo, como sí lo es hoy en día, pero es muy claro en su descripción. Expone a un individuo egoísta que se excluye de la cosa pública, por voluntad propia, para trabajar para y por él mismo. ¿Suena a egoísmo racional, que no? Pero tiene su letra pequeña eso de apartarse de la sociedad.

Adela Cortina (2) nos recuerda que nadie aprende solo. Por tanto, aquel que se centre tan solo en sí mismo y no comparta de lo social se alimentará únicamente de sí, y sin comparación posible y contrastación pocas posibilidades hay de crecer o de evolucionar. Quizá esto te quede lejos y bajo la falaz premisa de “hazlo tú mismo” tengas la sensación de que gracias a las nuevas tecnologías esto se ha superado y puedes aprender estando solo gracias a tu conexión a internet. Pero eso también es producto de lo social y es espacio público, aunque digital. También está hecho por otras personas que han dedicado tiempo y esfuerzo común en transmitir sus conocimientos, dudas y fotos ridículas.

Para Aristóteles, el hombre es un 'animal político', es decir, un ser que solo puede desarrollarse plenamente dentro de la polis, la comunidad que da sentido a su existencia
Para Aristóteles, el hombre es un ‘animal político’, es decir, un ser que solo puede desarrollarse plenamente dentro de la polis, la comunidad que da sentido a su existencia. Foto: Istock

Igual que los libros de las bibliotecas, igual que las películas, las composiciones musicales, las vacunas y otros adelantos científicos y tecnológicos. Todo forma parte de nuestro acervo cultural. Repito, todo esto es producto social y si hemos sobrevivido por más de trescientos mil años como especie no ha sido precisamente por competir en solitario entre nosotros.

Si queremos polemizar, y a mí no me desagrada, el anarquista Kropotkin afirmaba, enarbolando evidencias empíricas, que el apoyo mutuo (3) es un factor de supervivencia mucho mejor y más beneficioso que la competición entre iguales. A pesar de la idea de individualismo descabezado, antisistema y trasnochado que tenemos en mente cada vez que leemos la palabra anarquismo… en fin, cosas que pasan.

Sea como sea, nos guste más o nos guste menos, el animal humano es social por definición y necesidad constitutiva. Como animales no destacamos especialmente. Y, salvo por nuestra capacidad de recorrer largas distancias cuando estamos bien entrenados, el resto de nuestras capacidades físicas brillan por su cutrez. Pero está en cómo establezcamos el modo de relación entre nosotros, el buen desarrollo de nuestra sociabilidad y los productos de la misma, nuestra fortaleza y posibilidad de supervivencia, ayer, hoy y mañana. Y sí, hablo de ética. Continuará…


(1) Víctor de Aveyron fue uno de los casos de “niños ferales” mejor documentado y más conocidos de nuestra historia contemporánea. ¿El ser humano nace o se hace? Te invito que veas el biopic de esta historia. “El pequeño salvaje” película dirigida y protagonizada por François Truffaut en 1970.

(2) “Nadie es capaz de descubrir en solitario qué es lo verdadero o qué es lo conveniente, sino que necesita entrar en diálogo con otros para ir descubriéndolo conjuntamente.” Adela Cortina, ¿Para qué sirve realmente la ética? 2021

(3) “La sociedad […] Se ha creado sobre el reconocimiento inconsciente o semiconsciente de la fuerza que la práctica común de la ayuda mutua presta a cada hombre; sobre la dependencia estrecha de la felicidad de cada individuo de la felicidad de todos, y sobre los sentimientos de justicia o de equidad que obligan al individuo a considerar los derechos de cada uno de los otros como iguales a sus propios derechos»” Kropotkin El Apoyo mutuo: un factor de evolución, 1902

Cortesía de Muy Interesante



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