¿Qué es un ictus? Esta es la causa que se esconde detrás de la muerte del papa Francisco

El mundo ha perdido hoy a una de las figuras más influyentes de las últimas décadas. El papa Francisco, a sus 88 años, ha fallecido este lunes a consecuencia de un ictus, una enfermedad cerebrovascular que, aunque común, sigue siendo poco comprendida por la mayoría. Su muerte ha despertado no solo una ola global de homenajes y recuerdos, sino también una oleada de interés sobre qué es exactamente un ictus y por qué puede ser tan letal.

El pontífice, cuya salud ya era motivo de atención desde hace varios años, sufría de múltiples afecciones crónicas: diabetes tipo 2, hipertensión, insuficiencia respiratoria y una historia médica marcada por infecciones pulmonares desde su juventud. Sin embargo, la causa final fue un derrame cerebral que derivó en una parada cardiaca irreversible, según el informe médico emitido por el Vaticano. Fue una cadena de eventos clínicos que se desarrolló con rapidez y que no dio margen de recuperación.

Un enemigo silencioso y veloz

El ictus, también conocido como accidente cerebrovascular, es una emergencia médica que ocurre cuando el flujo de sangre al cerebro se ve interrumpido. Esta interrupción puede deberse a dos causas principales: un coágulo que obstruye una arteria (ictus isquémico) o la ruptura de un vaso sanguíneo (ictus hemorrágico). En ambos casos, las consecuencias pueden ser devastadoras: las células cerebrales comienzan a morir en cuestión de minutos debido a la falta de oxígeno.

En el caso del papa Francisco, la hipótesis que se baraja es que se trató de un ictus hemorrágico, el tipo más grave y con mayor tasa de mortalidad. Esta forma del ictus ocurre cuando un vaso sanguíneo se rompe y la sangre se filtra en el tejido cerebral, causando una presión interna que daña rápidamente zonas esenciales para la vida. La aparición súbita de un coma y el colapso circulatorio posterior apuntan a esta posibilidad.

Lo que hace al ictus especialmente peligroso es su rapidez. A menudo, las personas no reconocen los síntomas hasta que ya es demasiado tarde. En cuestión de minutos, un ictus puede destruir capacidades motoras, lingüísticas o incluso vitales. La rapidez con la que se actúe es clave, pero en algunos casos, como el de Francisco, ni siquiera una intervención inmediata hubiera podido cambiar el desenlace.

El Vaticano confirmó que la causa de la muerte fue un accidente cerebrovascular seguido de fallo cardíaco irreversible
El Vaticano confirmó que la causa de la muerte fue un accidente cerebrovascular seguido de fallo cardíaco irreversible. Foto: Istock/Christian Pérez

La complejidad del cerebro en juego

El cerebro, con sus más de 86.000 millones de neuronas, depende de un suministro constante de sangre para funcionar. Una interrupción, aunque sea breve, puede desencadenar un efecto dominó de fallos orgánicos. En personas mayores, y especialmente en aquellas con enfermedades previas como hipertensión o diabetes, el riesgo se multiplica.

En el caso del pontífice argentino, sus antecedentes médicos parece que han jugado un papel determinante. Durante su juventud, ya había sufrido una infección respiratoria que le costó parte de un pulmón. En los últimos años, fue hospitalizado en varias ocasiones por neumonía y problemas respiratorios. Además, su movilidad estaba reducida, dependiendo en gran medida de una silla de ruedas. Todos estos factores contribuyen a un entorno físico frágil donde un ictus puede ser simplemente el golpe final.

A nivel clínico, cuando se produce un ictus de tipo hemorrágico, el cuerpo entra en un estado de emergencia. La sangre acumulada en el cerebro puede generar un aumento de presión intracraneal, provocando desde la pérdida del conocimiento hasta una parada cardiaca. La llamada “muerte cerebral”, en la que el cerebro deja de funcionar pese a que el corazón aún late, es uno de los posibles desenlaces. Sin embargo, en el caso de Francisco, ambos sistemas colapsaron casi simultáneamente.

Un desenlace que llega tras semanas de alerta

Aunque el impacto ha sido repentino, la situación médica del papa Francisco llevaba tiempo siendo delicada. Había sido ingresado en varias ocasiones a lo largo del año por infecciones respiratorias graves. Se le diagnosticaron bronquiectasias múltiples (una dilatación anormal de los bronquios) y fue tratado por una infección pulmonar polimicrobiana. A pesar de que parecía recuperado, el esfuerzo físico de sus últimos actos públicos pudo haber sido un factor desestabilizador.

En el día de ayer, Francisco sorprendió al aparecer en la plaza de San Pedro para bendecir a los fieles desde su “papamóvil”. Su aspecto era frágil, pero su voz mantenía la firmeza que lo caracterizó durante todo su pontificado. Fue su última aparición pública.

Según los médicos del Vaticano, durante la madrugada se agravaron sus síntomas y cayó en coma pocas horas después. A las 7:35 de la mañana siguiente, su fallecimiento fue confirmado oficialmente. La rapidez de los acontecimientos impidió cualquier intervención quirúrgica o tratamiento de emergencia.

El ictus es una de las principales causas de muerte en personas mayores de 65 años y puede desarrollarse en cuestión de minutos
El ictus es una de las principales causas de muerte en personas mayores de 65 años y puede desarrollarse en cuestión de minutos. Aunque también puede ocurrir en personas jóvenes. Foto: Istock/Christian Pérez

El vacío tras el silencio

La muerte de Francisco no solo cierra una etapa en la historia reciente de la Iglesia Católica, también plantea preguntas médicas, humanas y sociales sobre la fragilidad del cuerpo humano incluso en quienes parecen tener acceso a la mejor atención del mundo. Un ictus puede golpear sin previo aviso, y cuando lo hace, no distingue entre edad, estatus o fe.

Más allá del drama institucional que ahora vive el Vaticano con la preparación del cónclave para elegir un nuevo papa, la muerte de Francisco ha puesto de nuevo sobre la mesa la necesidad de entender mejor esta enfermedad que cada año afecta a millones de personas en todo el mundo.

En los próximos días, el cuerpo del pontífice será trasladado a la Basílica de San Pedro, donde los fieles podrán rendirle homenaje. Su legado quedará para siempre marcado por su cercanía con los más pobres, su apertura hacia otras religiones y su compromiso con causas sociales. Pero su muerte nos recuerda, con una crudeza inesperada, que incluso los más grandes están a merced de procesos biológicos tan antiguos como la humanidad misma.

Cortesía de Muy Interesante



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