¿Quién es dueño del descontento social?


No sabía que el “descontento/malestar social” tenía propiedad o dueño. Después de las marchas del sábado 15, el Gobierno de la República ha preferido analizar el descontento social desde su posición de poder y una visión ideológica binaria: de izquierda o conservadores. Para Morena, el descontento social solo es legítimo cuando les sirvió para llegar al poder, no cuando se usa para cuestionar o reflexionar con respecto a su propio ejercicio de poder. Por eso, prefirieron descalificar a toda persona que marchó, etiquetándolos como opositores, conservadores, bots pagados por los gobiernos de derecha de América Latina o bien como títeres de los líderes empresariales. El régimen de Morena siente que ellos son dueños del legítimo descontento social que les llevó al poder, y que todo aquel que hoy se manifiesta no vive desde el malestar social, sino desde sus propios privilegios. El monopolio moral del uso de la plaza pública y de la movilización es de su propiedad.

Entonces, ¿quién en México es dueño del descontento social? No fue la oposición, porque en este país la oposición solo busca subirse a causas sociales legítimas ante su propio vaciamiento y desprestigio. Mucho menos fue el régimen y el partido en el poder, porque, según su comprensión, todos los mexicanos estamos felices con sus decisiones y forma de gobernar. Existen en redes sociales muchos videos que preguntaban a personas que asistieron a la marcha si eran de izquierda o de derecha; la gran mayoría respondió: “soy de México”. Algunos analistas aciertan cuando han definido la marcha del sábado pasado como la “marcha de la orfandad”, precisamente porque no estaba articulada por ninguna ideología binaria o partido político.

Dentro de lo mucho que no se comprende es que las juventudes que se articularon y salieron a marchar el sábado (desde el lado pacífico) son la generación que nació cuando Felipe Calderón declaró la guerra contra las drogas, en medio de violencias estructurales y sistemáticas, donde su sentido de orfandad no es político sino cotidiano, porque desde que nacieron la violencia y la desigualdad solo se profundizan y agudizan. Es una generación que se ha articulado desde, en y entre la precariedad: de salario, laboral, de tiempo, de certeza, de seguridad, de vivienda y de futuro posible.

Gravísimo el error que hemos cometido desde el sábado pasado en diferentes foros y medios de comunicación al intentar analizar la marcha y todos sus efectos desde una mirada adultocéntrica. Explicar el enojo de los jóvenes desde la mirada de los adultos nos lleva invariablemente a reducirlos a la queja y no a verles desde la comprensión y la reflexión. La precariedad en la que viven los jóvenes hoy convive con la desigualdad estructural que vivimos en México desde hace muchos años; la diferencia es que nosotros nos acostumbramos a vivir en ella y ellos necesitan que la desigualdad se desestructure.

Encasillar el legítimo descontento social (articulado en el derecho humano a la protesta) en una cuestión de oposiciones o de derechas e izquierdas, en el fondo, es deslegitimar la aceptación de la diferencia y la pluralidad que conforma a las democracias medianamente sanas. Morena piensa que es contra la Presidenta, y nadie les ha preguntado a los jóvenes cómo quieren que sea el país en el que buscan crecer y desarrollarse. El poder articula su incomprensión y denostación de la marcha y la Generación Z a través de la “otredad”, ese concepto filosófico que significa el rechazo a la diferencia y que perpetúa una sociedad binaria, heteronormada y patriarcal que rechaza todo aquello que no se ajusta a lo que ellos deciden que debemos ser, eliminando la pluralidad y la diversidad que nos compone.

Las juventudes que viven desde la orfandad política se articularon a partir de hacerse visibles en sus nuevas formas. Lo hicieron y seguramente lo seguirán haciendo con miedo y angustia, pero no por las policías que les golpean o el poder que les denosta y les persigue, sino porque les da miedo que las cosas no cambien en México y que su desesperanza se magnifique. El Gobierno evidencia su incapacidad para gobernar con quienes piensan diferente a ellos. Las peores semanas de la Presidenta Sheinbaum han sido estas últimas; lo único que puedo decir es que su reacción fue poco inteligente y patriarcal. En medio de protestar contra todas las formas de precariedad, ella no es la víctima.

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Cortesía de El Informador



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