Tomi Lebrero y El Puchero Misterioso cumple veinte años y lo festeja este viernes con una presentación en el ND/Teatro. En un mundo donde la música popular suele plegarse a la inmediatez del algoritmo o la nostalgia reciclada, Tomi Lebrero emerge como una figura singular: un artesano de canciones que parece habitar un tiempo propio, un cruce de caminos entre lo telúrico y lo performático, entre la raíz criolla y la electricidad urbana.
El nombre original de la banda salió de un bodegón que inmortalizó Enrique González Tuñón en su libro Camas desde un peso, publicado en los años ’30.
A Lebrero y Tuñon los une, según Martín Graziano en su libro Cancionistas del Río de la Plata. Después del rock: una música popular para el siglo XXI, una búsqueda similar entre la tradición y la vanguardia. Graziano volcó en su libro lo que detectó como un fenómeno emergente a partir del año 2000, del que Lebrero fue parte: una nueva generación de artistas que, sin abandonar completamente el legado del rock, transitaban otras tradiciones locales para crear una expresión musical más íntima y, sobre todo, diversa. Una generación que decidió no abrazar el dogma rockero de la autenticidad.
“2005 fue muy fuerte porque nos dimos cuenta de que había en la ciudad ‘otros’ merodeando rincones parecidos, además de Jano Seitún con quien siempre fuimos muy amigos. Así fue que conocimos a Pablo Dacal y Pablo Grinjot y formamos una suerte de frente cancionístico acústico hijo de la cultura rock, pero con otras influencias en su haber, como el tango, el folclore, la música clásica, el jazz”, recuerda Lebrero.
Luego fueron identificados bajo el nombre “Cancionistas del río de la Plata”, una suerte de identidad compartida enriquecida en las diferencias, mirada que el documental Charco. Canciones del Río de la Plata (2018), también mostró a través de un grupo constituido por más de 70 artistas, donde los estilos diversos conviven en el formato canción.
Lebrero descubrió a sus veintitantos años que lo suyo era la canción mientras escuchaba un disco de Chico Buarque. “La conjunción de música, letra y performance, ese formato simple y misterioso” -tal como define a la canción- lo llevó a dejar los estudios de música en la facultad, se volcó de lleno al bandoneón y se puso a investigar en forma autodidacta y de manera más sistemática la canción.
Una generación perdida
Hay que decir que la tragedia de Cromañón tuvo que ver con que este grupo de artistas se volcara hacia expresiones más contenidas como el formato canción con instrumentos acústicos, en medio de una especie de duelo colectivo con poca tolerancia a las estridencias. Por otro lado, el público también había sufrido un cambio de hábitos con un circuito underground transformado en un desierto.
Los veinte años de El Puchero Misterioso trae estas y otras reflexiones más amplias de lo que pasó con la música popular hacia el nuevo milenio después del rock en Buenos Aires. “Pasó nuestro momento y más bien quedamos como una ‘generación perdida’, entre las glorias del rock nacional y la nueva llamada ‘música urbana’”, afirma Tomi.
En estos veinte años, Lebrero, oveja negra de una familia acomodada de San Isidro, lleva editados 26 discos con su ensamble acústico con guitarras, violín, contrabajo, percusión y bandoneón, tres de ellos publicados en el exterior: dos en Japón: Nueva Kan Ze On (2010) y Live in Tokyo (2014), ambos junto al violinista Alex Musatov; Pantopia (2022) salió publicado en Alemania -una selección de canciones propias y de artistas argentinos vinculados al folclore- que ofrece un retrato sonoro y visual de la Argentina.
Desde su disco debut Tomi Lebrero y su Puchero Misterioso (2005) hasta el más reciente grabación con el pianista y guitarrista Tomi Mutio (saldrá este año como Tomi & Tomi), sus búsquedas siguieron siendo eclécticas e incansables. Ningún disco se parece al otro.

En 2019, obsesionado por liberarse de todo el material que llevaba acumulado, sacó una serie de discos, bajo el título Doce, con 218 canciones. Salió uno por mes, desde septiembre hasta julio, en agosto Tomi se tomó tres meses por el nacimiento de su hija Nica, y en noviembre salió el último disco de la serie.
“Fue otro mal paso en mi carrera -admite-, porque me significó un montón de laburo y como sabemos, nadie tiene la atención para digerir tanta música”. A la altura de esa épica se propuso otro proyecto: ir a caballo hasta Salta desde el campo de su familia en Dolores. La odisea quedó registrada en No va llegar (sic), una “horse movie”, en formato documental dirigida por Cristián Costantini y Segundo Bercetche.
Recorrer la discografía de Lebrero es recorrer una vida artística hecha de impulsos, riesgos y libertad. Desde ese debut que aún hoy suena digno y sincero, hasta el proyecto descomunal de los “doce”, se nota un pulso vital que combina la urgencia creativa con una poética personalísima.
Hay discos más queridos por el público (Cosas de Tomi, 2008), otros que fueron desafiantes (Me arrepiento de todo, 2010), homenajes sentidos (Vilca, 2023), momentos experimentales y hasta bandas sonoras no planeadas como el de la película Norma (2023).
En conjunto, esta obra no sólo documenta un recorrido musical, sino también vital: el nacimiento de una hija, las amistades, las búsquedas estéticas, el deseo constante de decir algo con canciones, aun cuando sean apenas “eventos poéticos sonoros”.
Información
20 años de Tomi Lebrero y El Puchero Misterioso
Tomi Lebrero, bandoneón guitarra voz; Alex Musatov (violín), Lucila Pivetta (bajo), Nico Echeverría (batería) y Tomi Mutio (guitarra) y músicos invitados Fecha: 2 de mayo a las 21 Lugar: ND/Teatro (Paraguay 918, CABA)
Cortesía de Clarín
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