En el imaginario popular, la expansión del Imperio romano por África a menudo se ha concebido como un avance imparable y unilateral, donde las culturas locales fueron absorbidas por el coloso imperial sin oponer una resistencia significativa. Sin embargo, esta visión omite episodios de una férrea oposición liderada por figuras históricas de extraordinario carisma. Una de las más destacadas es Amanirenas, la reina nubia que, además de desafiar a Roma en Egipto, también logró forzar una paz favorable para su reino. Su historia merece ocupar un lugar prominente entre los grandes líderes africanos de la antigüedad.
El Reino de Kush y la tradición de las kandakes
Amanirenas gobernó el reino de Kush, una antigua civilización situada en la región de Nubia, al sur de Egipto, que floreció durante siglos como heredera y competidora de los faraones. Desde su capital en Meroe, los kushitas mantuvieron una identidad cultural propia, profundamente influida por Egipto, pero también independiente en términos religiosos, artísticos y políticos.
Amanirenas ostentaba el título de kandake, nombre que los griegos transcribieron como “Candace”, y que designaba a la reina madre o reina regente del reino. Las kandakes tenían autoridad militar y poder político, y eran vistas como soberanas activas en los asuntos de gobierno. Según las fuentes, se estima que Amanirenas procedía de una larga línea de reinas guerreras, lo que parece confirmar que su liderazgo militar formó parte de una consolidada tradición dinástica.
El ascenso de Amanirenas y el contexto geopolítico
Se cree que Amanirenas gobernó entre el 40 a.C. y el 10 a.C., como sucesora de su esposo, el rey Teriteqas. Junto a él, pudo haber ejercido una regencia conjunta antes de asumir el poder tras su muerte. Durante el reinado de Amanirenas, Roma había consolidado su dominio sobre Egipto tras la caída de Cleopatra y la derrota de Marco Antonio en el 30 a.C. El nuevo gobernador romano, Gayo Petronio (Gaius Petronius), representaba una amenaza directa para Kush. Además de asegurar la frontera, Petronio pretendía gravar con impuestos a los nubios que residían en suelo egipcio y convertir el reino meroítico en un estado vasallo de Roma, lo que chocaba frontalmente con la autonomía kushita.
La presencia romana en Egipto se percibió como una agresión y un riesgo para la soberanía de Kush, lo que motivó una respuesta decidida por parte de Amanirenas. A diferencia de otras regiones que aceptaron la supremacía romana, los kushitas optaron por enfrentarse a los invasores.
La guerra contra Roma: audacia frente a un gigante
La conquistadora de Asuán
Las hostilidades principales se desarrollaron entre el 27 y el 22 a.C., aproximadamente, un lustro de tensiones bélicas que las crónicas grecorromanas —entre ellas Estrabón— describen con detalle. Según las fuentes, Amanirenas dirigió personalmente una ofensiva contra el sur de Egipto: conquistó la ciudad de Asuán y saqueó varias fortalezas romanas como Qasr Ibrim y Elephantina. Estrabón la retrata como “una mujer de aspecto varonil, tuerta de un ojo” debido a sus campañas militares, una descripción que, lejos de mermar su figura, la convirtió en emblema de coraje y fiereza.

El episodio de la estatua decapitada
En una escena de especial significado simbólico, sus tropas decapitaron una estatua de bronce del emperador Augusto y enterraron la cabeza bajo la escalinata de un templo en Meroe. De este modo, cada feligrés que accedía al santuario pisoteaba, literalmente, al soberano romano. El gesto supuso un desafío directo «al hombre más poderoso del mundo» y se ha descrito como el equivalente histórico de mostrar el dedo medio. La cabeza decapitada se halló durante unas excavaciones en 1912 y hoy puede contemplarse en el British Museum, donde todavía evoca la osadía kushita.
Romanos contra kushitas
Ante los avances de Amanirenas y los suyos, Petronio reaccionó con una contraofensiva que reconquistó Asuán y avanzó hasta la propia Napata, antigua capital de Kush. Sin embargo, las durísimas condiciones climáticas del desierto nubio afectaron a las legiones romanas, mientras Amanirenas reunía un nuevo contingente para hostigarlas. Incapaces de abastecerse en territorio hostil, los romanos se vieron forzados a replegarse, lo que equilibró la contienda y abrió paso a la diplomacia.

Las negociaciones de paz: una victoria diplomática
Lejos de forzar la anexión, Roma aceptó negociar. En 21-20 a.C., los mediadores meroítas viajaron hasta Samos, donde Augusto pasaba el invierno, y entregaron al emperador un haz de flechas doradas. El emisario explicó que, si Roma aceptaba la paz, las flechas simbolizaban buena voluntad; si la rechazaba, debía conservarlas porque «las necesitaría en la guerra contra Kush y Amanirenas». El audaz mensaje surtió efecto: Roma prefirió la conciliación y se retiró del Alto Nilo.
El tratado final, que se firmó, hacia el 20 a.C.— reconocía la independencia de Kush, fijaba la frontera en Maharraqa y, lo más significativo, eximía a los meroítas de pagar tributo alguno a Augusto. Amanirenas obtenía así una paz honorífica que aseguraba la soberanía de su pueblo. La estabilidad conseguida fue tan duradera que las relaciones amistosas entre ambos estados se prolongaron hasta bien entrado el siglo III d.C. sin que Roma volviera a intentar someter Nubia.
Representaciones iconográficas y legado de Amanirenas
El nombre de Amanirenas ha llegado hasta nosotros a través de las fuentes romanas y kushitas, pero también gracias a la arqueología. Así, se han hallado representaciones en relieves y esculturas que muestran a la reina con atributos de poder, a menudo acompañada de elementos bélicos como espadas, arcos y escudos.
Una de las imágenes más impactantes la muestra tuerta, lo cual concuerda con los relatos que afirman que Amanirenas perdió un ojo en combate, signo tangible de su participación directa en la guerra. La famosa cabeza de Augusto, rescatada en Meroe y exhibida hoy en el British Museum, constituye el testimonio físico de su desafío al imperio, un recordatorio perenne de que una “reina ciega de un ojo” se atrevió a humillar al hombre más poderoso de su tiempo.

Redescubrir a Amanirenas en la historia global
La historiografía eurocentrista tradicional ha tendido a ignorar las gestas de los pueblos africanos, especialmente cuando estas desafían el relato del dominio occidental como destino inevitable. Amanirenas es la encarnación de una historia alternativa: la de un África activa, beligerante, soberana y liderada por mujeres. Su gesta cuestiona no solo los relatos sobre la expansión de Roma, sino también las narrativas contemporáneas sobre género, poder y resistencia.
Una nueva mirada a la historia
Amanirenas no fue una excepción aislada en la historia de Kush, pero sí una de sus figuras más sobresalientes. Su coraje en la guerra, su destreza diplomática y su férreo liderazgo en tiempos de crisis la convierten en una de las grandes soberanas de la historia africana. Que su nombre se haya marginado durante siglos no hace sino reforzar la necesidad de recuperar su legado. Hoy, cuando se multiplican los esfuerzos por ampliar y diversificar la memoria histórica, recordar a Amanirenas supone una reivindicación de la posibilidad de resistencia frente a los imperios más formidables.
Referencias
- Ajani, Kimoni Yaw. 2022. “The Converging Streams of Afrikan War and Resistance in the Afrikan World”. Journal of Black Studies, 53.7: 639-659. DOI: https://doi.org/10.1177/00219347221090
- Byron, Gay L. 2023. “The World of Kandake: Foregrounding Ethiopian Queens and Empires”, en Caroline Johnson Hodge, Timothy A. Joseph y Tat-siong Benny Liew (eds), Divided Worlds? Challenges in Classics and New Testament Studies, pp. 65-82. The Society of Biblical Literature.
Cortesía de Muy Interesante
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