Fuente de la imagen, Cortesía Fundación Villanueva/Fotografía Paolo Gasparini
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- Autor, Juan Francisco Alonso
- Título del autor, BBC News Mundo
Carlos Raúl Villanueva. Para los venezolanos, y en especial para los caraqueños, este nombre es sinónimo de modernidad.
Y no es para menos, porque a lo largo del siglo XX este arquitecto transformó a Caracas con escuelas, museos y enormes edificios residenciales con formas y colores nunca vistos.
Sin embargo, su gran obra: la Ciudad Universitaria, sede de la Universidad Central de Venezuela (UCV), fue lo que lo hizo pasar a la historia, en especial luego de que en diciembre de 2000 fuera declarada Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Pero mientras en el país sudamericano casi se venera a Villanueva como el santo de las obras públicas, el estadounidense Alexander Calder (1898-1978), uno de los renombrados artistas que colaboró con él en la Ciudad Universitaria, afirmó que su ingeniosa creación no era producto de un hombre común. Y, por eso, lo apodó “el diablo” en tono de sorna.
Por conmemorarse este año los 125 años del natalicio y el medio siglo de la muerte de Villanueva, BBC Mundo ahonda en la vida y obra del “maestro”, como lo llaman los arquitectos venezolanos.

Fuente de la imagen, Cortesía Fundación Villanueva/Fotografía Paolo Gasparini
Un servidor público
Villanueva nació en Londres en el año 1900, en el consulado venezolano, pues su padre, Carlos Antonio Villanueva, era el jefe de esa representación diplomática, se lee en el diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Empresas Polar.
A los 7 años, su familia se mudó a París (Francia). Y en la llamada ciudad luz, estudió en el Liceo Condorcet, primero; y luego en la Escuela de Bellas Artes, donde obtuvo el título de arquitecto.
En 1928, viajó por primera vez a la tierra de sus padres para hacer carrera. Esto, pese a que no dominaba el español.
“Venezuela, a diferencia de Europa, le ofrecía todas las posibilidades para ejercer la arquitectura, porque era un país por construirse y que tenía dinero”, le explicó a BBC Mundo José Humberto Gómez, decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas.
“También viaja en el período de entreguerras, donde el fascismo y el nacionalsocialismo ya están instalados y Europa se estaba volviendo invivible”, agregó el catedrático, quien estudió al arquitecto y su obra para su tesis doctoral.
Villanueva no solo llegó a una Venezuela mayoritariamente rural, sino sumida en una dictadura que iba camino de su tercera década en el poder.
“Mi papá consiguió un trabajo en el Ministerio de Obras Públicas, porque un hermano suyo conocía a un hijo del general Juan Vicente Gómez y lo ayudó”, admitió a BBC Mundo Paulina Villanueva, una de las hijas del arquitecto.

Fuente de la imagen, Cortesía Fundación Villanueva / Fotografía Paolo Gasparini
“Cuando le plantean a Gómez que hay un arquitecto llegado de Francia, Gómez pregunta: ‘¿Y qué diablos es un arquitecto?’ Y el hijo del general le responde: ‘Es como un ingeniero, pero además de hacer las cosas buenas, las hace bonitas'”, narró la también profesora de Arquitectura de la UCV de Caracas.
Haciendo posible lo imposible
A la muerte de Gómez, Villanueva se traslada a Caracas y participa en los planes para que la capital venezolana, que ni siquiera tenía 300 mil habitantes en esa época, dejara de ser una aldea y se convirtiera en una urbe moderna.
Así, proyecta las primeras escuelas y edificios de viviendas, en los que no solo combinó elementos de la arquitectura colonial con el neoclasicismo, sino que incluyó expresiones artísticas como las esculturas o los relieves.
Para finales de la década de 1930, Villanueva vuelve a París para realizar estudios de urbanismo y participa en la creación del pabellón de Venezuela de la exposición internacional que se celebró en 1937 en la capital francesa.
Por esta obra recibe un premio y entró en contacto con el trabajo de Calder, cuyos móviles lo convirtieron en el precursor de la escultura cinética.
Una obra del estadounidense estaba en el Pabellón de la República Española, donde se exhibía el “Guernica” de Pablo Picasso.

Fuente de la imagen, Cortesía Fundación Villanueva
Para la década 1940, Villanueva recibe el encargo que lo inmortalizará: la Ciudad Universitaria de Caracas.
“En la Ciudad Universitaria, Villanueva desincorpora las ideas neoclásicas para transformarse en un arquitecto moderno hasta llegar a ser un moderno abstracto, pero sin abandonar los principios de la arquitectura para el trópico, siempre pensando en la ventilación, la iluminación natural y los corredores techados para que las personas puedan resguardarse de la lluvia y el sol”, explicó Gómez.
Sin embargo, es en el llamado conjunto central donde Villanueva donde logra a plenitud eso que los expertos han llamado “la síntesis de las artes”.
Para la zona, que incluye una plaza techada y la célebre Aula Magna, la sala con capacidad para más de 1.700 personas diseñada para dictar clases, celebrar conciertos y donde se producen las graduaciones de los estudiantes, el arquitecto contactó personalmente a los artistas venezolanos y extranjeros más famosos del momento.
“A través del arquitecto José Luis Sert (quien diseñó el pabellón de la República Española) mi papá consiguió una cita con Calder en Estados Unidos. Le llevó el plano y Calder le dijo: ‘Este es un proyecto demasiado ambicioso. Si usted logra concluirlo, entonces no es un hombre, sino un diablo'”, relató la hija del arquitecto.
El estadounidense rechazó la oferta de realizar una obra para el exterior del recinto y pidió que la suya estuviera adentro.

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Villanueva, entonces, le encargó darle color y forma a los paneles de madera que desde el techo debían darle acústica a la sala. ¿El resultado? Unos ovoides en tonos rojizos, azulados y amarillos conocidos popularmente como las “Nubes de Calder”.
Murales, esculturas y vitrales de los franceses Jean Arp y Fernand Leger, y del húngaro Víctor Vasarely completan el conjunto.
Superando los obstáculos
Para 1955, Calder visitó Caracas para contemplar in situ su obra ya concluida.
“Él entró, se sentó en una butaca y viendo las nubes en el techo dijo: ‘Carlos se mueven’. Y de ahí en adelante siempre llamó a mi papá ‘el diablo’ y le hizo una silla, que bautizó como la ‘Silla del Diablo'”, remató la profesora Villanueva.
El peculiar asiento de acero y con formas puntiagudas aún reposa en Villa Caoma, la residencia de Villanueva en Caracas, que él mismo diseñó.
Esta versión fue corroborada por la Fundación Calder, institución que administra el legado del artista estadounidense.
“Calder se refirió bromeando a Villanueva como ‘el diablo’ por haber sacado adelante el extraordinariamente ambicioso proyecto de la Universidad Central de Venezuela”, afirmaron por escrito desde la organización a BBC Mundo.
“Calder pensaba que Villanueva había hecho un pacto con el diablo, porque era casi imposible creer que aquello fuese viable, pero la verdad es que lejos de haber hecho un pacto con las fuerzas oscuras, Villanueva hizo un pacto con la luz y la creatividad”, aseveró Gómez.
El artista estadounidense quedó fascinado con el resultado y en los años siguientes llegó a calificar a sus “Nubes” como su mejor obra, recordó la historiadora del arte Phyllis Tuchman, en un artículo publicado en la revista The Smithsonian.

Fuente de la imagen, Cortesía Fundación Villanueva
Sin embargo, el proyecto estuvo en riesgo.
“Cuando estaban construyendo el Aula Magna, las malas lenguas le fueron a decir a (el general, Marcos) Pérez Jiménez (el dictador que gobernaba a Venezuela) que mi papá, que era un loco, tenía a un artista americano, que era otro loco, y que estaban montando unas cosas raras de colores en el techo del Aula”, reveló la profesora.
“Pérez Jiménez se presentó en el sitio y vio los platillos y preguntó: ‘¿Y esto qué es?’. Y mi papá, le dijo: ‘Es algo funcional, general’. ‘Bueno, si es funcional, está bien’, dijo Pérez Jiménez y se fue”, prosiguió.
En las últimas siete décadas, bajo las “Nubes de Calder” no solo miles de venezolanos han recibido su título universitario, sino que otros tantos han podido disfrutar de estrellas como Marcel Marceau, Mstislav Rostropóvich o Montserrat Caballé.

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El arquitecto, posiblemente el más prolífico de Venezuela, con más de 200 obras en su haber, desarrolló toda su carrera en el Estado, un hecho que aún hoy genera controversia.
“Por allí me dicen: ‘Tu papá trabajó para la dictadura’, pero yo replicó: ‘No, trabajó en dictadura’. Porque durante los 40 años de ejercicio profesional de mi papá se sucedieron dos dictaduras (la de Gómez y la de Pérez Jiménez) y varios regímenes democráticos, pero él siempre estuvo en el Estado”, explicó la profesora.
“Nunca tuvo una oficina profesional propia. Él siempre fue un empleado público”, agregó.
Villanueva, quien siempre defendió que la arquitectura debía ser “humanista” y tenía la misión de “transformar la realidad”, no mostró interés en lucrarse, pese a que su suegro era uno de los constructores y promotores inmobiliarios más importantes de la época.
“No podía someterme al capricho de los particulares, mi preocupación iba más allá, hacia el interés social”, escribió el maestro.
“Prefirió trabajar con el Estado, porque la calidad de las oportunidades que encontró no tenían parangón. Sabes lo que es que te encarguen la Ciudad Universitaria. Frente a esa oportunidad es muy difícil aceptar el encargo de una casa”, ejemplificó Gómez.

Fuente de la imagen, Cortesía Fundación Villanueva
Un maestro inigualable
A Villanueva se le exalta por su idea de integrar las distintas artes en sus edificios y esto su hija se lo atribuye a que, para él, “el arte no era para estar en los museos o para ser un simple un decorado”.
Sin embargo, hay quienes creen que también fue un pionero de la interdisciplinariedad.
“Muchas de las estructuras de la Ciudad Universitaria desafían la gravedad. Para lograrlas la creatividad de los ingenieros fue factor determinante (…) La vegetación también juega un papel preponderante en la generación de espacio y control climático. Para lograr esto, paisajistas, biólogos y botánicos también participaron”, explicó Oscar Grauer, profesor de Paisajismo Urbano en la Universidad de Pennsylvania (EE.UU.)
Por su parte, el decano de Arquitectura de la UCAB de Caracas aseveró que el principal legado de Villanueva fue cómo construir para “nuestro clima y nuestra forma de ser”.
“Si piensas en una plaza cubierta de la Ciudad Universitaria, a la que vamos a encontrarnos; o en el jardín de Tierra de Nadie, donde estamos distendidos sobre la grama, estos lugares no funcionarían si fuéramos una sociedad que no se interesa por el prójimo, en la que no nos hablamos y somos introspectivos”, agregó.
Y ¿qué fue de la relación entre Calder y Villanueva tras la finalización del Aula Magna? Los dos siguieron en contacto y el venezolano apoyó al estadounidense, consiguiéndole “encargos, además de organizar una importante exposición de su arte en el Museo de Bellas Artes de Caracas, en 1955”, recordaron desde la Fundación.
En las cartas que intercambiaron, hasta la muerte de Villanueva en agosto de 1975, el estadounidense “siempre dibujaba un diablo o una cola de diablo”, recordó la hija del maestro.

Fuente de la imagen, Getty Images

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Cortesía de BBC Noticias
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