Quién fue el “Pinochet africano” y cómo el “cazador de dictadores” contribuyó a su caída

Fuente de la imagen, DOMINIQUE FAGET/AFP via Getty Images

    • Autor, Fernanda Paúl
    • Título del autor, BBC News Mundo@HayFestivalQuerétaro

Apodado el “Pinochet africano”, Hissène Habré -expresidente de Chad- fue durante décadas sinónimo de miedo y represión.

Pero 26 años después de ser derrocado, en mayo de 2016, su nombre también se convirtió en sinónimo de justicia internacional, al ser el primer exjefe de Estado en ser condenado por delitos contra los derechos humanos en los tribunales de otro país.

Su implacable perseguidor fue el abogado estadounidense Reed Brody, llamado por varios medios el “cazador de dictadores”, quien lideró una compleja -y, a ratos, frustrante, admite- defensa de las víctimas de Habré, quien tomó el poder de la antigua colonia francesa en 1982.

En su libro “Atrapar a un Dictador” -que en mayo lanzó su primera edición en español- Brody cuenta detalles inéditos del largo proceso judicial para el que utilizó los mismos principios jurídicos que se aplicaron en la detención del chileno Augusto Pinochet en Londres, en 1998.

El abogado también participó de ese caso, coordinando la intervención de la organización internacional Human Right Watch en apoyo a las víctimas.

“El caso de Pinochet fue imprescindible para poner a Hissène Habré tras las rejas; fue un despertar para los activistas y las víctimas de todos los regímenes represivos del mundo”, señala en entrevista con BBC Mundo.

De la vida rural al poder

Hissène Habré gobernó Chad durante ocho años, desde 1982 hasta ser derrocado en 1990.

Nacido en 1942 en el seno de una familia de pastores en Faya-Largeau, una ciudad en el vasto desierto del norte del país africano, su infancia ciertamente no anticipaba que un día llegaría a ocupar el palacio presidencial.

Reed Brody, con un abrigo beige, junto a un grupo de manifestantes, uno de ellos tiene una pancarta con la foto de Pinochet que dice en inglés:

Fuente de la imagen, CORTESÍA DE REED BRODY

Pero su destino comenzó a cambiar cuando lo enviaron a estudiar Ciencias Políticas a París. “Allí se impregnó de ideas revolucionarias”, explica Reed Brody.

“Estaba fascinado con la figura del Che Guevara, y se veía a sí mismo como alguien que iba a liberar a su pueblo”.

“En esto, tiene una diferencia importante con Pinochet, quien era más bien un católico defensor de la tradicionalidad y cercano a la derecha”, añade.

En 1971, con sólo 29 años, Habré regresó a su país y se dedicó a formar una milicia en el desierto que terminó por convertirse rápidamente en un sólido ejército de cientos de hombres.

Sus tropas se hicieron conocidas en 1974, cuando capturaron a tres ciudadanos europeos, entre los que estaba la arqueóloga francesa Françoise Claustre.

Su objetivo era intercambiar a los rehenes por cuantiosos montos de dinero, lo que logró sólo con uno de ellos. Otro escapó y Claustre permaneció en cautiverio durante más de 30 meses.

Aunque finalmente fue liberada, su caso logró que Habré fuera reconocido como un “poder a tener en cuenta”, afirma Brody en su libro.

En 1978, el entonces presidente de Chad, el general Félix Malloum, nombró a Hissène Habré como su primer ministro.

Eran tiempos convulsos, en los que Muamar Gadafi, gobernante de la vecina Libia, ordenó diversas invasiones en el norte de Chad.

Tras Malloum, Goukouni Oueddei, un aliado de Gadafi, tomó la presidencia y eligió a Habré como su ministro de Defensa.

Pero éste se volvió en su contra, molesto por la influencia de Libia, con lo que se ganó el apoyo de Francia y de Estados Unidos, respaldos que le allanaron el camino hasta que en junio de 1982 lideró un golpe de Estado que lo llevó a la presidencia.

Hissène Habré vestido con un uniforme verde

Fuente de la imagen, Daniel SIMON/Gamma-Rapho via Getty Images

“Aunque él se llenaba la boca con un discurso revolucionario, con frases como ‘abajo el imperialismo’, no dudó en aceptar la ayuda de Washington, al que solo le interesaba que fuera un contrapeso de Gadafi”, explica Brody.

“En ese sentido, tiene una similitud con Pinochet: los dos llegaron al poder no tanto por lo que eran ellos sino por el contrapeso a figuras que para EE.UU. eran una amenaza”, agrega.

Apoyo y represión

Otra clara similitud con Pinochet, indica Brody, fue el nivel de represión que ambos impusieron durante sus mandatos, con la creación de policías secretas y agencias de inteligencia.

“Los dos eran inteligentes y sabían que tenían que cooptar lo suficiente para mantenerse en el poder, porque ninguno de los dos contaba con el respaldo de las mayorías en sus países”, dice el abogado.

“En cuanto ocupó el cargo de presidente, Habré cambió su uniforme por un largo boubou (túnica) blanco, estableció un régimen de partido único, ilegalizó la oposición y fomentó el culto a su persona”, escribe el estadounidense en su libro.

A su vez, creó la Dirección de Documentación y Seguridad (DDS), un organismo de inteligencia y seguridad que desempeñó un rol clave en la represión y en la violación de los derecho humanos. Sus directores le reportaban directamente.

Un grupo de mujeres y hombres con una fotografía de Hissen Habré y con su nombre escrito en la ropa

Fuente de la imagen, JOEL ROBINE/AFP via Getty Images

Un estudio de 714 páginas realizado por la organización Human Rights Watch (HRW), de la cual Reed Brody era parte, documenta cómo Habré fue responsable de asesinatos políticos y tortura sistemáticos y de miles de arrestos arbitrarios.

“Atacó periódicamente a la población civil, y a diversos grupos étnicos (…), asesinando y arrestando masivamente cuando percibió que sus líderes representaban una amenaza para el gobierno”, asegura el documento de HRW.

Según un extracto del libro de Reed Brody, “cuando se producían interrogatorios a prisioneros, la tortura no era una excepción, sino la norma”.

“Uno de los métodos más empleados fue el tristemente célebre arbatachar, en el que se le ataban al prisionero las extremidades a la espalda para interrumpirle la circulación, cosa que a menudo daba como resultado la parálisis permanente. A otros presos les colocaban la cabeza sobre una plancha y se la prensaban, o les aplicaban descargas eléctricas, o los torturaban ahogándolos”, se señala en “Atrapar a un Dictador”.

Una comisión de investigación formada en Chad después de que Habré fuera depuesto aseguró que durante los ocho años que estuvo en el poder, hubo unos 40.000 asesinatos por motivos políticos y 200.000 casos de tortura.

Pese a ello, tuvo un grupo sólido de defensores que, si bien fue debilitándose con los años, mantuvo siempre un núcleo fuerte.

Brody recuerda que en una de sus visitas a Chad fue expulsado a gritos por partidarios del exdictador, una señal de que, incluso después de ser derrocado y cuando las denuncias en su contra ya eran evidentes, seguía conservando cierto apoyo.

¿Quién sería el próximo?

Cuando en 1990, Hissène Habré fue derrocado por fuerzas rebeldes respaldadas por Libia y lideradas por el militar Idriss Débyse, se vio forzado a escapar y refugiarse en Senegal, en África occidental, donde vivió tranquilamente durante años.

Reed Brody con barba canosa y una chaqueta azul.

Fuente de la imagen, Cortesía de Isabel Coixet

Pero esa tranquilidad se empezó a quebrar tras la detención de Pinochet en Londres en octubre de 1998.

“Después de ese momento, mis colegas y yo reunimos fotos de tiranos y dictadores del mundo y las pinchamos sobre un mapa que colgaba de la pared de mi oficina”, explica Brody.

“La pregunta era ¿por quién vamos ahora? Necesitábamos un caso en el que todo el mundo estuviera de acuerdo. El de Hissène Habré se convirtió en ese caso”.

El abogado afirma que en ese momento una abogada de Chad lo visitó y le dijo: ‘Nosotros queremos hacer lo que hicieron las víctimas de Pinochet’.

Y así fue como se pusieron a trabajar.

El hecho de que Habré estuviera en Senegal podría jugarles a favor, pensaron los expertos, pues era un país que se “enorgullecía de su adhesión a las leyes internacionales”, y había sido el primero del mundo en formar parte de la Corte Penal Internacional (CPI), explica Brody.

Además, había ratificado la Convención contra la Tortura (creada por las Naciones Unidas), obligándose así a “extraditar o juzgar” a los presuntos torturadores que se hallasen en su territorio.

Piedras en el zapato

Pero aunque durante en un comienzo el equipo logró avances sorprendentes, las decisiones contra Habré eran constantemente revocadas y nuevos obstáculos aparecían. El camino de la búsqueda de justicia terminó durando 16 años (de 2000 a 2016).

En ese período, Reed Brody visitó Chad en varias ocasiones.

En una de esas visitas, en 2001, estuvo en La Piscina, uno de los centros de detención de Habré.

Para su sorpresa, allí se encontró con cientos de documentos esparcidos en el suelo que contenían información muy relevante para la investigación: expedientes de los detenidos, listados de prisioneros, certificados de defunción, informes de interrogatorios y espionaje, y mucho más.

“Reconocimos de inmediato que aquello constituía una auténtica mina de oro”, señala Brody.

“A partir de ese momento, nadie podía dudar de la gravedad del caso”, agrega.

Reed Brody con un grupo de mujeres vestidas con ropa tradicional de Chad y dos hombres, uno de ellos vestido de traje y corbata

Fuente de la imagen, VICTOR AFFARO

Pero incluso con esa contundente prueba, Habré todavía estaba lejos de ser juzgado. Las trabas para procesarlo no dejaban de aparecer.

Para Reed Brody, uno de los momentos más demoledores ocurrió en 2010, cuando el Tribunal de Justicia de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (ECOWAS, por sus siglas en inglés) dictaminó que Senegal sólo podía procesar a Habré ante un tribunal internacional ad hoc.

“Esa decisión tuvo la clara intención de protegerlo. Pensábamos que después de eso nunca íbamos a poder juzgarlo”, dice Brody.

“Pero finalmente fue un regalo encubierto para nosotros”, confiesa, ya que les permitió crear un tribunal a medida que, al menos en teoría, facilitaría su procesamiento.

Portada del libro

Fuente de la imagen, Editorial Debate

Con eso solucionado, solo les quedaba una piedra de tope que, sin embargo, no era menor: el gobierno de Senegal.

“El presidente Abdoulaye Wade, con quien yo me reuní cuatro veces, no era amigo de Habré y sabía que era un criminal, pero estaba bajo mucha presión”, le explica Brody a BBC Mundo.

“Por un lado, de los líderes religiosos, con quienes Habré había hecho lazos importantes, pero también de los otros jefes de Estado africanos que, según Wade, no iban a entender que juzgara a uno de ellos”.

“Así, durante 12 años jugamos al gato y al ratón con él, hasta que en 2012 perdió la presidencia y por fin el caso empezó a avanzar”, señala el abogado.

En junio de 2013, Habré fue puesto bajo custodia policial. Un mes después, el 20 de julio, comenzó el juicio en su contra.

“Por fin estaba donde merecía: en el banquillo de los acusados y ante un tribunal penal internacional”, afirma Brody en su libro.

Habré, vestido con un largo boubou blanco, está sentado en una sala de un tribunal. Al frente de él, varios agentes de seguridad están parados

Fuente de la imagen, Cemil Oksuz/Agencia Anadolu/Getty Images

“La victoria total”

El juicio, que duró casi tres años, culminó en mayo de 2016 con una decisión demoledora para Habré: fue condenado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y tortura, incluyendo violación y esclavitud sexual.

“Pasé tanto tiempo obsesionado, con el peso del caso sobre mí, que el momento del veredicto fue una especie de liberación, un alivio”, reconoce Reed Brody.

Cuatro manifestantes con pancartas que tienen mensajes con los que exigen justicia y respeto

Fuente de la imagen, Cemil Oksuz/Anadolu Agency/Getty Images

“Lo habíamos logrado, la victoria era total; la alegría inconmensurable”.

La celebración de las víctimas y de los abogados fue tan intensa que no se dieron cuenta cuando sacaron a Habré de la sala, caminando con el puño en alto.

Después de eso, Brody no volvió a verlo.

Hissène Habré permaneció en prisión hasta agosto del 2021, cuando murió de covid-19 en un hospital en Dakar, la capital de Senegal.

Un final que, por cierto, fue diferente al de Pinochet quien, a pesar de ser procesado y acusado de diversos crímenes, nunca fue condenado como Habré.

“Pero Pinochet tampoco terminó como le hubiera gustado terminar”, dice Brody.

“Murió perseguido por la justicia y desacreditado”, concluye.

Raya gris

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Cortesía de BBC Noticias



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