A las 21:40 del sábado, en el escenario principal del festival Quilmes Rock, y tras un vibrante show de Rata Blanca en el tablado vecino, No Te Va Gustar salió a escena, y al inicio se mandó con una propuesta “ramonera”: No te quiero acá, Cero a la izquierda y Al vacío sonaron enganchadas y sin respiro, para algarabía de un público un tanto menor en número al que vio a Walter Giardino y compañía, pero con una fidelidad comprobada tras corear éstas y cada una de las canciones que conformaron el concierto de un grupo que navega cómodo entre el rock, el pop y el ska-reggae más dulzón.
Tras la apertura, y antes de A las nueve, se presentó a la audiencia Emiliano Brancciari, líder de la banda. “Es un honor estar tocando en este festival tan importante en el que estuvimos hace muchísimos años. En ese momento tocamos de día, y ahora estamos tocando a esta hora gracias a ustedes. Vamos a hablar poco y a tocar la mayor cantidad de canciones posibles. Es la vez que tocamos más cerca de mi Munro natal, así que ojalá que les guste este show”, afirmó.
Nicki Nicole dijo presente a través de las pantallas para entonar su parte en Venganza tras ajustadas interpretaciones de Hijo de las armas y No te imaginás, en donde Emi dejó relucir todo su carisma escénico. Antes del final, el cantante dejó un anuncio: la banda se presentará en el Movistar Arena los próximos 21 y 22 de mayo junto con la Orquesta Filarmónica de Medellín para hacer sonar su repertorio en conjunto, tal como ocurrió en febrero pasado en Colombia.
Tras un intermedio en donde Pity Álvarez, al igual que el fin de semana pasado y a través de un video, prometió un ¿regreso? (“Me muero por estar ahí y por estar entre el público, escuchando a las bandas, pero van a tener que esperar un ratito más”), a las 23 horas, con puntualidad británica, Bye Bye dio comienzo a un show de Babasónicos que fue de menor a mayor.
Tras sus espectaculares shows en el Movistar Arena para celebrar Trinchera, su último álbum, quedó claro que las sutilezas sonaras del disco llevadas al directo se lucen más en un lugar cerrado que un festival al aire libre o en un show como el que brindaron en el Campo de Polo.
Las distorsiones vocales de Adrián Dárgelos en Anubis, por ejemplo, se terminaron perdiendo en el aire de la multitud, y lo mismo ocurrió con el entramado percusivo de Mimos son mimos o con las sutilezas melódicas de Paradoja. Este comentario no amonesta a un combo que aparce más sólido que nunca (la viola de Mariano Roger sonó inspiradísima) ni a la performance de Dárgelos, que magnetiza al espectador con un tono seductor que con los años ya es un clásico indiscutido.
La gran Tajada, su último single, dio paso a una seguidilla imbatible con La lanza e ¿Y qué?, y se terminó de desatar la fiesta. Y ahí es donde los forajidos de siempre le ganan la batalla por knock-out a todos: a los fieles y a los herejes. Fingiendo más sin mostrar lo que se siente, sin acatar límites, preguntando quien está dispuesto a matar o a morir, siendo rock o con la confusión de ser irresponsables.
Cortesía de Clarín
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