Rattenkrieg: las guerras libradas en túneles y madrigueras

Durante la Segunda Guerra Mundial, el horror de los enfrentamientos no se limitó a los campos abiertos o las trincheras. En algunas zonas del frente, el combate descendió —literalmente— al subsuelo. Fue allí donde surgió una de las formas más brutales y viscerales de enfrentamiento: el “Rattenkrieg” o “guerra de ratas”, como la denominaron los soldados alemanes. Esta expresión alude al tipo de lucha que se producía en los túneles, las ruinas y las estructuras subterráneas, donde el enemigo podía estar a escasos metros, invisible, pero letal.

En estas condiciones extremas, los soldados desarrollaron nuevas estrategias, herramientas y actitudes. La guerra bajo tierra no solo transformó el modo de combatir, sino también la psicología de quienes la vivieron. Este artículo se adentra en las guerras libradas en madrigueras y túneles, donde la oscuridad, el silencio y la cercanía del enemigo redefinieron el concepto mismo del combate.

Recreación fantasiosa de túneles durante la Segunda Guerra Mundial. Fuente: Midjourney/Erica Couto

El origen del término “Rattenkrieg”

La palabra Rattenkrieg fue popularizada por los soldados del VI Ejército alemán durante la batalla de Stalingrado (1942-1943). El término reflejaba tanto el tipo de lucha como su brutalidad. La guerra urbana, marcada por la destrucción, obligó a combatir casa por casa, sótano por sótano, alcantarilla por alcantarilla. En ese entorno, los soldados se desplazaban como ratas, acechando al enemigo entre las ruinas mediante el uso de cuchillos, bayonetas, granadas de mano o incluso a cuerpo abierto.

A diferencia del combate convencional, el Rattenkrieg exigía una proximidad constante con el enemigo. No había una línea de frente clara ni tampoco una retaguardia segura: cualquier sombra podía ser una amenaza. Esta situación favoreció a quienes mejor conocían el terreno, como los zapadores soviéticos, que desarrollaron tácticas para moverse a través de túneles y utilizar el entorno en su favor.

Stalingrado: el epicentro del Rattenkrieg

Stalingrado fue el escenario más icónico del Rattenkrieg. La ciudad, arrasada por los bombardeos previos al asalto alemán, se convirtió en un laberinto de escombros, sótanos colapsados y edificios sin paredes, ideal para librar en él la guerra subterránea. Allí, la 13ª División de Fusileros de la Guardia soviética y otras unidades urbanas resistieron con ferocidad mientras utilizaban la infraestructura derruida para ganar ventaja táctica.

Uno de los casos más célebres lo protagonizó Yakov Pavlov, comandante de un pequeño grupo que defendió una casa en ruinas durante más de dos meses. La “casa de Pavlov” se transformó en un símbolo de la resistencia urbana. Estaba conectada a una serie de túneles que permitían a los soviéticos recibir suministros y refuerzos sin exponerse al fuego enemigo.

Este tipo de resistencia solo era posible gracias a la preparación subterránea. Los soviéticos no dejaron nada al azar: emplearon obreros, mineros y zapadores para fortalecer sus posiciones, minar accesos e incluso construir pasajes secretos entre edificios. El subsuelo de Stalingrado se convirtió en un mundo paralelo, donde la luz del sol rara vez penetraba y la lucha se desarrollaba en una dimensión sensorial distinta.

Rattenkrieg
La guerra librada en los túneles dejó graves secuelas en los soldados. Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

El subsuelo como campo de batalla

La guerra en túneles no fue exclusiva del frente soviético. También en el Pacífico, las fuerzas japonesas convirtieron cuevas, sistemas volcánicos y estructuras excavadas en verdaderas fortalezas. Durante la batalla de Iwo Jima en 1945, por ejemplo, las tropas estadounidenses se enfrentaron a una red defensiva subterránea de extraordinaria complejidad, diseñada por el general Tadamichi Kuribayashi.

Los japoneses habían excavado más de 18 kilómetros de túneles bajo la isla. Estas estructuras incluían hospitales, centros de mando, depósitos de munición y pasadizos de comunicación, todos ocultos bajo la superficie. Todo ello permitió al ejército japonés oponer una resistencia prolongada y feroz. Los marines estadounidenses no podían avanzar sin sufrir ataques por sorpresa desde el subsuelo. La guerra en Iwo Jima no solo fue una lucha por el terreno, sino por cada metro bajo tierra.

En Vietnam, dos décadas después, el Viet Cong perfeccionaría esta táctica con los célebres túneles de Củ Chi. Los soldados vietnamitas vivían, combatían y desaparecían bajo tierra, desafiando toda superioridad aérea y tecnológica de los Estados Unidos.

La figura del “tunnel rat”

Frente a estas amenazas invisibles, el ejército estadounidense creó unidades especializadas en detectar y limpiar túneles. Nacieron así los “tunnel rats” o ratas de túnel, soldados entrenados para introducirse en espacios angostos, oscuros y, con frecuencia, también minados, donde cada paso podía ser el último.

Estos hombres operaban casi sin equipamiento: una pistola, una linterna y un cuchillo les bastaban. Su tarea consistía en rastrear los túneles del Viet Cong, neutralizar trampas, capturar documentos o prisioneros y regresar con vida. El margen de error era nulo; la claustrofobia, constante. El testimonio de los tunnel rats revela una dimensión casi animal del combate: debían desarrollar instintos, escuchar el más leve ruido y moverse sin hacer el menor sonido.

Los vietcongs, por su parte, perfeccionaron su ingeniería subterránea. Los túneles tenían múltiples entradas, salidas de emergencia, trampas explosivas y cámaras para emboscadas. En este tipo de guerra, el ingenio se convirtió en un arma tan letal como el fusil.

Rattenkrieg
Recreación fantasiosa de túneles durante la Segunda Guerra Mundial. Fuente: Midjourney/Erica Couto

El impacto psicológico del combate subterráneo

El Rattenkrieg dejó cicatrices incurables en quienes lo vivieron. La sensación de estar atrapado, la imposibilidad de distinguir entre el amigo y el enemigo y el estrés de un combate sin tregua hirieron la mente de muchos soldados. Los combates en túneles no solo exigían resistencia física, sino una fortaleza mental excepcional.

El enemigo podía estar en cualquier parte: encima, debajo, detrás de una pared colapsada. Muchos veteranos recordaron estas experiencias como las más traumáticas de la guerra, incluso por encima de los combates abiertos. El miedo al subsuelo, a la oscuridad, al silencio interrumpido por un disparo o una explosión se volvió parte de las cicatrices de estas guerras invisibles.

El Rattenkrieg representa una de las expresiones más crudas y primitivas del combate moderno. En la oscuridad de los túneles y las ruinas, la guerra se despojó de toda estrategia grandilocuente y se convirtió en una lucha por la mera supervivencia. Allí, el soldado no era más que un cuerpo que se desplazaba a tientas, acechado por un enemigo invisible y dejándose guiar por sus instintos más básicos.

Referencias

  • Sánchez, David, 2024. Animales de combate. Madrid: Pinolia.
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Cortesía de Muy Interesante



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