¿Realmente usaban “palillos” nuestros antepasados? Este estudio en primates salvajes cambia lo que creíamos saber sobre los primeros hábitos humanos

Durante décadas, las pequeñas ranuras en las raíces dentales de antiguos fósiles humanos se interpretaron como las primeras pruebas de una costumbre muy humana: limpiarse los dientes con herramientas rudimentarias, algo así como los “palillos” prehistóricos. Sin embargo, un nuevo estudio liderado por el investigador Ian Towle y publicado en la revista American Journal of Biological Anthropology ha desafiado esta idea de forma inesperada al documentar por primera vez la aparición de estas mismas marcas en primates salvajes no humanos. Lo que parecía un comportamiento exclusivo de nuestra especie podría tener una raíz mucho más natural, y menos simbólica, de lo que imaginábamos.

Lo que los dientes antiguos nos contaban… ¿mal?

Los dientes son cápsulas del tiempo. Mientras el resto del cuerpo se degrada con el paso de los milenios, los dientes permanecen. Duros, resistentes, y con frecuencia conservando señales invisibles a simple vista que revelan cómo era la vida —y la dieta— de quienes los portaron. Por eso, desde principios del siglo XX, esas misteriosas ranuras en la base de algunos dientes humanos fósiles fueron vistas como huellas de un comportamiento aparentemente moderno: el cuidado bucodental. Algunos arqueólogos llegaron a afirmar que los “surcos de palillo” eran el hábito humano más antiguo jamás registrado.

Estos surcos aparecían entre dientes, a menudo en molares, con una forma alargada, estriada y claramente diferenciada del desgaste natural por masticación. Su presencia en fósiles de hace más de 1,8 millones de años, incluyendo especies como Homo erectus o los neandertales, reforzaba la idea de que nuestros antepasados utilizaban palillos de hueso, madera o fibras vegetales para aliviar molestias dentales, eliminar restos de comida o incluso como costumbre social.

Hasta aquí, todo encajaba con una narrativa de creciente sofisticación cultural. Pero había un detalle incómodo: nadie se había parado a verificar si esos surcos también aparecían en primates.

A lo largo de nuestra evolución se han identificado extraños surcos dentales, presentes tanto en fósiles de hace 1,8 millones de años como en restos mucho más recientes de neandertales
A lo largo de nuestra evolución se han identificado extraños surcos dentales, presentes tanto en fósiles de hace 1,8 millones de años como en restos mucho más recientes de neandertales. Foto: Istock

El giro inesperado: lo que revelan los primates salvajes

El nuevo estudio, que ha analizado más de 500 especímenes de 27 especies diferentes de primates salvajes —desde chimpancés y gorilas hasta monos colobos y orangutanes fósiles— ha arrojado una conclusión inquietante: sí, existen surcos similares en animales que, hasta donde sabemos, no utilizan herramientas para limpiarse los dientes.

En concreto, un 4% de los individuos examinados presentaba este tipo de marcas. Aunque no es un porcentaje elevado, su mera existencia cuestiona todo el relato construido en torno a esos surcos como una evidencia de cultura material humana. En algunos casos, como el de un orangután del museo Field de Chicago, el desgaste es sorprendentemente parecido al observado en fósiles de homínidos. Pero en estos animales no hay ni rastro de utensilios dentales. Entonces, ¿qué está causando estas marcas?

Las conclusiones de Towle y su equipo apuntan hacia un origen natural y multifactorial. Muchas de estas lesiones podrían deberse a una dieta rica en frutas ácidas, que erosiona lentamente el esmalte dental a lo largo de los años. En otros casos, la combinación de abrasión por arena, masticación de elementos duros o incluso el desgaste por fricción entre los dientes durante el masticado podría explicar la aparición de estas marcas.

Además, los investigadores señalan que no encontraron en ningún primate lo que en odontología moderna se conoce como “lesiones por abfracción”: cavidades en forma de cuña, profundas, cerca del cuello del diente, muy comunes en humanos actuales. Estas lesiones suelen estar asociadas a hábitos contemporáneos como cepillarse con demasiada fuerza, rechinar los dientes por estrés o consumir bebidas muy ácidas de forma habitual.

Esto sugiere que ciertos problemas dentales que considerábamos “naturales” pueden ser más bien productos de nuestras costumbres modernas. Y, por contraste, revela que lo que considerábamos “cultural” en el pasado puede, en realidad, tener un origen puramente biológico.

El problema de humanizar el pasado

Este hallazgo no solo tiene implicaciones para la paleontología, sino también para la forma en que interpretamos cualquier comportamiento del pasado. Durante décadas, ha habido una tendencia a atribuir un componente simbólico o tecnológico a cualquier patrón extraño en los huesos o dientes antiguos. Pero el estudio recuerda que la naturaleza también deja huellas. Y que, antes de hablar de costumbres o tecnología, hay que mirar con atención a nuestros parientes más cercanos.

Esto ya ha ocurrido en otros contextos. Por ejemplo, en el debate sobre los supuestos enterramientos de Homo naledi, donde algunos expertos defienden una práctica funeraria compleja y otros, una explicación más sencilla: cuerpos arrastrados por el agua hacia una cueva. Ahora, con los dientes, el caso se repite.

El impulso por encontrar pruebas de sofisticación en el pasado humano, aunque comprensible, puede hacernos ver cultura donde solo hay desgaste, erosión o biología. Este estudio, sin eliminar del todo la posibilidad de que algunos homínidos sí usaran palillos, introduce una dosis necesaria de escepticismo.

Un molar perteneciente a un neandertal
Un molar perteneciente a un neandertal. Foto: Nowaczewska et al., Journal of Human Evolution (2021)

De la prehistoria a la clínica dental

Pero más allá del pasado remoto, estas conclusiones nos afectan en el presente. Comprender que lesiones como la abfracción —esas cuñas molestas y dolorosas que afectan a millones de personas hoy— son exclusivamente humanas, y probablemente modernas, abre la puerta a una nueva mirada sobre nuestros problemas dentales.

Este tipo de hallazgos refuerza la idea de que muchas de las dolencias dentales actuales no se deben a nuestra herencia genética ni a la evolución del linaje primate, sino a los hábitos modernos. El cepillado excesivo, el consumo de bebidas azucaradas o las dietas basadas en alimentos ultraprocesados han impuesto exigencias para las que nuestra dentadura no está preparada.

En cambio, los primates salvajes, pese a dietas duras y abrasivas, no presentan este tipo de problemas. Sus dientes se desgastan, sí, pero de manera natural y armónica con su evolución. Algo que deberíamos tener en cuenta antes de culpar a la genética por nuestras visitas al dentista.

Este estudio es un recordatorio potente de que la historia de la humanidad está escrita en huesos y dientes, pero también de que no todo lo que parece cultural lo es. A veces, las señales más llamativas son fruto del azar, del entorno o de procesos biológicos que no entendíamos del todo.

Y, al mismo tiempo, nos invita a reexaminar nuestros hábitos actuales a la luz de nuestro pasado evolutivo. Quizás no necesitemos tantos gadgets dentales modernos como creemos. O, al menos, deberíamos preguntarnos si nuestros ancestros habrían entendido lo que hoy hacemos con nuestros dientes.

Porque, en definitiva, lo que empezó como una simple ranura en un diente fosilizado ha terminado cuestionando uno de los supuestos más antiguos —y más humanos— sobre nuestra historia.

El estudio ha sido publicado en la revista American Journal of Biological Anthropology.

Cortesía de Muy Interesante



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