Reaniman microbios del permafrost que llevaban congelados 40.000 años… y lo que empezaron a hacer poco después inquietó a los científicos

Durante milenios, los suelos helados del Ártico han sido una especie de cápsula del tiempo biológica. En su interior, bajo capas de tierra y hielo que han permanecido congeladas desde la última Edad de Hielo, dormían comunidades microbianas ancestrales. Dormían… hasta ahora.

Una nueva investigación liderada por científicos de Caltech y la Universidad de Colorado Boulder ha logrado lo impensable: reanimar microorganismos del permafrost profundo que habían permanecido inactivos durante más de 40.000 años. Y lo más inquietante no es que hayan despertado, sino lo que hacen después, dado que empiezan a emitir dióxido de carbono y metano, gases clave del calentamiento global.

El estudio, publicado en Journal of Geophysical Research: Biogeosciences, no es solo una curiosidad científica. Sus resultados encienden una alarma sobre el papel oculto que el permafrost podría desempeñar en el futuro climático del planeta. Porque si estas comunidades microbianas reviven con el aumento de las temperaturas, como se ha simulado en laboratorio, podrían transformar regiones enteras del Ártico en fábricas biológicas de gases de efecto invernadero.

El túnel del tiempo en Alaska

Para llevar a cabo este experimento, los investigadores se adentraron en el llamado Permafrost Research Tunnel, un laboratorio subterráneo gestionado por el ejército de EE.UU. cerca de Fairbanks, Alaska. Este túnel no es una cueva cualquiera, ya que desciende 15 metros bajo tierra y recorre más de 100 metros de terreno congelado, donde el tiempo parece haberse detenido.

En sus paredes, a veces, se asoman huesos de mamuts o bisontes, testimonios helados del Pleistoceno. Pero lo que los científicos buscaban no eran fósiles, sino algo aún más pequeño: los microbios que habían quedado atrapados en los sedimentos.

Una vez extraídas las muestras, se llevaron al laboratorio. Allí, se sometieron a condiciones similares a las que se prevén en los veranos árticos del futuro: temperaturas más elevadas y estaciones cálidas más largas. La incubación se realizó a 4 y 12 grados Celsius, temperaturas que hoy en día apenas rozan las capas profundas del permafrost, pero que podrían ser habituales en unas décadas si el calentamiento global continúa su curso.

Científicos lograron reactivar microbios que permanecían congelados en el permafrost desde la última glaciación
Científicos lograron reactivar microbios que permanecían congelados en el permafrost desde la última glaciación. Foto: Tristan Caro

El despertar invisible

Durante el primer mes, parecía que no pasaba nada. Las comunidades microbianas apenas mostraban señales de actividad. Sin embargo, a partir del segundo mes, los resultados empezaron a cambiar.

Utilizando una técnica basada en deuterio, un tipo de hidrógeno pesado que permite rastrear la actividad metabólica de los microorganismos, los investigadores detectaron que los microbios comenzaban a “beber” agua, a dividirse y a fabricar membranas celulares. Es decir, despertaban.

A los seis meses, el cambio fue radical. Las colonias microbianas habían crecido, modificado su estructura comunitaria y comenzaban a formar biopelículas visibles al ojo humano. Incluso producían lípidos especiales, que podrían actuar como sistemas de protección frente al frío, lo que indica que no solo habían vuelto a la vida, sino que se estaban adaptando a las nuevas condiciones.

Una amenaza oculta en el suelo

Pero este fenómeno no sería especialmente preocupante si los microbios se quedaran tranquilos en su laboratorio. El verdadero problema es lo que ocurre cuando estos organismos consumen la materia orgánica atrapada en el permafrost: la convierten en dióxido de carbono y metano, dos de los principales impulsores del efecto invernadero.

Presencia significativa de arqueas en las muestras obtenidas en el Túnel de Investigación del Permafrost, cerca de Fairbanks, Alaska
Presencia significativa de arqueas en las muestras obtenidas en el Túnel de Investigación del Permafrost, cerca de Fairbanks, Alaska. Fuente: Caro et al. (2025), doi: 10.1029/2025JG008759

El permafrost del hemisferio norte contiene aproximadamente el doble de carbono que toda la atmósfera terrestre. Eso significa que si los microbios comienzan a procesar masivamente ese carbono, podrían liberar cantidades colosales de gases contaminantes a la atmósfera, desencadenando un efecto en cadena: más emisiones, más calor, más deshielo y, por tanto, más microbios activos.

Este círculo vicioso podría representar una de las amenazas más subestimadas del cambio climático. Porque no se trata solo de nuestras emisiones humanas de CO₂; también podríamos estar despertando a un ejército microscópico que lleva decenas de milenios esperando bajo tierra.

La idea de que microbios prehistóricos pueden revivir no es nueva, pero sí lo es la velocidad y facilidad con la que podrían hacerlo. Este estudio demuestra que no es necesario un cambio drástico para activarlos: bastan unos pocos grados de calentamiento sostenido durante varios meses. Y eso ya está ocurriendo.

En Alaska, Siberia y otras regiones polares, las estaciones cálidas se están alargando. Lo que antes era un corto verano, hoy se extiende hasta el otoño, y comienza ya en primavera. Esta ventana temporal es suficiente para que los antiguos microbios despierten, se reproduzcan y comiencen a modificar su entorno.

No hablamos de patógenos peligrosos como en una película de ciencia ficción —aunque algunos estudios sí han alertado del riesgo potencial de “patógenos cisterna” congelados—, sino de microorganismos comunes que hacen su trabajo natural: reciclar carbono. Pero ese trabajo, en el contexto actual, podría tener consecuencias globales.

Cerca del 85% del territorio de Alaska se asienta sobre permafrost, una capa que se está derritiendo a un ritmo preocupante
Cerca del 85% del territorio de Alaska se asienta sobre permafrost, una capa que se está derritiendo a un ritmo preocupante. Foto: Brandt Meixell/USGS

Solo es el comienzo

El equipo de investigación advierte que este experimento solo se ha realizado con muestras de un único lugar en Alaska. No se sabe cómo reaccionarán los microbios en otras regiones, ni si los resultados serán iguales en Siberia o Canadá. Sin embargo, dado que el permafrost cubre vastas zonas del hemisferio norte, el potencial impacto es incuestionable.

Lo que sí está claro es que estas comunidades microbianas no están muertas. Están en pausa, esperando condiciones favorables para volver a la acción. Y esas condiciones se están acercando cada vez más.

Como si el planeta estuviera descongelando lentamente su pasado biológico, capa por capa, microrganismo por microrganismo, hasta liberar una respiración oculta que lleva demasiado tiempo contenida.

Cortesía de Muy Interesante



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