En las profundidades del mar Mediterráneo, frente a las costas de Antalya (Turquía), un grupo de arqueólogos turcos han logrado recuperar un ánfora de cerámica que llevaba más de mil años sepultada en los restos de un naufragio. El hallazgo, que se anunció en abril de 2025, ha despertado gran interés entre los especialistas en arqueología subacuática, no solo por el estado de conservación del ánfora, sino por la posibilidad de analizar su contenido original. Este descubrimiento se inscribe dentro de un marco más amplio de las investigaciones en arqueología marina. Mediante las tecnologías de buceo especializadas y la recuperación de materiales hundidos, esta disciplina ha permitido a los investigadores reconstruir la compleja red comercial y alimentaria de la cuenca mediterránea a lo largo de los siglos.
El hallazgo en las costas de Antalya: la llave al pasado sumergido
Según informa la nota de prensa, un equipo del Departamento de Arqueología Subacuática del Ministerio de Cultura y Turismo de Turquía fue el responsable de llevar a cabo la expedición en una zona próxima al puerto antiguo de Side, en Antalya. En este enclave, conocido por ser uno de los puntos clave del comercio marítimo bizantino y otomano, los buzos hallaron los restos de una embarcación naufragada. Entre los vestigios del pecio, destacaba una ánfora de grandes proporciones, parcialmente enterrada en el lecho marino.
La datación preliminar sugiere que el ánfora se fabricó entre los siglos IX y XI, en pleno período bizantino tardío durante el califato abasí, cuando Antalya funcionaba como un centro neurálgico entre Asia Menor, el norte de África y el Mediterráneo oriental. Una de las características más inusuales de este hallazgo se debe a que el ánfora estaba intacta y contenía restos sólidos que, según los análisis iniciales, podrían ser residuos alimentarios.
El equipo ha trasladado el ánfora al laboratorio del Museo de Antalya, donde ya se están llevando a cabo estudios químicos para determinar su contenido exacto. Los arqueólogos consideran que este tipo de información puede resultar clave para conocer los productos básicos transportados en la región y las técnicas utilizadas para conservarlos.

¿Qué contenían las ánforas mediterráneas?
El hallazgo de Antalya no constituye un caso aislado. A lo largo de las últimas décadas, la arqueología subacuática ha recuperado miles de ánforas en las costas del Mediterráneo, lo que ha permitido entender la enorme diversidad de productos que se transportaban en estos recipientes cerámicos. Tradicionalmente, se pensaba que solo contenían vino, aceite de oliva o garum, la famosa salsa romana a base de pescado fermentado. Sin embargo, las investigaciones recientes han revelado una variedad de productos mucho mayor.
Así, se ha demostrado que las ánforas podían almacenar productos sólidos, líquidos y semilíquidos. Los análisis han constatado que sirvieron para transportar desde aceitunas en salmuera hasta vinagre, miel, cereales, frutos secos, legumbres, especias, pescados secos, resina de pino e incluso productos cosméticos como el khol o los aceites perfumados.
Uno de los contenidos más comunes era el aceite de oliva, que servía como alimento pero también como base para los ungüentos medicinales y las lámparas de aceite. Su alta demanda convirtió a regiones como Anatolia, Palestina y el norte de África en grandes centros productores, lo que propició la aparición de formas locales de ánforas adaptadas a este comercio específico.

Técnicas de conservación y transporte
Uno de los aspectos más fascinantes que revelan estas investigaciones es el ingenio con que se preparaban los alimentos para su transporte. Las aceitunas, por ejemplo, se conservaban mediante un método simple, pero eficaz. Se colocaban ligeramente aplastadas dentro del ánfora y se les añadía agua de mar, cuyo contenido salino resultaba ideal para preservarlas durante los largos trayectos.
También se sabe que el garum se transportaba en ánforas especiales. El fuerte olor que despedía hacía necesaria utilizar una técnica de sellado cuidadosa, en la que se utilizaba resina y tapones cerámicos o de corcho. Este tipo de prácticas demuestra que las ánforas, además de servir de contenedores, también funcionaron elementos clave en la conservación y calidad del producto transportado.
Marcas, grafitos y sellos: la identidad del comercio
Muchos de estos recipientes incluían sellos o inscripciones llamadas dipinti o graffiti, aplicadas antes o después de la cocción, que informaban sobre el contenido, el origen, el productor o incluso la fecha. Algunos de estos sellos, presentes, por ejemplo, en algunas ánforas conservadas en el Museo de Antalya, han permitido identificar el nombre de artesanos o comerciantes, como Herakleon o Lysistratos, además de ciudades como Rodas o Cnido, grandes centros de producción de ánforas en el mundo antiguo. Estos detalles proporcionan datos de incalculable valor histórico sobre las rutas comerciales, los actores económicos implicados y las relaciones entre los distintos poderes que operaban en el Mediterráneo.

La importancia del análisis del contenido
En el caso del ánfora de Antalya, los arqueólogos esperan que el análisis por espectrometría de masas o cromatografía líquida pueda determinar con precisión si los residuos encontrados corresponden a vino, aceite, pescado fermentado, miel o cualquier otro producto orgánico. Este tipo de estudios, que se han multiplicado en las últimas dos décadas, ha permitido incluso identificar ADN vegetal o proteínas animales en los restos conservados.
En hallazgos similares, se ha podido confirmar, por ejemplo, la presencia de almendras, higos, piñones y especias como comino o cilantro. Este dato sugiere una dieta diversa y rica en productos de distintas regiones del Mediterráneo. Si se confirma que el ánfora de Antalya contenía restos de garum o vino fermentado, podríamos estar ante una pieza clave para entender los hábitos alimentarios de la población bizantina del Asia Menor.

Una práctica milenaria que perduró hasta el siglo XX
El uso de ánforas para transportar alimentos no desapareció con el fin del mundo clásico. En regiones del mar Negro, como Trebisonda, se ha documentado el uso continuado de ánforas y jarras de cerámica hasta bien entrado el siglo XX, sobre todo para el transporte de agua y vino. Esta persistencia demuestra la eficacia del diseño y su adaptación a las distintas necesidades cotidianas.
La recuperación de estos objetos, por tanto, no solo nos habla de civilizaciones antiguas, sino también de la pervivencia de ciertas formas y técnicas en la vida rural del Mediterráneo oriental, un legado vivo fruto de siglos de intercambio cultural.
Un hallazgo que trasciende el objeto
El ánfora hallada en las aguas de Antalya funciona como testimonio tangible de una red comercial milenaria, de prácticas alimentarias de antiguo origen y de tecnologías olvidadas que hoy resurgen gracias a la arqueología subacuática. A medida que avancen los análisis de su contenido, podremos contar con más datos sobre los alimentos, costumbres y relaciones económicas del Mediterráneo medieval. Hallazgos como este nos conectan con las prácticas cotidianas de quienes vivieron hace más de mil años, y nos recuerdan la perdurabilidad de ciertos gestos humanos: conservar, transportar, compartir.
Referencias
Cortesía de Muy Interesante
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