Reescriben el origen del arte escita: hallan en Siberia un túmulo de 2.900 años con símbolos animales ocultos para honrar a los caballos y sin rastro de oro

En las frías y remotas tierras de la Siberia meridional, un equipo de arqueólogos ha sacado a la luz uno de los descubrimientos más reveladores del año: los primeros ejemplos conocidos del llamado “estilo animal escita”, una forma artística que, durante siglos, decoró armas, arreos de caballo y ornamentos en todo el vasto territorio de la estepa euroasiática. Este hallazgo, realizado en el túmulo funerario de Tunnug 1, en la República de Tuva (Rusia), no solo arroja luz sobre el origen de esta simbología milenaria, sino que también cuestiona viejas teorías sobre los inicios de las culturas nómadas que dominaron el corazón de Eurasia durante la Edad del Hierro.

Lo sorprendente no es solo la calidad y cantidad de los objetos recuperados, sino su antigüedad: datan de entre los años 833 y 800 a.C., lo que los convierte en los ejemplares más antiguos y mejor contextualizados de este estilo artístico que marcaría la identidad visual de todo un mundo nómada. El estudio ha sido publicado recientemente en la revista Antiquity, en una investigación firmada por los arqueólogos Timur Sadykov, Jegor Blochin, Sergey Khavrin y Gino Caspari, tras años de excavaciones meticulosas en uno de los enclaves más complejos y prometedores de la llamada “Valle de los Reyes” siberiana.

El nacimiento de un lenguaje visual de la estepa

El estilo animal escita es mucho más que un repertorio de figuras zoomorfas en oro y bronce. Es un lenguaje visual que funcionó como marca identitaria, como expresión simbólica y como elemento ritual entre los pueblos nómadas de Eurasia. Hasta ahora, los ejemplos conocidos más célebres procedían de contextos más tardíos y geográficamente dispersos: desde Ucrania hasta Mongolia, desde el norte del Cáucaso hasta el corazón de China.

Sin embargo, el hallazgo de Tunnug 1 ha devuelto este arte a sus raíces. En este túmulo funerario, de dimensiones monumentales y situado en una zona pantanosa de difícil acceso, se han recuperado más de 50 artefactos decorados con motivos animales, todos ellos de la etapa más antigua documentada hasta el momento. Estos objetos no aparecieron en tesoros fastuosos ni formando parte de vestimenta humana, sino en relación directa con sacrificios de caballos y ajuares de guerra, lo que aporta pistas clave sobre su función simbólica original.

Lejos de los repertorios exuberantes de épocas posteriores, el estilo animal en Tunnug 1 se muestra contenido y selectivo. Solo aparecen cuatro tipos de animales: carneros (probablemente argalis salvajes), felinos depredadores, aves rapaces y serpientes. Esta simplicidad no es fruto de una pobreza estilística, sino de un sistema visual en formación, cargado de simbolismo y adaptado a un contexto ritual en el que los animales representaban, con toda probabilidad, espíritus del mundo natural o fuerzas sobrenaturales vinculadas al poder y la muerte.

Frenillo de bronce con forma de dos serpientes entrelazadas
Frenillo de bronce con forma de dos serpientes entrelazadas. Foto: Timur Sadykov et al. (2025)/Christian Pérez

Arte funcional antes que ornamental

Uno de los descubrimientos más reveladores del estudio es que este primer arte animal escita no estaba destinado a la ostentación, ni al adorno personal de las élites humanas. De hecho, ni uno solo de los objetos decorados con este estilo fue hallado sobre los cuerpos humanos enterrados. En cambio, casi todos aparecieron asociados a caballos sacrificados, formando parte de su arnés o de los ajuares vinculados al transporte y la guerra: distribuidores de correas, bocados, amuletos, pomos de dagas e incluso posibles decoraciones de carros.

En este sentido, el arte animal no parece haber nacido como símbolo de estatus, sino como elemento ritual vinculado al universo de los caballos, esenciales para la vida, la guerra y el más allá en las sociedades nómadas. La posterior evolución hacia placas de oro decorativas, emblemas de poder y objetos de lujo vendría después, cuando este lenguaje artístico se expandiera por toda Eurasia.

Otro dato relevante es la ausencia total de criaturas fantásticas. A diferencia del estilo escita clásico, repleto de grifos, ciervos con cuernos retorcidos y animales compuestos, los motivos de Tunnug 1 representan solo animales reales, aunque tratados con gran estilización. Esto apunta a un momento temprano del desarrollo iconográfico, cuando la mitología todavía no había sido transpuesta en formas híbridas o imaginarias.

Adornos de bronce decorados con figuras de felinos
Adornos de bronce decorados con figuras de felinos. Foto: Timur Sadykov et al. (2025)/Christian Pérez

Más allá de las formas, los materiales también hablan. El análisis metalúrgico de los objetos de Tunnug 1 ha revelado algo inesperado: no todos fueron fabricados con el mismo tipo de bronce. Algunos fueron fundidos con bronce de estaño, otros con bronce arsenical. Y lo más interesante es que estas variantes no están distribuidas al azar: se concentran en áreas específicas del túmulo, lo que sugiere que distintos grupos sociales o étnicos participaron en su construcción y en los rituales funerarios, aportando sus propias técnicas, materiales y estilos.

Esta diversidad interna refuerza la hipótesis de que el túmulo fue obra de una coalición de comunidades nómadas, posiblemente aliadas por vínculos políticos, familiares o rituales. El arte animal, en este contexto, habría funcionado como un lenguaje común, pero no uniforme: una estética compartida pero moldeada por la pluralidad cultural del mundo nómada.

Además, resulta llamativo que, a pesar de haberse encontrado restos de oro en otras zonas del túmulo (en forma de joyas o láminas en tumbas intactas), ninguno de los objetos decorados con el estilo animal haya sido fabricado con este metal. Todos los artefactos zoomorfos son de bronce o hueso. Esto refuerza la idea de que, en sus orígenes, el arte animal escita no era un símbolo de riqueza material, sino un lenguaje ritual, espiritual o totémico, reservado al ámbito funerario y vinculado a los caballos más que a los cuerpos humanos.

Esa transformación posterior del arte animal en oro y como símbolo del poder aristocrático parece ser una innovación más tardía, quizá surgida del contacto con otras culturas o del deseo de representar la jerarquía social a través del arte.

Remate de bronce con forma de cabeza de carnero hallado en el túmulo funerario de Tunnug 1, en Tuva, Rusia
Remate de bronce con forma de cabeza de carnero hallado en el túmulo funerario de Tunnug 1, en Tuva, Rusia. Foto: Timur Sadykov et al. (2025)/Christian Pérez

Reescribiendo los orígenes del mundo escita

Durante décadas, los investigadores buscaron los orígenes del arte escita en el oeste de Eurasia, bajo la idea de una difusión progresiva hacia el este. Sin embargo, descubrimientos como el de Tunnug 1 invierten el mapa. Todo apunta a que este estilo nació en el corazón de Asia, en las estepas y montañas de Siberia y Mongolia, en el seno de comunidades que, aunque carentes de escritura, tenían una compleja organización social y una cosmovisión rica y simbólica.

El túmulo de Tunnug 1, sumido durante siglos en los pantanos helados del valle del Uyuk, ha emergido como un testimonio silencioso de ese mundo olvidado. Su excavación, aún en curso, promete seguir revelando secretos sobre los orígenes de una de las culturas más fascinantes del mundo antiguo: la de los escitas, los jinetes de la estepa cuyo arte aún hoy nos interroga desde el pasado.

Cortesía de Muy Interesante



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