
Después de la discusión legislativa del Presupuesto 2026 vendrá el análisis de la reducción de la jornada laboral. La presidenta Claudia Sheinbaum ya confirmó que el tema de la semana de las 40 horas se retomará en noviembre; mientras tanto, las negociaciones en torno al detalle de la propuesta continúan dentro del gobierno.
Todo parece indicar que la meta es que el 1 de mayo de 2026, en el marco de la celebración del Día del Trabajo, inicie la implementación de la reducción gradual de la jornada laboral, para pasar progresivamente de 48 a 40 horas semanales en los próximos cinco años.
Como lo recoge un análisis publicado por Gerardo Hernández recientemente, aunque la Secretaría del Trabajo que encabeza Marath Bolaños no logró cumplir el cronograma trazado inicialmente para presentar el proyecto al Congreso de la Unión el 1 de septiembre, las conversaciones en torno a la iniciativa se mantienen al interior de la dependencia.
Dentro de los cambios que se definen está la posibilidad de establecer en todas las jornadas laborales un tope de 8 horas diarias, con lo que la nocturna y la mixta podrían extenderse un poco, ya que las reglas vigentes definen que duran 7 horas y 7 horas y media, respectivamente.
Se considera además la posibilidad de acotar la reforma sobre explotación laboral que entró en vigor en junio de 2024 y que incluye dentro de este tipo de ilícito las jornadas de trabajo por encima de los límites establecidos en la legislación federal. Esto abriría la posibilidad de tener más horas extras en cada turno.
La gran interrogante todavía es si habrá jornadas diferenciadas por sectores que tienen formatos de trabajo con otros esquemas y modalidades de empleo. Otro tema es si se ajustará el esquema fiscal/patronal de las empresas respecto a los paquetes de previsión social.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), el 50% de la población con un empleo asalariado en México trabaja entre 40 y 48 horas a la semana, mientras que otro 23% labora por encima del límite establecido en la legislación. De esta manera, una reducción gradual de la jornada podría beneficiar a tres cuartas partes de la fuerza laboral subordinada. De ahí la importancia de un diseño bien pensado para la reforma.
Eso sí, ninguno de los ajustes que llegue a hacer el gobierno en su proyecto, por más que sirvan para apoyar a las empresas, detendrá la decisión de impulsar un aumento de doble dígito en el salario mínimo y que el próximo año se mantendría en un nivel cercano a 12 por ciento.
En su reciente posicionamiento sobre el tema, la presidenta Sheinbaum subrayó que la discusión sobre la reducción de la jornada no se utilizará como moneda de cambio frente a la política de aumentos al salario mínimo. “Nuestra idea es que avancen las 40 horas, pero que siga aumentando el salario, que no sea una por la otra”.
A nivel internacional, México sigue entre los países de la OCDE donde más se trabaja al año, con un promedio de 2,207 horas frente a la media de 1,740 horas de la organización. Reducir la jornada sería un paso hacia la convergencia con estándares internacionales y también con las recomendaciones de la OIT que advierte que jornadas extensas tienen efectos negativos sobre la salud, la conciliación familiar y la productividad.
El gobierno federal quiere que el proyecto salga por consenso, por esto –a diferencia del intento fallido de Susana Prieto en el Congreso de la Unión en 2023– esta vez la STPS ha encabezado mesas técnicas con empleadores y sindicatos para definir un esquema flexible y escalonado. Pero será difícil sumar a todos, mucho más en un contexto de incertidumbre económica como el que impera en la actualidad.
La semana de 40 horas avanza con respaldo político, pero su éxito dependerá de cómo se trace el camino. Cada ajuste, cada excepción y cada fórmula de transición contará. No bastará con reducir horas, habrá que rediseñar la forma en que se organiza el trabajo en México. El reto no es menor y las prisas pueden ser contraproducentes, bien dicen que el diablo está en los detalles.
Cortesía de El Economista
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