
El navío británico RRS Sir David Attenborough de investigación polar irá la próxima semana a la Antártica con el objetivo de avanzar en decenas de proyectos científicos sobre el cambio climático, en momentos en que Estados Unidos da marcha atrás en este tema.
Este barco ultramoderno, bautizado en honor al naturalista británico, apoyará investigaciones de temas como “la caza de tsunamis submarinos”, el rastreo del derretimiento de glaciares o el seguimiento de las poblaciones de ballenas.
Operado por el British Antarctic Survey (BAS), un centro de investigación polar, el rompehielos de 15.000 toneladas que dispone de un helipuerto y varios laboratorios, es parte crucial en los esfuerzos británicos por evaluar el impacto del cambio climático en la zona.
“Como dice el dicho, ‘lo que pasa en Antártica no se queda en Antártica”, declaró a AFP el oceonógrafo Peter Davis, de BAS, durante una visita al barco cuando se preparaba para zarpar el lunes de Harwich, en el este de Inglaterra.
Consideró “lamentable” que Estados Unidos se “retire” de la exploración científica en la región.
Pero Davis señaló que muchos países levantan la mano para decir “entendemos la importancia de la Antártica y vamos a hacer investigación científica allí”.
Un aliado es el Instituto Coreano de Investigación Polar, que ayuda a analizar el Glaciar Thwaites y cómo su derretimiento contribuye con el aumento de los niveles del mar.
Oportunidades
El presidente estadounidense, Donald Trump, calificó al cambio climático como una “estafa”, en su última salva de lo que sus críticos llaman una guerra contra la ciencia.
Trump retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el clima, desfinanció a las agencias científicas y despidió a investigadores.
Su gobierno anunció meses atrás que dejaría de alquilar el único rompehielos estadounidense dedicado a la investigación Antártica y habría suspendido el desarrollo de un buque nuevo para sustituirlo.
Trump parece más interesado en aumentar la presencia de seguridad en el Ártico, donde el rápido deshielo tiene a las grandes potencias interesadas en los depósitos de petróleo, gas, minerales y las rutas navieras.
En Reino Unido, Stephanie Martin, coordinadora de un proyecto de BAS de evaluación de las poblaciones de ballenas, dijo que la ausencia científica estadounidense abre “oportunidades” para otros países.
Pero advirtió que “también es posible que países como China y Rusia llenen ese vacío”, y que “hagan las cosas diferente de cómo se han hecho en el pasado”.
Reino Unido, aliado clave de Estados Unidos, no ha cuestionado públicamente la retórica anticiencia de Trump.
“Estados Unidos es responsable de su enfoque”, comentó a AFP Stephen Doughty, responsable de las regiones polares en el Ministerio de Relaciones Exteriores.
“Trabajamos de cerca con varios socios internacionales y tenemos muy, muy clara la amenaza que representa el cambio climático”.
El buque Attenborough, cuya construcción costó 268 millones de dólares, fue lanzado en 2020 y deberá llegar a finales de noviembre a la Estación de Investigación Rothera, en el oeste de la península Antártica.
Esa estación de BAS fue expandida con una instalación ultramoderna, el Edificio Discovery.
Si el clima lo permite, el barco cruzará las aguas antárticas para visitar otras cuatro estaciones investigaciones de BAS y varias estaciones de campo remotas.
Recuperación
El proyecto ballenero de Stephanie Martin utiliza varias tecnologías, incluyendo drones, para estudiar especies como las ballenas azules y jorobadas.
“Somos una noticia positiva porque nos centramos en la recuperación de estas poblaciones”, indicó.
Después de la intensa caza del siglo XX, las ballenas jorobadas han recuperado casi 60% de su población en los últimos años, según Martin.
No obstante, su principal fuente de alimento, el kril, está amenazado por el cambio climático.
El capitán del barco, Will Whatley, destacó la capacidad de la tripulación, que puede trabajar incluso bajo una fuerte tormenta en los mares del sur.
Una grúa con capacidad de levantar 50 toneladas carga varias cosas, desde robots sumergibles hasta instrumentos para medir la conectividad eléctrica, la temperatura y la presión marítima.
También prevén otra investigación para estudiar los núcleos de hielo extraídos, algunos con cientos de años de antigüedad, para comprender los climas del pasado.
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Cortesía de El Economista
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