Por si la vida no es lo bastante dura bajo el helador clima de la Antártida, los pingüinos emperador tienen que reproducirse en pleno invierno y no les queda más remedio que proteger sus huevos de la nieve y las ventiscas.
“Son increíblemente resilientes. Es asombroso cómo consiguen sobrevivir y reproducirse”.

Criar en el hielo: una estrategia que desafía la lógica
El emperador (Aptenodytes forsteri) es el único pingüino que se atreve a criar en invierno, algo que hacen en grandes colonias de varios miles de ejemplares. Las hembras se lanzan al mar durante meses para alimentarse de peces y recuperarse después de haber puesto un gran huevo cada una.
Los machos se quedan en tierra e incuban al futuro polluelo, mientras la bajan las temperaturas.
La razón de elegir el invierno para reproducirse tiene que ver con las duras constricciones del clima. Cuando varios miles de polluelos salen de sus huevos en una colonia de pingüinos, requieren toneladas de peces, calamares y camarones para alimentarse.
Y resulta que esas presas solo están disponibles en primavera, cuando los vastos hielos que separan al emperador de la orilla del mar se derriten, se resquebrajan y se separan.
Un huevo, una bolsa de piel y temperaturas bajo cero
Como incubar un huevo precisa cuatro meses, “eso implica que deben empezar en invierno, para que eclosione al mismo tiempo que está a su alcance la máxima cantidad de recursos nutritivos”, señala Philip Trathan, del British Antarctic Survey.
“Si los pingüinos tuvieran que atravesar 200 kilómetros de hielo cada vez que van a pescar, no tendrían tiempo de hacerlo”, comenta Trathan.
Cargados con la responsabilidad de proteger a su progenie de las inclemencias del tiempo, los machos del pingüino emperador han evolucionado para que sus cuerpos sean casi como bolsas de agua caliente.

El cuerpo como aislante natural
Para empezar, están cubiertos por completo por una densa capa de plumas de varios centímetros de grosor, que funciona como aislante.
Como muchas especies de estas aves esfenisciformes, están equipados con una solapa de piel desnuda en el abdomen, llamada bolsa de cría, que protege al huevo.
El ave levanta el huevo con maestría con las patas, lo coloca sobre ese pedazo de piel desnuda y, luego, lo cubre con el plumaje de su vientre para aislarlo del gélido mundo exterior.
Padres extremos: cómo los pingüinos emperador protegen sus huevos
El huevo se mantiene caliente gracias a que está en contacto directo con la piel y los vasos sanguíneos superficiales de su padre, tal y como indica Dominic McCafferty, ecólogo en la Universidad de Glasgow (Escocia).
Por otra parte, “esa zona de la piel del pingüino posee gran cantidad de neuronas sensitivas que registran la temperatura”, añade McCafferty.
Eso facilita que el padre esté al tanto de las necesidades de su futuro polluelo y sea capaz de cubrirlo un poco más cuando note que se está quedando frío. La clave de todo está en que el animal adulto mantenga su propio aislamiento, para su bien y el de su hijo.

Postura de mecedora: el truco para no congelarse los pies
“Una de las adaptaciones del emperador es su habilidad para conservar el calor corporal”, apunta Michelle LeRue, investigadora de la Universidad de Canterbury (Nueva Zelanda) especializada en dinámicas poblacionales de las especies antárticas.
Para ello, es importante que tengan el menor contacto posible con el hielo. El truco para conseguirlo es no posar las patas en el gélido suelo, cosa que logran apoyándose solo en los talones y manteniendo el equilibrio con la punta de la cola.
“Gracias a esa especie de trípode, lo único que toca la tierra helada son los talones y la cola, algo de verdad sorprendente”, comenta LeRue.
“¡Tienen el aspecto de estar en una mecedora!”, bromea. Adoptan esta postura durante los meses que dura la temporada fría. “Son increíblemente resilientes. Es asombroso cómo los pingüimos consiguen sobrevivir y reproducirse”, apostilla la científica.
Cortesía de Muy Interesante
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