Richard Gere y el arte de vivir


Richard Gere llegó a Guadalajara no como estrella de cine, sino como un buscador -de calma, de sentido, de esa claridad interior que marca desde hace décadas su vida pública y privada. Ayer, tras la proyección de su documental “Sabiduría y felicidad” en la Sala Guillermo del Toro de la Cineteca FICG, el actor se sentó frente al público para una conversación que pronto tomó el rumbo de la introspección.

Con un tono sereno, Gere recordó que su acercamiento al budismo comenzó cuando era apenas un joven con “hambre por entender el sentido de la realidad”. Esa inquietud lo llevó a encontrar, hace ya 45 años, una guía espiritual en el Dalai Lama, cuya presencia atraviesa todo el documental. “Desde los 22 años practico budismo todos los días. Llevo más de medio siglo preguntándome quiénes somos y cómo podemos vivir mejor”, dijo ante una sala llena.

La primera pregunta del público lo llevó de vuelta al origen: su encuentro inicial con el líder tibetano. Gere hizo una pausa, como si rebuscara entre memorias que siguen vivas. “Yo buscaba a un maestro, a un amigo, a alguien que me mostrara otra forma de vivir. Y lo encontré. Fue eso y más: maestro, madre, padre, hermano. Nunca me ha fallado”, compartió.

Con humor relató una anécdota que marcó su aprendizaje. En una conversación, le explicó al Dalai Lama que su trabajo como actor consistía en “manufacturar” emociones. El líder tibetano soltó una carcajada. “Me miró como si fuera obvio: ‘En la vida real pasa lo mismo’, me dijo. ‘Todos manufacturamos nuestras emociones’. Ahí entendí la profundidad de su enseñanza”.

La charla avanzó entre preguntas sobre calma, espiritualidad y amor. ¿Cómo hallar tranquilidad en ciudades tan ruidosas como Nueva York -o como Guadalajara-?, preguntó una asistente. Gere no dudó: “Respirar. Sentir la respiración y dejar de aferrarse al ruido mental. No se trata de parar los pensamientos, sino de no engancharse a ellos”.

Otra pregunta, de un joven del público, lo llevó a reflexionar sobre el amor. “Creemos que sabemos lo que es, pero no tenemos idea. El amor genuino no es egocéntrico. No se trata de mí, sino del otro. Cuando desaparece la frontera entre uno y el otro, la compasión surge sola”.

Hacia el cierre, Gere volvió a un tema que atraviesa su visión espiritual: la relación con la naturaleza. “El pecado original fue separarnos de ella. Creemos que no somos parte del mundo natural, y eso genera enormes problemas. Pero estamos profundamente interconectados. Siempre lo hemos estado”.

Durante poco más de una hora, Richard Gere dejó de lado la alfombra roja y las luces del cine para hablar de aquello que, según él, sostiene todo lo demás: la atención y la compasión.
 

Cortesía de El Informador



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