Robert Redford debutó en la pantalla grande en 1962. De las huestes prototípicas masculinas y hollywodenses que después se encargarían de reclutar a muchos otros. En esa época venían de a dos: junto a su amigo y colega Paul Newman fueron los más bellos durante buena parte del siglo XX.
Robert Redford padeció una fama que estuvo bastante sospechada de características de indudable sex symbol. El verdadero prestigio lo alcanzaría detrás de cámara, convirtiéndose en un poco prolífico realizador de muy buenas películas (Gente como uno, Quiz Show).
Para evitar que todo fuera la cáscara de su encantadora sonrisa, ya millonario, entendió que la belleza acompañada de compromiso social, lo volvía todavía más lindo. Cuerpo y alma. En los últimos tiempos estuvo preocupado por el efecto invernadero y algo de esa inquietud lo llevó a recibir el título de Caballero de las Artes y las Letras del Ministerio de Cultura de Francia. En los ’70 estuvo tentando por la política, algo que finalmente dejó de lado.
Lejos del reguero de almíbar que dejaba su figura delante de cámara, el Redford en off tuvo su gran pegada artística con la creación, en 1980, del Festival de Cine de Sundance, en el estado de Utah. El encuentro, hoy un clásico del cine independiente e innovador, lo entronizó como la estrella que ahora subvencionaba a nuevas promesas y miraba a los actores nuevos como si fuera el Pekerman de Hollywood.
Pero antes, mucho antes, sus inicios como chico lindo estuvieron relacionados con series y películas para televisión. En 1966, el director Arthur Penn lo convocó para protagonizar La jauría humana ni más ni menos que con Marlon Brando. Ese es el comienzo didáctico de una biografía exitosa.
A los 21 años, la industria decidió considerarlo sex symbol y él supo mantener esa condición. Podio de rubios junto a su eterno compañero de pantalla, Paul Newman. Eran como de oro. Brillar parecía ser un mensaje poco subliminal, pero indispensable.
A Redford, el budismo lo ayudó a tener una larga vida de belleza icónica. Dietas principalmente vegetarianas, autocontrol y meditaciones diarias. Esa conducta de improbable lama tibetano también marcaría a fuego la personalidad de un galán posterior como Richard Gere.
El actor de cine mudo Rodolfo Valentino fue el primero, pero en ese momento la industria tenía menos recursos. Recién por Robert Redford y Paul Newman supimos que sex symbol queria decir: persona generalmente famosa que es muy bien tenida en cuenta sexualmente por su atractivo físico y resulta súper interesante para la mayoría de un público preocupado por el envasado, el envoltorio, el famoso packaging.
El producto de galán en todos los órdenes de la vida estuvo muy bien depurado. Con Robert Redford se ha logra una mezcla exacta de físico, atractivo, carisma, personalidad intelectual, vida sana y elegancia trabajada por las mejores marcas. Todo eso, sumado a alguna causa noble que mereciera ser difundida con su rostro.
Su apodo fue “Chico de oro”, etiqueta que describía su imagen con rasgos anatómicos de “insolente belleza” estadounidense, sin nunca dejar de lado el compromiso con la ecología. Algo más que una cara bonita.
Robert Redford murió este 16 de septiembre, a los 89 años.
Cortesía de Clarín
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