Hidalgo es sinónimo de una rica tradición culinaria que ha trascendido generaciones.
Comenzar esta ruta en Real del Monte es imprescindible, donde los pastes, legado de los
mineros ingleses, conquistan con su crujiente masa rellena de guisos tradicionales como
papa con carne o frijol con chorizo. Este platillo, insignia del estado, es perfecto para abrir el
apetito en cualquier época del año.
En Actopan, la barbacoa se erige como la reina de la gastronomía hidalguense. Cocida
lentamente en hornos de tierra, envuelta en pencas de maguey, esta delicia de borrego se
acompaña de consomé y tortillas recién hechas. Para los amantes de sabores más
exóticos, los escamoles y chinicuiles, insectos comestibles típicos, son un manjar que
desafía y encanta al paladar.
No se puede omitir Tulancingo, conocido por su exquisito ximbo, una preparación que
combina carne de cerdo marinada y envuelta en hojas de mixiote, cocida al vapor y
acompañada de nopales y salsas. Además, este municipio se destaca por su pan de nata,
ideal para el postre junto con un café de olla.
En Huasca de Ocampo, la oferta culinaria también incluye opciones frescas y saludables,
como quesadillas hechas a base de maíz criollo azul o amarillo, rellenas de hongos de
temporada o flor de calabaza. Aquí, el sazón casero y los ingredientes locales son
protagonistas en cada platillo.
Con esta ruta gastronómica, Hidalgo no solo alimenta el cuerpo, sino también el alma. Cada
bocado cuenta una historia de tradición, comunidad y raíces culturales que permanecen
vivas en el corazón de México.
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