Salud mental de jóvenes estudiantes, una tarea por entregar en la UNAM

Desde hace unos días, al abrir la página en internet de la UNAM, lo primero que se observa es un banner que dice “ven, acércate, te escuchamos, y podemos ayudarte con tu salud mental”. 

Eso refleja la preocupación en esa casa de estudios por lo ocurrido hace casi tres semanas, cuando un estudiante murió luego de ser atacado por otro, dentro de instalaciones del CCH Sur. Desde entonces han surgido una serie de preguntas en torno a esa situación.

Ingrid Vargas Goicochea, médica psiquiatra, coordinadora de investigación del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM, enfatiza: Lo importante es no enfocarse en el joven que cometió la agresión, porque ese caso es el reflejo de algo mucho más complejo que está sucediendo dentro.

Para la especialista, lo importante es cuestionar el fenómeno, que es el resultado de la suma de muchos factores: de biología, personalidad, de sociedad y dentro de los social muchas cosas, desde cuestionar las estructuras, tanto gubernamentales y sociales, como académicas.

¿Qué tanto el país, como la escuela misma, están pudiendo responder a las necesidades en materia de salud mental de los jóvenes?, inquiere.

La otra, continúa, es ¿qué tantas opciones hay para ofrecerles para fortalecer su salud mental y su bienestar?

Entrevistada en los pasillos de Ciudad Universitaria, considera que en lugar de criminalizar al adolescente que cometió esos actos, hay que preguntarnos ¿qué fue lo que generó esa situación?

De esa manera, será posible identificar, situaciones como que se trata de jóvenes que atraviesan por una situación biológicamente susceptible de afectaciones a su salud mental; que pueden estar enfrentando abandono o soledad; que no hay personas que estén pendiente de ellos; que pueden pasar horas sumergidos en redes sociales…

Explica que a esa edad el cerebro de las personas todavía no madura. Eso ocurre entre los 20 y 23 años, específicamente en el lóbulo frontal, que es el encargado de anticipar riesgos, de armar una estrategia saludable, de tomar decisiones. Por su situación biológica hay decisiones que les cuesta trabajo tomar, remarca.

―A esa edad, los jóvenes atraviesan por un proceso de construcción de su identidad. Están tratando de ver a dónde pertenecen, quiénes son, enfatiza.

Refiere que esa conjunción los hace susceptibles a verse involucrados con grupos extremistas.

Además, llama la atención en que, actualmente, con el contacto estrecho que tienen con las redes sociales, la situación de aislamiento o incluso grados de abandono en los que viven, lo que ocurre es que al momento de hacerse preguntas como ¿en dónde quepo?, de pronto se comienzan a hacer afines a algunos grupos de riesgo que pueden estar manejando discursos de odio, violencia o adicciones, con quienes se vinculan, incluso aun cuando no comparten las posiciones de esos grupos.

Una montaña rusa de emociones

Por otra parte, según la especialista, una constante que manifiestan los jóvenes cuando se logra hablar con ellos y atenderlos es: “Queremos un mundo adulto que no nada más nos cuestione o nos imponga, sino que nos escuche, que valide lo que realmente estamos sintiendo”.

De acuerdo con la profesional, en esa etapa de la vida, “los jóvenes están en una montaña rusa de emociones”.

“Si a los adultos se les dificulta lidiar con lo emocional, a los jóvenes más, porque están atravesando por muchos cambios”, indica.

Desde su perspectiva, si hay un mundo adulto que no los puede acompañar o no los quiere acompañar, es muy probable que caigan en una serie de influencias.

El problema es que los jóvenes son altamente vulnerables a ataques a su salud mental.

Según la Organización Mundial de la Salud, uno de cada siete adolescentes de entre 10 y 19 años padece algún trastorno mental y muchas de estas afecciones no reciben el reconocimiento y el tratamiento que requieren. Alrededor de los 15 años ingresan al bachillerato.

Lo delicado del asunto es que los adolescentes con un trastorno mental son especialmente vulnerables a la posibilidad de sufrir exclusión social, discriminación, estigmatización (lo que puede afectar a su predisposición a buscar ayuda), dificultades educativas, mala salud física y violaciones de los derechos humanos o puede llevarlos a incurrir en conductas de riesgo.

La salud mental puede verse afectada por múltiples elementos. Cuantos más sean los factores de riesgo a los que están expuestos los adolescentes (por ejemplo, a situaciones adversas, la presión social del entorno y la exploración de la propia identidad), mayores serán los efectos en la salud mental de ese grupo de la población.

Algunos adolescentes corren más riesgo de padecer trastornos de salud mental a causa de sus condiciones de vida, de situaciones de estigmatización, discriminación o exclusión o como consecuencia de la falta de acceso a servicios y apoyo de calidad.

La OMS destaca que en este grupo figuran los que viven en entornos humanitarios o frágiles; los que padecen enfermedades crónicas, trastornos del espectro autista, discapacidad intelectual u otras afecciones neurológicas; las adolescentes embarazadas y los progenitores adolescentes o en matrimonios precoces o forzados; los huérfanos, y los adolescentes que pertenecen a minorías étnicas o sexuales o a otros grupos discriminados.

Según la organización 4.1 % de los adolescentes de 10 a 14 años y el 5.3 % de los de 15 a 19 años sufre trastorno ansioso y que 1.3 % de los adolescentes de 10 a 14 años y 3.4 % de los de 15 a 19 años padecen depresión.

La depresión y la ansiedad pueden compartir algunos síntomas, como los cambios repentinos e inesperados del estado de ánimo.

Los trastornos por ansiedad y por depresión pueden afectar de manera considerable a la asistencia a la escuela, el estudio y el rendimiento académico. El retraimiento social puede agravar el aislamiento y la soledad. La depresión puede llevar al suicidio.

Suicidio, tercera causa de muerte en jóvenes

Al respecto, Alberto Jiménez Tapia, investigador del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, refiere que, a escala mundial, el suicidio es la segunda causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años y la cuarta en adolescentes de 15 a 19 años.

Recuerda que, en México, es la tercera causa de muerte entre jóvenes de 12 a 24 años, solo después de los hechos de tránsito con presencia de alcohol y los homicidios.

Las estadísticas muestran que los trastornos del comportamiento son más frecuentes entre los adolescentes jóvenes que entre los de más edad. 2.7 % de los adolescentes de entre 10 a 14 años y el 2.2 % de los de entre 15 a 19 años tienen un trastorno por déficit de atención con hiperactividad, que se caracteriza por la dificultad para mantener la atención, un exceso de actividad y conductas impulsivas.

Otra afección que pueden sufrir los adolescentes es el trastorno de comportamiento disocial, que se caracteriza por conductas destructivas o desafiantes y afecta al 3.3 % de los adolescentes de 10 a 14 años y al 1.8 % de los de 15 a 19 años.

Según la OMS, los trastornos del comportamiento pueden interferir en el rendimiento académico y aumentan el riesgo de incurrir en actos delictivos.

Despliega UNAM acciones de ayuda

La UNAM ha desplegado una serie de estrategias para ayudar a los alumnos que requieren ayuda para su bienestar emocional.

Desde 2011, la Facultad de Psicología opera el Espacio de Orientación y Atención (Espora-Psicología) que cuenta con 31 clínicas en los planteles de CCH y de la Escuela Nacional Preparatoria y facultades.

Los casos que más se presentan en los alumnos que acuden a esos centros son de depresión y ansiedad.

El año pasado atendió a alrededor de 5,000 personas y en lo que va de 2025 más de 3,200.

Según sus directivos, alrededor de 75% de la población atendida en esos lugares ha reportado una notoria mejoría en su bienestar y académico.

Olga Marina Robledo Zarza responsable del área de Salud Mental de la Coordinación de Investigación del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM, refiere que desde 2021 se realizan ferias de salud mental en diferentes sedes de la universidad y se realizan en colaboración con la Escuela Nacional de Trabajo Social.

La Facultad de Medicina, capacita a alumnos de Trabajo Social para que diseñen estrategias de prevención para que, entre jóvenes, hablen de los factores que pueden afectar la salud mental y de ser necesario con quién recurrir a pedir ayuda.

Los temas que abordan son prevención de suicidio, regulación emocional, manejo de estrés y prevención de adicciones.

Destaca que no se trata de que las personas no tengan problemas en su vida cotidiana que puedan afectar su salud mental, sino que cuenten con las herramientas para enfrentarlos.

“Lo que se busca es que las personas puedan adaptarse a las diferentes experiencias de la vida, hacerle frente a las crisis, entendidas no como un problema, sino como una circunstancia esperada o inesperada que la vida nos rompe la rutina”.

El punto es poder establecer relaciones favorables con las personas con las que se interactúa.

Otro aspecto relevante, añade, es el sentido de vida, es decir identificar qué es lo importante de la vida en estos momentos para cada persona. En ocasiones los estudiantes, por la edad, las exigencias de la carrera se enfrentan a dificultades y en ocasiones no cuentan con las herramientas necesarias para hacerlo.

La semana que recién concluyó se realizó la Feria Universitaria de Salud Mental en los pasillos de la Facultad de Ingeniería.

Según Claudia Loreto Miranda, secretaria de apoyo a la docencia y responsable del Programa de Salud Mental en La Facultad de Ingeniería, el programa de salud de esa facultad tiene dos áreas básicas, la primera es de prevención y fortalecimiento y la segunda de acompañamiento.

En la primera se ofrecen cursos en línea, campañas de sensibilización, se realiza la feria de la salud mental, conferencias, talleres y actividades lúdicas y recreativas.

En la segunda, prácticas alternativas, asesoría psicopedagógica, acompañamiento psicológico, acompañamiento en situaciones de emergencia psicológica y talleres de acompañamiento grupal.

La facultad tiene 15,000 estudiantes, de los cuales 13,000 son de licenciatura.

En ese sentido destaca que pretender llegar a todos los alumnos es imposible, porque los recursos son limitados, desde la disponibilidad de psicólogos hasta presupuesto para realizar más campañas de promoción de salud mental

Destaca que lo importante es reforzar todas las áreas, desde las medidas de prevención, que sean atractivas para los jóvenes y que respondan a sus necesidades y reforzar el acompañamiento con diferentes estrategias, con atención personalizada o grupal. Se trata de un trabajo colaborativo, desde la familia y las comunidades para generar entornos seguros.

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Cortesía de El Economista



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