Salvar la ciencia y tecnología del olvido: cómo conservar los objetos que marcaron nuestra historia

Cuando pensamos en patrimonio cultural, lo primero que nos viene a la cabeza son cuadros, esculturas o monumentos. Pero, ¿qué pasa con los objetos que han sido testigos del avance científico y técnico de nuestro país durante una época concreta? Desde un astrolabio del siglo XV hasta un viejo proyector de cine, pasando por el primer teléfono móvil o un avión de combate, todos ellos cuentan una parte esencial de la historia de cómo la ciencia y la tecnología han cambiado nuestras vidas.

Conservar y restaurar el patrimonio científico-técnico no es tarea fácil. La mayoría de los objetos que lo componen, fueron fabricados para usarse y ser funcionales, no para durar y ser conservados por su estética. Por lo que, una vez acabada su vida útil, tendían a ser desechados y, con ellos, parte de nuestra historia. 

¿Por qué conservar este patrimonio?

La respuesta está en el valor e información que se obtiene de estos objetos. Pensemos en el microscopio Reichert que utilizó Santiago Ramón y Cajal: no se trata de un simple instrumento, sino de la herramienta que le permitió descubrir la estructura del sistema nervioso, trabajo que le valió el Premio Nobel en 1906. O en un avión Douglas DC-3, que a primera vista es “otro avión antiguo”, pero que se convierte en patrimonio universal cuando recordamos que fue el que transportó el cuadro del Guernica desde Nueva York a Madrid. Lo mismo ocurre con los ordenadores IBM que en los años sesenta ocupaban habitaciones completas: hoy pueden parecernos inservibles y ridículos en comparación con nuestros portátiles, pero son la representación material de la entrada de la informática en la vida moderna. Cada objeto encierra una historia, la época que refleja y las emociones que despierta.

Boeing 747
Boeing 747 “Lope de Vega” expuesto en la sala Iberia del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (MUNCYT) en su sede de A Coruña. Créditos: página web del MUNCYT: Tour virtual.

En los museos dedicados a la ciencia y la tecnología, como el MUNCYT (Madrid y Coruña) o el MNACTEC en Terrassa, estas emociones se hacen palpables. Basta pasear por sus salas para ver a visitantes de distintas generaciones, reconocer objetos de su propia vida cotidiana. Abuelos señalándoles a sus nietos una radio de válvulas igual a la que escuchaba en casa de pequeño; padres sonriendo al ver el mismo modelo de cámara de fotos que usaban en sus vacaciones de cuando eran jóvenes, etc. En esos momentos, los objetos actúan como puentes intergeneracionales: no solo transmiten conocimiento histórico, científico y tecnológico, sino también memoria personal y colectiva. 

La multimaterialidad de los objetos: uno de sus mayores enemigos 

Uno de los mayores retos a la hora de conservar el patrimonio científico-técnico durante el mayor tiempo posible, es la multimaterialidad que poseen los propios objetos. A diferencia de una pintura o escultura, que suelen estar formados por un sustrato de lienzo, piedra o madera, además de pigmentos y aglutinantes (si están policromados), un objeto científico-técnico suele integrar muchos más materiales con necesidades muy distintas. Por ejemplo, un coche de principios del siglo XX combina metal en la carrocería, cuero en los asientos, caucho en los neumáticos, vidrio en las ventanas y maderas en el interior. Esto dificulta las labores de conservación en el museo, porque las condiciones climáticas que son buenas para un material, pueden ser terribles para otros, o porque un material al degradarse puede acelerar el deterioro de otros que componen el mismo objeto, incluso los que se exponen a su lado. Aquí también entran en juego los posibles contaminantes atmosféricos que pueden provenir del exterior o generarse en el interior del museo por los distintos materiales usados en la exposición, o incluso por los mismos objetos al degradarse.

Vitrina “Hogar dulce hogar” del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (MUNCYT) en su sede de Alcobendas, Madrid, con gran variedad de objetos científico-técnicos de diversos materiales. Créditos: María Teresa Molina
Vitrina “Hogar dulce hogar” del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (MUNCYT) en su sede de Alcobendas, Madrid, con gran variedad de objetos científico-técnicos de diversos materiales. Créditos: María Teresa Molina.

Estrategias de conservación: prevenir y curar

Ante esta complejidad, los conservadores aplican dos estrategias: medidas de conservación preventiva y medidas de conservación curativa. La conservación preventiva es, como su nombre indica, intentar evitar el deterioro antes de que aparezca. Se basa en mantener la humedad relativa en valores seguros, asegurar una temperatura estable, filtrar el aire para reducir contaminantes, elegir materiales de exposición que no emitan compuestos dañinos y diseñar vitrinas herméticas pero bien ventiladas, entre otros. 

Sin embargo, ante colecciones tan complejas y a veces con numerosos objetos, es difícil de llevar a cabo. Por eso, desde el Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas (CENIM) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) hemos colaborado con el MUNCYT para lograr soluciones más efectivas. Una de ellas es la colocación de dosímetros de distintos metales que forman los objetos de la colección. Estos actúan como detectores tempranos de posibles cambios en las condiciones climáticas y atmosféricas de las distintas vitrinas, salas o almacenes donde se coloquen durante algunos meses. Por lo que si estos metales (cada uno de ellos sensibles a contaminantes distintos o cambios de humedad), muestran cambios de color, aparición de corrosión o variación de peso, es señal de que algo no está funcionando bien y hay que tomar medidas de conservación preventiva adicionales.  

 Ejemplo de bastidor con distintos dosímetros de plata, plomo, cobre, acero, aluminio y latón que fueron colocados en la sala “Ruedas” del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (MUNCYT) en su sede de Alcobendas, Madrid junto a una cartela explicativa del proyecto de investigación llevado a cabo. Créditos: María Teresa Molina y Emilio Cano
Ejemplo de bastidor con distintos dosímetros de plata, plomo, cobre, acero, aluminio y latón que fueron colocados en la sala “Ruedas” del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (MUNCYT) en su sede de Alcobendas, Madrid junto a una cartela explicativa del proyecto de investigación llevado a cabo. Créditos: María Teresa Molina y Emilio Cano.

Cuando la prevención no es suficiente, entra en juego la conservación curativa. Aquí, los conservadores aplican recubrimientos protectores sobre las superficies metálicas que componen los objetos, actuando como una barrera entre el objeto y el medio si ya hemos comprobado que puede ser dañino. De esta forma se logra evitar o al menos ralentizar la corrosión. Pero esto tampoco es tarea fácil, ya que debe cumplir una serie de criterios, además de ser protector durante el mayor tiempo posible, como: ser reversible, no dañar el objeto original ni impedir futuras intervenciones, entre otras. Desde el CENIM-CSIC hemos investigado distintos sistemas de protección a partir de la aplicación de distintos recubrimientos para contribuir a identificar las mejores soluciones para los conservadores y restauradores. Se han ensayado en el laboratorio distintas resinas acrílicas, ceras microcristalinas e incluso otras soluciones más innovadoras que exploran la capacidad de auto-regeneración del propio recubrimiento si este sufre un daño físico, o la capacidad fotocatalítica, muy interesante para reducir la fotooxidación que suelen sufrir las resinas acrílicas. ¿Pero se pueden hacer pruebas directamente sobre los objetos? La respuesta es negativa. Para ello, se realizan probetas testigo que simulan el metal del objeto con el recubrimiento aplicado y se someten a distintos análisis antes y después de someterlos a un envejecimiento acelerado. Con estos análisis, podemos identificar los que menos cambios estéticos produzcan y presenten mejor capacidad de protección durante el mayor tiempo posible.

Salvar la ciencia y tecnología del olvido: cómo conservar los objetos que marcaron nuestra historia
a) Probetas de acero con recubrimiento acrílico durante un envejecimiento acelerado con ciclos de condensación y radiación UV. b) Evaluación de la capacidad protectora de una probeta de latón con recubrimiento acrílico con espectroscopía de impedancia electroquímica (EIS).Créditos:María Teresa Molina.

Más allá del objeto: lo intangible

Sin embargo, conservar el patrimonio científico-técnico no es solo preservar físicamente el objeto en las mejores condiciones posibles. También implica conservar su valor intangible o inmaterial: cómo se usaba, quién lo usó, qué significó para su época, qué cambios trajo consigo, etc. Por eso, la conservación también pasa por documentar su historia, registrar testimonios orales, anotar sus usos y contextualizarlo en su tiempo. Sin esa dimensión humana, los objetos quedarían reducidos a simples piezas mudas. ¿Y tú?, ¿contribuirás a la (re)valorización de este patrimonio como parte de la sociedad que lo está construyendo?

Referencias

  • M.T. Molina; E. Cano; I. Llorente; B. Ramirez-Barat. (2023). Corrosion risk to metal-based artefacts in a scientific and technical museum: an assessment of environmental and exhibition conditions. Materials. MDPI. 16-12. doi: 10.3390/ma16124239
  • M.T. Molina; E. Cano; J. Leal; R. Fort; M. Álvarez de Buergo; B. Ramírez Barat. (2023). Protective Coatings for Metals in Scientific-Technical Heritage: The Collection of the Spanish National Museum of Science and Technology (MUNCYT). Heritage. MDPI. 6, pp. 2473-2488. doi: 10.3390/heritage6030130
  • M.T. Molina; B. Salvadori; E. Cano; D. de la Fuente; B. Ramírez-Barat. (2023). Exploration of coating alternatives for the protection of bare steel and brass in scientific-technical artefacts. Heritage Science. SpringerOpen. 11-1. doi: 10.1186/s40494-023-01049-5

María Teresa Molina Delgado

Graduada en Restauración y Conservación de Bienes Culturales y Doctora en Ciencia e Ingeniería de Materiales. Investigadora postdoctoral Juan de la Cierva en el Instituto de Geociencias IGEO (CSIC-UCM)

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Cortesía de Muy Interesante



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