El cineasta tapatío Samuel Kishi vive un momento clave en su trayectoria. Tras casi dos décadas de trabajo constante, el director de “Somos Mari Pepa” y “Los lobos” se mueve entre proyectos internacionales de gran escala, nuevas producciones autorales y la convicción de que el cine también es memoria y responsabilidad social. Su nombre aparece ligado a series para plataformas globales, películas con resonancia internacional y, al mismo tiempo, a proyectos íntimos que lo traen de regreso a Guadalajara, su punto de partida.
Uno de los trabajos más recientes en los que participó es la serie “Nadie nos vio partir”, adaptación de la novela homónima de Tamara Trottner producida por Netflix que estrenará el 15 de octubre. Kishi dirigió dos de los episodios y formó parte de un equipo multinacional bajo la batuta de la cineasta argentina Lucía Puenzo. El rodaje implicó traslados entre México, Francia, Italia y Sudáfrica.
La serie cuenta la historia de una madre que emprende un arduo camino para recuperar a sus hijos, secuestrados por el padre. La historia se desarrolla principalmente desde el punto de vista de la hija, quien, con cinco años al inicio del secuestro, es llevada en un viaje internacional por su padre como forma de venganza contra su madre, desatando un conflicto emocional y legal.
El cineasta recuerda que la obra llegó a sus manos gracias a una recomendación. “Me enamoré del libro, y cuando llegó la invitación de Mónica Lozano para sumarme al proyecto no lo dudé. Tuve la fortuna de trabajar con Lucía Puenzo, que dirigió los primeros episodios, mientras a mí me correspondió la tercera y cuarta parte. Fue un proceso de aprendizaje enorme”, compartió en entrevista con EL INFORMADOR.

Filmación a varias voces
La experiencia de filmar en distintos países supuso un reto en todos los sentidos, en especial para alguien que disfruta trabajar de cerca con los actores. El director explica que el trabajo previo a distancia fue fundamental, sobre todo con intérpretes internacionales como Mariana Di Girolamo, Gustavo Bassani o el elenco sudafricano.
“Me sorprendió gratamente la calidad del equipo sudafricano. Fueron maravillosas personas y grandes artistas. También tuvimos que recrear Israel en Sudáfrica, por razones obvias de logística, lo cual implicó un desafío adicional. Todo esto me permitió descubrir formas distintas de aproximarme a los procesos y entender cómo la diversidad enriquece el lenguaje audiovisual”, comentó.
En términos narrativos, Kishi reconoce que la adaptación exigió decisiones difíciles. La novela pone especial énfasis en la perspectiva infantil, mientras que la serie amplía el foco hacia los adultos. “Fue necesario asumir el melodrama sin miedo. Se trataba de abrazar el género y al mismo tiempo combinarlo con un thriller que explora temas como el poder, los flujos de dinero y la violencia vicaria. Esa mezcla permitió experimentar mucho, desde escenas de acción hasta secuencias profundamente dramáticas”, explicó.
Una trayectoria en construcción
Recordar sus inicios lo confronta con el contraste de su presente. “Hace 17 años estaba en la colonia Constitución, estudiando cine y editando bodas y bautizos. Hoy dirijo con crews internacionales. Es surreal, pero también muy lindo. Lo que me interesa es contar historias, y uno va donde están las historias”, dijo.
La evolución de la industria audiovisual en Jalisco también ocupa un lugar importante en sus reflexiones. El director celebra el crecimiento que ha tenido el sector en la última década, gracias a iniciativas como los estímulos fiscales, la apertura de escuelas de cine y el trabajo constante de varias generaciones.
“Es un esfuerzo que ha costado décadas. Nosotros no inventamos el hilo negro; desde Guillermo del Toro, Jaime Humberto Hermosillo y muchos más, se abrió camino para que hoy exista un ecosistema fértil. Ahora vemos nuevas voces, artistas potentes y un talento que coloca a Jalisco en el mapa internacional”, aseguró.

Historias compartidas
El director también se refirió a la segunda temporada de “Nadie nos va a extrañar”, la serie de Amazon Prime que lo ha consolidado frente a un público joven y nostálgico. La historia se sitúa en la década de 1990, un período marcado por transformaciones históricas como la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio y la crisis política y social de esos años. “Es un drama adolescente, pero también es el coming of age de México. La serie está llena de música entrañable e icónica. Seguimos acompañando a personajes que se han convertido en parte de la cultura popular y eso me parece maravilloso”, comentó.
Para Kishi, la clave de la conexión con distintas generaciones radica en la honestidad de los personajes y la universalidad de los temas que aborda. “Todos hemos pasado por la adolescencia, por los dolores de crecer, por definir nuestra identidad y encontrar nuestro lugar en el mundo. Esa búsqueda la puede abrazar cualquier persona, sin importar la edad o la época en la que viva”, señaló.
El cineasta confirmó que la nueva temporada se estrenará el próximo año y adelantó que estará al frente de los ocho episodios, lo que le permitirá mantener la cohesión narrativa y el estilo que caracteriza a la serie. Además, adelantó que los espectadores encontrarán sorpresas, nuevos personajes y, al mismo tiempo, la continuidad del elenco original, garantizando que la historia conserve su esencia mientras se enriquece con nuevas tramas y perspectivas. La expectativa, concluyó Kishi, es ofrecer una experiencia que dialogue con la memoria afectiva de quienes crecieron en los años 90 y con las nuevas audiencias.
El regreso a Guadalajara
Además de las series internacionales, Kishi prepara su regreso a filmar en Guadalajara su tercera película como autor en solitario. Bajo el título “Inmóvil”, el proyecto contará con la producción de Animal de Luz y la participación de actrices como Martha Reyes Arias y Úrsula Pruneda.
“Es importante regresar al lugar de origen y trabajar con el equipo tapatío. Esta película me emociona mucho porque representa un nuevo capítulo en mi filmografía autoral, después de ‘Somos Mari Pepa’ y ‘Los lobos’. La filmaremos a mediados del próximo año y me entusiasma que gran parte del equipo sea local”, adelantó.
A la par, Kishi trabaja en “El invencible verano de Liliana”, adaptación del libro de Cristina Rivera Garza que codirige con Inna Payán. Se trata de un proyecto híbrido entre documental y ficción, con recursos de animación. “Es parte del menú de la casa”, dijo, recordando cómo sus obras suelen moverse entre distintos lenguajes narrativos.
PARA SABER
Mirada hacia el futuro
Además de los proyectos que tiene en marcha de manera inmediata, Kishi se encuentra preparando una película destinada a una plataforma de gran escala, aunque por el momento no se han revelado detalles sobre la trama, el elenco o la fecha de estreno. Aun así, el cineasta mantiene un ritmo constante y exigente, dividiendo su t’iempo entre rodajes, procesos de posproducción y el desarrollo de nuevas ideas y conceptos cinematográficos. Reconoce que el balance entre tantas responsabilidades no es sen cillo, pero encuentra una profunda motivación en la oportunidad de dedicarse a lo que realmente le apasiona. “Sí, es mucha chamba, pero estoy muy contento”, resumió con entusiasmo.

DISCIPLINA Y CONSTANCIA
Consejos a los nuevos cineastas
Al reflexionar sobre los estudiantes que hoy se forman en las aulas del CAAV y la Universidad de Guadalajara, el director ofrece un consejo que sintetiza su propia trayectoria: disciplina, constancia y compromiso. “No hay que claudicar. Hay que estudiar y trabajar muchísimo, y en algún momento llega la oportunidad. Lo importante es seguir contando historias honestas que retraten nuestro mundo”, expresó. Para él, la perseverancia y el esfuerzo son fundamentales, pero igualmente esencial es mantener la pasión por narrar historias auténticas que conecten con la realidad.
En sus palabras, el cine trasciende la ficción: es también una forma de memoria colectiva. “Como dice Maite Alberdi, no se trata solo de generar contenido, sino de ser testigos y dejar constancia de nuestra época. En 20 o 30 años, los espectadores podrán ver cómo era el mundo en los años 2000. Esa es nuestra responsabilidad social como cineastas”, afirmó. Para Kishi, cada proyecto cinematográfico implica un compromiso ético: documentar la vida, las costumbres y las transformaciones de la sociedad, ofreciendo a las futuras generaciones un registro honesto de su tiempo. Así, el cine se convierte no solo en un arte, sino en un archivo viviente que refleja la memoria y la identidad colectiva de quienes lo crean y de quienes lo ven.
Cortesía de El Informador
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