
Pues al final no hubo ningún acuerdo de seguridad con Estados Unidos. El golpe pega directamente en la Presidenta Claudia Sheinbaum, que había levantado altas expectativas sobre su conclusión. Lo propuso el 17 junio al presidente Donald Trump y el primero de julio dijo que estaba prácticamente listo y se anunciaría “esta semana”. Dos meses después, se quedó con las ganas ante un mensaje implícito de Estados Unidos: México no es un aliado al que trata mirándole a los ojos; es un “mal necesario” -como lo describen altos funcionarios en la Casa Blanca- con el que hay que trabajar porque es la puerta de la migración, el fentanilo y los negocios criminales de los cárteles de las drogas, a los que llaman “terroristas”.
Tampoco hubo que esperar que se reuniera con Marco Rubio, el poderoso canciller de Trump, para entender que México no es el piloto en la estrategia para combatir a los cárteles, sino un copiloto que a veces ocupa el asiento trasero. El “acuerdo” -que tiene naturaleza jurídica y obliga- que no fue, el lunes Sheinbaum lo redujo a un “entendimiento” -donde se declaran meramente intenciones sin ser vinculantes-, y para el miércoles lo había convertido en un “Programa de Cooperación en Materia de Seguridad Fronteriza” -que organiza la ejecución de lo que se ha pactado-. Tremenda reducción estratégica de lo que había plantado.
La Presidenta no parece haber sido bien informada esta semana lo que debería esperar con Rubio, porque no sabía que lo que más habría era un Programa, para el cual su venta pública por semanas y las alegorías sobre lo que iba a lograr con Trump, resultaron pólvora mojada. Ayer adelantó durante su conferencia matinal, que el encuentro con Rubio sería cordial, y reflejaría el buen estado de la relación bilateral. Tras escuchar al secretario de Estado en una rueda de prensa, se entiende por qué. Jamás ha habido una cooperación tan profunda con ningún gobierno de México, aseguró, mostrando su complacencia con lo que ha ido cediendo la presidenta a sus pretensiones. La frase, sin embargo, meterá en problemas a la narrativa que el gobierno de Felipe Calderón fue el más entreguista de la historia, porque los resultados alcanzados, benefician únicamente a Estados Unidos.
Sheinbaum había dicho que hablaría por los mexicanos en Estados Unidos -el tema del endurecimiento de las políticas migratorias- y de comercio. Si lo hizo no trascendió. El comunicado conjunto refleja las prioridades que la semana pasada anunció el Departamento de Estado concretaría Rubio en México y Ecuador. “Los dos Gobiernos -señala en su punto central-, establecerán un grupo de implementación de alto nivel que se reunirá regularmente y dará seguimiento a los compromisos mutuos y a las acciones tomadas dentro de los dos países, incluidas las medidas para contrarrestar a los cárteles, fortalecer la seguridad fronteriza y eliminar los túneles clandestinos en la frontera, atacar los flujos de financiamiento ilícito, fortalecer la colaboración para prevenir el robo de combustible, incrementar las inspecciones, las investigaciones y los procesos judiciales para detener el flujo de drogas y armas”.
Aunque parece un comunicado tradicional, no lo es. Hay algunas acciones canceladas por López Obrador que se restablecen, como el grupo de alto nivel para darle seguimiento a los compromisos, que resaltó Rubio, establecerá un mecanismo de rendición de cuentas, liquidando totalmente la discrecionalidad de los abrazos sin balazos. Hay también elementos nuevos que no figuraban en el pasado, como el robo de combustible.
El huachicol apareció de manera prominente, pidiendo inspecciones e investigaciones en México, lo que subraya una de las nuevas preocupaciones y prioridades de Washington. El trabajo contra el contrabando de armas incluirá, según Rubio, un rastreo de las armas, como lo hizo el programa “Rápido y Furioso” -aunque terminó en fracaso-, pero que no será unilateral, sino contará con la cooperación del Gobierno mexicano, lo que es otro tropiezo en la retórica propagandista de López Obrador.
En términos de combate a las organizaciones criminales en México, este acuerdo es positivo. El que se plantee dentro de un plan bilateral resuelve el tema de la soberanía nacional, que le permite a Sheinbaum exaltarlo en su narrativa, como seguramente lo hará hoy en su mañanera. Lo malo es que la agenda de la lucha contra los cárteles regresa a ser dictada por Washington, en función de la seguridad nacional de Estados Unidos, en donde ubicó Trump el combate a los cárteles desde que los denominó como “organizaciones terroristas extranjeras” y la eliminación del tráfico ilegal de fentanilo desde México, por cuya frontera se ha incautado el 97% del opiáceo.
Si hasta ahora la cooperación “jamás” vista con un Gobierno mexicano solo ha beneficiado a Estados Unidos, ¿cuál sería el incentivo para Sheinbaum? La respuesta es sencilla: la pacificación del país. Alcanzarla es otra cosa, y como se ha visto, no se ha podido apaciguar al país hasta ahora. La opción se la da Trump: tropas estadounidenses que combatan a los cárteles junto con las Fuerzas Armadas mexicanas en nuestro territorio. El plan anunciado ayer no contempla esa posibilidad, pero las señales que se están enviando apuntan que será cuestión de tiempo para que se eleven las presiones o, incluso, tengamos acciones unilaterales abiertas o clandestinas.
Sheinbaum ya las experimentó y debe escuchar lo que están diciendo. Rubio, por ejemplo, que minutos antes de subirse al avión para volar a México, habló con la prensa en Florida donde a propósito de una pregunta sobre el misil que destruyó una lancha rápida con 11 personas a bordo, respondió: “El presidente (Trump) ha sido muy claro que va a utilizar todo el poder de Estados Unidos, toda la fuerza de Estados Unidos, para combatir y erradicar a estos cárteles de las drogas, sin importar desde dónde operen, ni cuánto tiempo hayan podido actuar con impunidad. Esos días se acabaron”.
Rubio es el halcón menos feroz en la Administración Trump, pero es, de todo el gabinete, quien mejor conoce a México y sabe lo que provocó López Obrador con su tolerancia y laxitud con los cárteles. Por lo mismo sus palabras deben ser calibradas de manera diferente a como analizan al resto de los extremistas en Washington, y repensar qué quiere Sheinbaum para México, y cómo lo quiere.
Cortesía de El Informador
Dejanos un comentario: