Se han construido tantas presas en casi 200 años que no solo hemos cambiado cuánto dura el día: también afectamos el eje de rotación

Un nuevo estudio ha confirmado que la construcción de miles de presas alrededor del mundo ha sido suficiente para desplazar ligeramente el eje de rotación de la Tierra. Luego de analizar el impacto de más de 6,800 embalses, los autores  descubrieron que, entre 1835 y 2011, el polo geográfico del planeta se movió casi un metro debido a la acumulación masiva de agua.

Puede que este cambio sea imperceptible para los humanos. Sin embargo, la investigación publicada en Geophysical Research Letters demuestra hasta qué punto estas edificaciones pueden influir en la dinámica física de la Tierra, algo que antes se creía exclusivo de procesos naturales como los movimientos tectónicos o el derretimiento de los glaciares.

El peso del agua y el movimiento de los polos

No es la primera vez que se detecta algo así. Hace unos años, el Jet Propulsion Lab (JPL) de la NASA había calculado que el llenado de la presa de las Tres Gargantas, en China, la más grande del planeta, modificó la duración del día terrestre en 0.06 microsegundos al redistribuir una enorme masa de agua. Ahora, los nuevos datos amplían esa observación a una escala global.

Según explicó Natasha Valencic, coautora del estudio, el fenómeno ocurre porque al construir presas “atrapamos” agua que normalmente regresaría al océano. “Conforme atrapamos agua detrás de las presas, no solo eliminamos el agua de los océanos, reduciendo el nivel del mar, también se distribuye la masa de una forma distinta alrededor del mundo”, señala. Esa redistribución, aunque mínima, altera el equilibrio físico de la Tierra y provoca pequeños desplazamientos del eje de rotación.

El estudio estima que los 6,862embalses analizados almacenan una cantidad de agua equivalente a dos veces el volumen del Gran Cañón del Colorado. Esa masa adicional concentrada en regiones específicas fue suficiente para mover el eje de rotación terrestre unos 90 centímetros respecto a su posición original.

Cómo cambia la Tierra bajo nuestros pies

El análisis del desplazamiento se dividió en dos grandes etapas. La primera, entre 1835 y 1954, coincide con la construcción de presas en Europa y Norteamérica, lo que movió el polo geográfico 20.5 centímetros hacia el meridiano 103 este. La segunda etapa, entre 1954 y 2011, refleja el auge de las megaconstrucciones en Asia y África oriental, y empujó el polo 57 centímetros hacia el meridiano 117 oeste.

Aunque estos valores puedan parecer minúsculos, en geofísica son enormes. Para entenderlo mejor: el eje terrestre no es un punto fijo. Nuestro planeta, al no ser una esfera sólida y homogénea, tiene una corteza que “flota” sobre un manto parcialmente fluido. Cualquier cambio en la distribución de la masa superficial, ya sea agua, hielo o roca,  puede modificar levemente la orientación de ese eje.

Los expertos aclaran que no hay motivo de alarma. “No vamos a entrar en una nueva edad de hielo porque el polo se haya movido un metro”, explicó Valencic. Sin embargo, sí es relevante porque estos cambios pueden afectar el nivel del mar y, a largo plazo, ofrecer pistas sobre cómo las actividades humanas están influyendo en procesos geológicos que antes se consideraban intocables.

Cortesía de Xataka



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