Search Funds: una manera digna de preservar el legado empresarial

A inicios de siglo, Farique José Cetina y Rodrigo Ortegón, amigos de la infancia, se dieron cuenta de los problemas que enfrentaban varios conocidos para administrar sus restaurantes. Uno de los más recurrentes era la dificultad para detectar el robo hormiga en sus operaciones, derivado de un control deficiente de inventarios.

Las constantes quejas que escuchaban sobre la falta de una herramienta digital que ayudara a controlar mejor esas existencias, además de pagos, facturación, reportes, recetas y personal, pasaron a ser las semillas de un proyecto empresarial al que bautizaron Soft Restaurant.

Hoy, aquel incipiente emprendimiento se ha consolidado como el estándar en México para la gestión de negocios en la industria restaurantera nacional y en Latinoamérica.

Como suele ocurrir, la combinación de una necesidad real —en este caso, un sistema integral de administración para restaurantes— y las habilidades tecnológicas de dos emprendedores dio origen a un servicio que, con dedicación y visión, creció rápidamente hasta convertirse en un servicio casi insustituible. Lo que empezó en Mérida, ciudad natal de Cetina y Ortegón, terminó pasando a ser una solución casi indispensable y que hoy utilizan más de 42,000 restaurantes, no solo en México, sino ya en 13 países de América Latina.

Pero, conforme se acercaban a una nueva etapa de su vida profesional, ni Cetina ni Ortegón tenían una estrategia clara para llevar la empresa a su siguiente nivel. Tampoco contaban con un plan de sucesión que asegurara su continuidad generacional.

La respuesta a esta problemática llegó en 2023, de manera inesperada y sin proponérselo, cuando dos jóvenes emprendedores —Alonso Alcocer y Santiago Estévez— tocaron a su puerta con una propuesta difícil de rechazar: comprar su negocio para preservar su legado, revitalizarlo y, al mismo tiempo, permitir que los dos fundadores capitalizaran el esfuerzo invertido durante más de dos décadas.

Para entonces, Soft Restaurant cumplía con los parámetros —facturación anual superior a $200 millones de pesos y márgenes de rentabilidad mayores a 15%— que suelen atraer a inversionistas como Alcocer y Estévez.

Ante la propuesta, Cetina y Ortegón aceptaron. Vendieron su empresa, que hoy, gracias a sus nuevos propietarios, sigue operando y ganando clientes, así como reputación en la industria restaurantera de América Latina.

El dilema de los fundadores de Soft Restaurant no es inusual. De hecho, miles de compañías familiares en México —y en el mundo— carecen de estrategias para garantizar su continuidad. Tras años de superar retos inesperados y hasta crisis, muchos fundadores no cuentan con un plan de salida que permita mantener funcionando las empresas exitosas que edificaron. Tampoco han delineado un plan de contingencia para enfrentar su ausencia ni para resolver el desinterés de herederos, quienes quizá no comparten las prioridades, intereses o habilidades necesarias para continuar con el negocio.

Cada vez más, sin embargo, estos empresarios optan por conservar el legado que construyeron con la entrega de sus negocios a una nueva generación de emprendedores, mediante un modelo que asegura continuidad y crecimiento: el search fund.

Este vehículo financiero lo crean uno o dos emprendedores, como eran Alcocer y Estévez hace unos años, y está respaldado por un grupo de inversionistas. El objetivo es adquirir, operar y escalar una sola compañía. A diferencia de los fondos de capital privado —que suelen armar portafolios de empresas para luego venderlas tras transformarlas—, los search funds se enfocan en un único negocio. Esa concentración los convierte en aliados naturales de quienes buscan preservar la existencia de sus compañías, el sustento de sus trabajadores y las relaciones con sus proveedores. Las empresas que eligen esta ruta logran, en general, tras cerrar la transacción, iniciar un nuevo capítulo que garantiza su futuro.

En México, se han concretado ya unas 60 adquisiciones bajo este esquema para dar una salida digna a los negocios edificados durante décadas, como sucedió con Soft Restaurant. Lejos de percibirse como una derrota, estas transacciones son vistas como una alternativa benéfica para asegurar la continuidad e impulsar el desarrollo de negocios exitosos. Vender, en este contexto, no significa un final, más bien es una decisión que permite a los fundadores dar trascendencia a lo que edificaron.

El modelo de los search funds nació en Estados Unidos y ha servido como puente entre dueños que buscan dar el siguiente paso —tanto personal como empresarial— y emprendedores dispuestos a dedicar su tiempo, energía y conocimientos a un solo proyecto.

El caso de Soft Restaurant no es único. Otro ejemplo es el de Mita Residential, una plataforma de administración y renta de propiedades vacacionales de lujo en Punta Mita y Los Cabos. La venta del negocio a un search fund le permitió al fundador cambiar su lugar de residencia, liberar capital para otros negocios, al mismo tiempo que dio a sus hijos la oportunidad de dedicarse a otros intereses.

Una de las mayores preocupaciones del fundador de ese negocio era la atención que se le prestaría a su base de clientes, que incluía amigos de muchos años. Al vender a un search fund, en vez de a otro tipo de comprador, el fundador aseguró que la atención personal y presencial del director general de la compañía con esos clientes continuara.

Actualmente existen unos 10 search funds en distintas etapas de búsqueda y análisis de compañías en México, entre ellos, Arena Capital, que yo creé.

Este search fund busca asociarse con quien esté dispuesto a liberar el valor acumulado y garantizar el futuro de su negocio. La apuesta es única y clara: adquirir una compañía sólida, con trayectoria y potencial, a fin de dedicarle tiempo, energía y visión para llevarla a su siguiente etapa de desarrollo.

Lejos de considerarse un simple desenlace, la operación con un search fund puede convertirse en la mejor opción para garantizar la continuidad de un legado empresarial único, difícil de replicar y que no debe desaparecer.

Cortesía de El Economista



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