Según parece, hay remedio


La marcha de la generación Z en Guadalajara y letras del alfabeto que la acompañaron. La marcha de lo que cada quería encontrar, muchedumbre ensombrerada, con toda laya de símbolos en las manos. La marcha de pedir lo que de una en uno consideran le viene bien al país: “Recuperemos el Congreso en el 27”, inevitable preguntarse, con todo y la buena intención de la marchante con su cartulina: ¿cuándo fue nuestro? La marcha por Carlos Manzo: “no murió, el gobierno lo mató”, coro unificador y contundente; como otro, atronador, desde miles de gargantas poco antes de iniciar la caminata al borde la glorieta de las y los desaparecidos: “fuera Morena”. No se confundan, no fue partidista, pero bueno, en las excepciones está el gusto: el problema es el gobierno y así como el PRI tuvo su turno, ahora le toca a Morena; no fue partidista, el partido que sea y la bonita costumbre una vez que gobiernan: abusar del poder y corromperse. La marcha de para allá, no mejor para acá: del lado sur de la glorieta, en lo alto del monumento a los Niños Héroes, en su plazoleta, un altavoz retumbaba, planta eléctrica y toda la cosa; la voz cantante daba instrucciones, lanzaba consignas como para ser el eje: la gente congregada comenzó a caminar en sentido contrario del reloj y entró a sonar una banda michoacana, justo en la base de la rotonda, mirando hacia la Av. Mariano Otero, el tropel se detuvo un poco, el ritmo estaba bueno y la melodía también: puro Michoacán, puro Carlos Manzo, cómo no; la voz cantante pedía dar la vuelta a la glorieta para luego tomar hacia Niños Héroes, llegar a la Minerva y luego a Casa Jalisco. Nomás que, del otro lado, el que da al norte, había otras voces cantantes acaparando la atención de quienes estaban a su alrededor, “fuera narco estado”, “fuera Claudia”, cerraron el paso por Niños Héroes y la comitiva se fue por Chapultepec. La voz cantante del sur desmontó su planta, su sonido y siguió la inercia del gentío. Muchos miles llenaron la vieja calle Lafayette, las banderas de México eran el símbolo más constante. Una manta abarcaba el ancho de la vía: “Estamos cansados de vivir con miedo”. La marcha en paz, la marcha emocionante, la marcha de la libertad puesta en práctica, la marcha del derecho a manifestarse: de la Constitución a la calle, pésele a quien le pese, bueno, le pesa a la Presidenta Sheinbaum. Cómo no emocionarse y hasta soñar: en una de ésas, hasta al Congreso lo hacemos nuestro.

Generación Z, ruega por nosotros. Si en otro país tus coetáneos ya derrumbaron un gobierno ¿qué te cuesta echarnos una mano aquí? En el país de las transferencias de responsabilidad, etiquetar a grupos sociales viene muy bien: el estado de cosas no es nuestra culpa y no hemos podido contra los malos gobiernos, por eso, zetas, no vayan a fallarnos. La presidenta sigue responsabilizando a otros por los males que padece México, es incapaz de comprometerse con las soluciones y de aceptar que las cosas no van bien, en todo caso, siempre transfiere la culpa, es de alguien más. Si no pagamos impuestos es responsabilidad de los corruptos ¿para qué se los roban? Si dejo la basura de mi casa en una banqueta lejana, es responsabilidad del ayuntamiento que no la recoge. Etc. y etc. Ahora, para que ese transferir la responsabilidad tenga una dosis de magia, de esperanza ultraterrena, nos asimos a una especie de astrología. Antes, si, por ejemplo, naciste en junio, eras de signo géminis, por esto, tu personalidad y destino quedaban prefijados. Ahora, si llegaste al mundo entre un año y otro, lapsos de una década o más, tu comportamiento personal y social quedan fatalmente determinados, en paquete: junto con los millones en el mundo que nacieron entre los años establecidos para cada generación. No importa si es Madagascar, en donde hace poco su gobierno cayó por el influjo de la generación Z, o Nepal, nación en la que el mismo grupo, harto de la corrupción, provocó cambios significativos. ¿Qué fue del viejo determinismo? El que atravesaba a los personajes de Emilio Zola o de Pérez Galdós, condenados por la pobreza, la violencia, su nivel de educación, por la herencia biológica y sus condiciones políticas y culturales. Hoy es más simple: el año de nacimiento es el determinante global, casi cósmico; y por mera transferencia de responsabilidad, si pudieron en Madagascar y en Nepal, lo dicho: generación Z nacida en México, ruega por nosotros. (Habría que preguntar si está escrito que el sino de las generaciones previas era ser rescatadas por una posterior).

Esperanzadoramente, la marcha de ayer, por lo pronto la de Guadalajara, no corrió a cargo de un solo rango de edad. Ni los mayores, mujeres y hombres, algunos en sillas de ruedas, otros con bastón, ni los de edad media se quedaron en su casa a esperar que el milagro de la democracia y la justicia ocurra por intercesión de las y los jóvenes. Perdemos de vista que ese tipo de particiones de la sociedad beneficia a los poderosos, dividen y descalifican para continuar medrando: si convocó la generación Z y la gente de cualquier edad se sumó ¿no es de lo que se trata la sociedad? Fue una marcha magnífica. Sentirla, estar en ella, fue antídoto para anular la desinformación que la rodeó y que seguramente tratará de echarle un velo encima. La pulsión por hacer comunidad persiste. Saber que somos capaces de exigir individual y colectivamente, apropiándonos de las calles, es ponernos más allá de los políticos y de sus partidos y de las leyes que hacen a su modo, para sancionar protestando su corrupción y su ansia por reprimir.

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Cortesía de El Informador



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