
Inicia septiembre, el mes más agitado para la ONU.
Este año no será la excepción, por el contrario, los conflictos en el mundo se acumulan.
En septiembre, la ONU organiza su asamblea anual. Todos los presidentes y primeros ministros visitan territorio neutral rodeado por Nueva York.
Ayer recordaba una frase del secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres: “Nunca olvidemos la facilidad con la que los discursos de odio pueden convertirse en delitos de odio”.
La frontera es tenue. En ocasiones, quienes la rebasan, no se percatan que se han convertido en delincuentes.
Cada año la ONU nos recuerda la imperiosa necesidad de mantener y apoyar a los organismos multilaterales. En la última década, el mundo ha visto el arribo de líderes de Estado atrincherados en los extremos a través de discursos de odio.
El odio se ha convertido en la vía más corta entre el discurso y el poder. Para acumular poder se requiere generar más odio. Así lo parece si volteamos a una importante cantidad de países. Era difícil imaginar que 80 años después de la segunda guerra mundial la ONU sufriría un colapso desde el Consejo de Seguridad.
Esto se traduce de una manera sencilla: los ganadores de la guerra (por lo menos tres de ellos) son los primeros que subestiman en la actualidad la urgencia de mantener y fortalecer a organismos como la ONU.
Los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad son: Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia.
Al revisar cuatro de los objetivos que tiene la ONU nos encontraremos que varios líderes políticos no los cumplen: mantener la paz y la seguridad internacionales; fomentar la cooperación internacional; promover el respeto de los derechos humanos y apoyar el desarrollo sostenible y la acción climática.
Una nación sin paz, es decir, agredida por un país, experimenta la ruptura de los cuatro objetivos mencionados dentro de su territorio: no tiene seguridad, no necesariamente recibe frutos de la cooperación internacional; miembros de su sociedad sufre la violación de derechos humanos y la acción climática pasa a ser un pie de página.
En pocos días comenzaremos a observar el desfile de líderes al frente de la Asamblea General de la ONU; muchos de ellos llevarán su discurso de odio aprovechando la enorme caja de resonancia que representa el evento.
Algunos de los líderes que subirán al podio son los primeros en violar el derecho internacional. Dirán que lo hacen en defensa propia. Que el agresor ha provocado la crisis bélica en la que se encuentran. Las historias se repiten, pero lo más peligroso es el desdén que sufren los organismos multilaterales.
Mientras más débil sea la ONU, los escenarios bélicos se fortalecen.
Vale la pena tomarlo en cuenta.
Cortesía de El Economista
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