
Acostumbrada a las declaraciones medidas para guardar los delicados equilibrios diplomáticos, sobre todo con la Casa Blanca, Claudia Sheinbaum ha decidido tomar la iniciativa ante la crisis de EE UU y Venezuela, que sigue escalando a toda velocidad. Tras meses de una cierta contemporización, la presidenta de México ha hecho un llamamiento explícito a Naciones Unidas para que actúe, además de ofrecer incluso el territorio mexicano para una posible negociación entre las dos partes. La propuesta de la mandataria mexicana llega después de una nueva escalada en la campaña estadounidense contra el régimen de Nicolás Maduro. El presidente Donald Trump ordenó el martes el “bloqueo total de los petroleros sancionados” que entren y salgan de Venezuela. Sheinbaum, como ha hecho en otras ocasiones, no ha entrado hacer ninguna valoración del régimen chavista ni de la gestión de Maduro, pero sus declaraciones poco habituales colocan a México como un nuevo actor entre el coro de voces regionales sobre el conflicto, mientras Trump sigue elevando las amenazas de una incursión militar.
El triángulo diplomático formado por Estados Unidos, México y Venezuela ha estado muy presente durante los últimos meses, pero nunca de modo tan explícito como ahora. Sheinbaum ha llegado este miércoles a ofrecer incluso que México sea la sede de un encuentro entre Venezuela y Estados Unidos para tener un diálogo diplomático. Fuentes cercanas a la presidencia subrayan que, en todo caso, el ofrecimiento de mediación requería para hacerse efectivo que alguno de las dos protagonistas lo solicitara. “Podemos ser un punto de reunión si así lo consideran las partes. Y si no, buscar mediadores que eviten cualquier conflicto en la región”, dijo en su conferencia matutina. No sería la primera vez que sucediera. México ya fue en 2021 el país anfitrión en las negociaciones entre el chavismo y la oposición, con Noruega como mediador.
Desde el inicio de la tensión, México ha optado por una posición prudente, bajó el lema siempre de “no a la injerencia extranjera y el respeto por la soberanía de cada país”. Hace un mes, Sheinbaum, anunció que había llegado a un acuerdo con la Casa Blanca respecto a las presuntas narcolanchas que ha atacado el Gobierno de Donald Trump desde septiembre, con un saldo de más de 80 muertos. La Marina mexicana será la encargada de interceptar estas embarcaciones en aguas internacionales cercanas a las costas de México. El acuerdo alcanzado por Sheinbaum es en gran medida un cortafuegos para evitar que los ataques se contagien a México, algo que ha deslizado Trump en más de una ocasión como parte de su estrategia de tensión permanente.
La escalada militar de Estados Unidos contra Venezuela ha agitado la diplomacia latinoamericana. En la reciente cumbre que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Unión Europea celebraron a principios de noviembre en Santa Marta, Colombia, el documento final definía como “zona de paz” las aguas del Caribe. El texto evitó adrede cualquier mención a Estados Unidos y a sus más de 20 ataques a presuntas “narcolanchas” en esa zona lindante con Venezuela y Colombia. Los presidentes de la región que más presionaron por promover una “zona de seguridad marítima” en el Caribe fueron el anfitrión, Gustavo Petro, y el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. México suscribió el documento, aunque solo envió a su canciller, Juan Ramón de la Fuente.
La actitud negociadora y prudente de Sheinbaum ha sido una constante en su política internacional y, en concreto, con Venezuela y el chavismo. Ante el reciente premio Nobel de la paz para María Corina Machado, acérrima opositora a Maduro, la mandataria mexicana ha optado por la cautela. “Nosotros siempre hemos hablado de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos”, suele repetir como un mantra en cada rueda de prensa. Aunque esta semana, ha elevado algo más el tono acusando a Carina Machado, sin citarla explícitamente de “llamar a la intervención extranjera”, en relación con el alineamiento de la líder opositora con cada movimiento de la Administración de Donald Trump contra el gobierno de Maduro.
Como parte de los equilibrios diplomáticos, Sheinbaum también ha insistido en que “México rechaza la criminalización de la oposición venezolana”, al mismo tiempo que “insta a defender la soberanía” de ese país. En todo caso, esa pretendida neutralidad ya sufrió un viraje reciente cuando Sheinbaum casi por sorpresa decidió casi de manera conjunta con su homólogo colombiano, Gustavo Petro, que enviaba una representación diplomática a la toma de posesión de Maduro tras su polémica victoria en elecciones presidenciales de verano pasado, cuestionada por buena parte de la comunidad internacional.
De hecho, la petición de la presidenta para que la ONU tome medidas contundentes ha llegado un día después de que El Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Volker Turk, anunciara que se retira de Venezuela. Turk, que fue declarado persona non grata por el Parlamento venezolano, aseguró que se han hecho “todos los esfuerzos posibles” para seguir operando en el país, “solicitando visados y dialogando con las autoridades, pero sin éxito”, y señaló que la oficina que dirige ya “no tiene ningún tipo de personal dentro de Venezuela”.
Cortesía de El País
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