Síntomas (inequívocos) de que tu barrio se está gentrificando


La gentrificación es lo de hoy. Tras las manifestaciones de la semana pasada, más comentadas por la violencia y el origen de los manifestantes que por la materia de la protesta, la gentrificación, el fenómeno de desplazamiento de viejos residentes y la llegada de nuevas tribus urbanas, locales o extranjeras, a un barrio, se convirtió en el tema de conversación. ¿Cómo saber si tu barrio se está gentrificando? He aquí un pequeño catálogo de síntomas para identificar a la ola gentrificadora.

El primer síntoma de este proceso de cambio son los nombres de los establecimientos. Si cada vez hay más changarros que terminan con “ía”, como la cafetería, la tetería, la whisquería, la mezcalería, la bollería, pare oreja, ahí vienen los gentrificadores. Más aún, si en un barrio que tradicionalmente lo habitaban viejos de repente empiezan a parecer barberías donde había peluquerías; pet boutique donde había veterinarias y bazares “second hand” o vintage en las tiendas de chucherías, ¡aguas! (perdón, debí decir warning!). 

Si en las banquetas las jóvenes señoras, siempre en pants o ropa deportiva, en lugar de niños llevan en las carriolas perrijos de razas ridículas y que tienen nombres de personas (Tomás, Ernesto, Karla, Jenny) y los niños, los pocos niños que hay en el barrio, tienen nombres de perros (Hollis, Eneko, Indra, Wynn).

Si en lugar de carritos de paletas ahora lo que pasa por las calles es un triciclo vendiendo berries; si en las bancas de los parques la gente no está platicando con otra persona sino colgada al celular o en video llamada desde la laptop; si las librerías se llaman a sí mismas alternativas y solo venden libros artesanales, tan caros como malos; si los tradicionales letreros de lámina de las tienditas fueron sustituidos por un luminoso diseño hecho en tubos de neón que reza “concept store”, no hay duda, su barrio está siendo invadido por los nómadas digitales.

Donde más se nota la gentrificación es en los restaurantes. Si al pan tostado le dicen tosta; al birote, pan de masa madre y al bollo, brioche. Si en lugar de tejuino y tepache venden combucha y matcha. Si los huevos a la mexicana requieren explicación en el menú. Si hay más de cuatro variedades de chilaquiles, pero ninguno enchila. Si le llaman leche a cualquier líquido color blanco, sea de almendra, coco, soya, agua pintada, o cualquier cosa que no sea de vaca. Si a las quesadillas las venden como dobladillas, al té le dicen chai y a los batidos les dicen smoothie. Si el local está amueblado con incomodísimas sillas de madera o espantosas periqueras, no hay dos platos iguales y los vasos son botellas recortadas. Si el café más barato cuesta 200 pesos, ha llegado usted a una catedral de la gentrificación. 

Hay, sin embargo, un síntoma más importante a observar. Si su vecino se levanta a las nueve y sale a la calle a desayunar en shorts, camiseta y chanclas birkenstock con calcetines, prepárese: el próximo año le van a subir la renta.

[email protected]
 

Cortesía de El Informador



Dejanos un comentario: