Somos o nos hacemos


Ensueño, chauvinismo o realidad: Jalisco se distingue positivamente de otros estados, particularmente de los gobernados por Morena; y esa distinción tiene que ver, más que nada, con la disciplina férrea que el poder central impone a quienes usan el morenismo para auparse al poder, disciplina del tipo: no cambien ni un punto ni una coma a lo que provenga de Palacio Nacional, de lo que se desprende la distinción positiva -si existe-: Jalisco está más o menos distante de ese autoritarismo porque aquí hay una división de poderes nítida y funcional. Las y los integrantes del Poder Legislativo actúan de cara a sus representados, no responden a la lógica del Ejecutivo, federal o estatal, son revisores rigurosos del dinero del pueblo y de los efectos que su uso tiene en la vida de la gente. El Poder Judicial imparte justicia a ciegas, gratuita y expedita, es transparente y por sí mismo se pone al día para cumplir mejor su misión constitucional, es puntal del estado de derecho que las empresas buscan para invertir. Los organismos autónomos son eso, autónomos, ajenos al juego político, contrapeso razonable del poder a favor de los derechos individuales y comunitarios. En Jalisco, los derechos humanos, la transparencia y la protección de datos personales son consustanciales al servicio público, mandato no sólo jurídico, ético. Y los municipios son libres, complemento político para que las personas reciban eficientes servicios públicos y dispongan espacios comunes propicios para la buena calidad de vida.

Además, las libertades, en Jalisco no hay un político de alto o de medio pelo que se atreva a amenazar y censurar periodistas, opinadores o medios de comunicación, mucho menos a ciudadanos. La libertad de tránsito es un contento; en las carreteras estatales, nada que temer, a la hora que sea y donde sea. Las consultas públicas no son simulaciones: la opinión de la gente, de las y los especialistas son no sólo escuchadas, inciden en las decisiones y modulan democráticamente el progreso del estado. Y las poblaciones vulnerables están en vías de dejar de serlo, sin demagogia, sin gesticulaciones clientelares, por la puritita ansia de justicia. Así se concibe por acá el acto de gobernar, en sentido contrario a como lo concibe el gobierno federal, si nos atenemos a sus hechos.

Seguro que cada tema descrito en los párrafos previos no resiste, en Jalisco, un examen medianamente riguroso, bueno, tampoco una mirada por encimita, algunos con dificultades se salvan, otros no. Sucede que al gobierno de la república lo atendemos minuciosamente, y por estar atentos a sus tantos desfiguros, sospechamos que tamaños males, en Jalisco, jamás. Pero no únicamente nos concentramos en el acontecer de los poderes federales, también en los sucesos que desde la capital del país se destacan. Por ejemplo ¿en verdad en Jalisco no ocurre que el gobernador o sus emisarios busquen restringir con amenazas la libertad de expresión? Hoy tal vez no, hace unos meses era actitud consuetudinaria, por usar el terminajo jurídico del que se sigue que esa actitud censuradora estuvo, ¿está?, si nos descuidamos, en el trance de volverse ley, ésa que la cuarta transformación aplica a escala nacional y que suele escandalizarnos.

Entonces, dónde brota la noción de que Jalisco es garbanzo de a libra. Si hemos de interpretar los votos, lo más a la mano para descifrar el rumbo político del estado, sin holgura, pero indudablemente, las y los votantes no terminan por dar su aval al morenismo; primero porque quienes aquí usufructúan la franquicia están lejos de suscitar la confianza que sus pares en otros lados sí, a lo que debemos añadir que el influjo López Obrador-Sheinbaum no hipnotiza como lo hace en otros sitios. Y recomenzamos: porque nos supeditamos al ensueño, que bien puede ser chauvinismo, parece que Jalisco se distingue; aunque, por lo caracterizado antes, esto no supone que la distinción sea positiva, y si recurrimos una vez más a los resultados electorales: hay una buena cantidad de jaliscienses que no vería mal tomar el camino que marcan desde el Zócalo en la Ciudad de México.

Pero la realidad exige que el ensueño de marcar una diferencia feliz tenga asideros. Uno puede ser la reforma al Poder Judicial del estado. De acuerdo con especialistas, de la Ciudad de México y Jalisco, la reforma que impuso el dúo López Obrador-Sheinbaum tiene más cosas malas que buenas, es un retroceso para la idea de república, para la democracia y para la justicia misma (mina la independencia de los tribunales). Esos especialistas, mujeres y hombres, formaron un grupo, en septiembre anterior, para proponer la reforma al Poder Judicial local a la que quedó obligado Jalisco, y esta es una de las cosas buena que sí tiene la que hizo la cuarta transformación: el Poder Judicial del estado está lejos de ser para presumir, en ningún sentido (salvo ciertos personajes que a pesar del pantano en el que laboran no manchan su plumaje). Expertos de la Barra Mexicana de Abogados -capítulo Jalisco-, Coparmex Jalisco, de la Fundación Konrad Adenauer, del Ilustre y Nacional Colegio de Abogados -Occidente-, del Iteso, Jalisco Cómo Vamos, Juicio Justo, de la Univa y UP (en orden alfabético), a los que se sumó uno designado por el gobernador, se afanaron para presentar una propuesta a la altura del ensueño, no por chauvinismo, por la justicia sin distingos, por el estado de derecho, por la democracia y por elemental decencia. Un cambio profundo y beneficioso que no riña con lo dictado allá, con ansias autoritarias, es posible.

Hoy el Congreso del estado tiene la palabra (y seis iniciativas más), pero también pesan otras fuerzas políticas: la del gobernador, la de la sociedad civil, la de los empresarios, la fuerza de los medios, la de la academia. Así, la disyuntiva: el ensueño realizado o la realidad de cara a lo peor de la cuarta transformación: sus ideas respecto a la república, la democracia y la justicia.

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Cortesía de El Informador



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