Cuando se habla de juegos de karts, la industria siempre tiene un referente absoluto: Nintendo con Mario Kart. Es el padre, el líder y el título que marcó las reglas de un género que, a pesar de los intentos de múltiples compañías, rara vez logra igualarse. Lo hemos visto una y otra vez: estudios que toman sus universos más queridos para colocarlos en pistas llenas de ítems y poderes, con resultados que pocas veces trascienden más allá de la curiosidad.
En el caso de SEGA, el camino ha sido distinto. Su propuesta con Sonic Racing puede considerarse relativamente joven, tomando en cuenta que el primer título apareció hasta 2010, aunque existió un experimento previo con Sonic Riders en 2006. Desde entonces, apenas tres entregas se habían publicado antes de CrossWorlds, todas con la misma misión: replicar la emoción de Mario Kart, pero con un estilo propio que aprovechara la velocidad de Sonic y compañía.
Ahora, tras seis años de ausencia, SEGA trae de vuelta la saga con Sonic Racing: CrossWorlds. Y aunque a simple vista podría parecer que estamos frente a “más de lo mismo”, la realidad es que esta entrega llega con una propuesta diferente, con un giro de diseño que busca que no se sienta como un simple clon, sino como una evolución con personalidad propia.
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Lo único importante es la victoria
Sonic Racing: CrossWorlds es, en esencia, un título de carreras de karts en diferentes universos inspirados en Sonic y en esta ocasión con la inclusión de personajes de otros mundos. La regla principal es la de siempre: competir en pistas llenas de giros imposibles, saltos espectaculares y atajos ocultos con el objetivo de cruzar la meta en primer lugar.

Para lograrlo, contamos con todo un arsenal de herramientas conocidas dentro del género. Están los turbos y el clásico drift que nos permite cargar velocidad extra en las curvas, además de los ítems que encontramos repartidos a lo largo de la pista. Como en Mario Kart, estos ítems funcionan con un principio simple: mientras peor sea tu posición, más poderosas pueden ser las recompensas. Sin embargo, aquí hay un detalle clave: en Sonic Racing no existe una desventaja tan marcada para quienes van en primer lugar, es decir, no siempre recibirás los ítems más débiles si estás liderando la carrera, lo cual genera un balance distinto y, para muchos, menos frustrante.
La clave está en que, al ser multiplataforma, se convierte en una alternativa viable para quienes no cuentan con una consola de Nintendo. Y lo más importante: incluso si nunca has sido fan de Mario Kart, este juego puede ser una puerta de entrada fresca y divertida al género.

Cuando jugar solo también es divertido
Uno de los modos principales de Sonic Racing: CrossWorlds es el Grand Prix, pensado tanto para quienes quieren jugar de manera solitaria como para quienes prefieren hacerlo sin conexión. Se trata de competencias divididas en diferentes copas, en las que el objetivo es claro: sumar trofeos al llegar en primer lugar. Más allá de las recompensas, este modo cumple una función clave: sirve como la mejor manera de conocer las pistas antes de dar el salto al multijugador en línea.
Lo que lo hace especial es que el Grand Prix no se limita a carreras consecutivas, sino que incorpora una especie de modo historia. Al elegir un personaje del roster, el juego asigna automáticamente un rival que se convertirá en nuestro némesis durante esa copa. La misión ya no solo es ganar la carrera, sino evitar que ese enemigo termine por delante. La IA de estos rivales está muy bien calibrada: los diálogos que sueltan durante la competencia y la tensión de tenerlos siempre pisándonos los talones agregan una capa de inmersión que hace sentir cada carrera como un duelo personal.

Aquí entra uno de los detalles más distintivos de CrossWorlds: la elección de rutas dinámicas. En la primera vuelta, el corredor que vaya en primer lugar tendrá que elegir entre dos posibles caminos que conectan hacia la siguiente pista. Esta decisión ocurre en cuestión de segundos y se refleja con un aro gigante que transporta a la siguiente zona. Las posibilidades son muy variadas —podemos pasar de tierra a agua, o de una pista urbana a un escenario aéreo— y esto aporta un nivel estratégico inesperado. Lo interesante es que este momento se convierte en uno de los puntos de mayor competencia, porque justo ahí los demás corredores pueden atacar para forzar que la elección cambie o que el líder falle en su decisión.
La intensidad no termina ahí. Algo que caracteriza a la saga y que se mantiene en esta entrega es la sensación de dificultad en solitario. A diferencia de otros juegos de karts donde es posible sacar una ventaja amplia, aquí da la impresión de que el propio juego “empuja” a los rivales para que siempre estén cerca. Esto genera carreras caóticas, llenas de adelantamientos de último segundo y finales de fotografía. Es cierto que puede sentirse un poco injusto, pero también es lo que le da emoción: la idea de que nada está decidido hasta cruzar la meta.

Ese equilibrio entre la narrativa ligera, la estrategia en la elección de rutas y el caos controlado en las pistas convierte al Grand Prix en un modo que vale la pena incluso si nunca tocamos el multijugador. CrossWorlds logra lo que pocos juegos fuera de Mario Kart pueden presumir: hacer que jugar solo sea emocionante, impredecible y, sobre todo, divertido.
La estrategia también importa en la pista
Más allá de la velocidad y el caos característico de las carreras de karts, Sonic Racing: CrossWorlds introduce un elemento estratégico que cambia la manera de afrontar cada competencia: los slots de potenciadores. Antes de arrancar una carrera, el juego permite configurar estas mejoras que se van desbloqueando conforme avanzamos en el progreso. Pueden ser ventajas simples, como reducir el tiempo necesario para iniciar un drift, comenzar con un turbo adicional o recolectar más aros de lo normal. Lo interesante llega cuando entran en juego las mejoras más poderosas, que ocupan dos o tres espacios de los disponibles y que alteran de forma radical la experiencia. Desde obtener con mayor frecuencia ítems de ataque hasta recibir boosts de velocidad constantes, estas configuraciones ofrecen un estilo de juego mucho más personalizable.
Al principio puede parecer que este sistema le resta la emoción propia de lo aleatorio —tan típico en el género—, pero en la práctica lo que logra es darle un aire más competitivo y estructurado. Los jugadores ya no dependen únicamente del azar al abrir una caja de ítems, sino que pueden orientar su carrera a un enfoque más ofensivo, defensivo o de velocidad pura. Esa sensación de control convierte cada elección previa a la carrera en parte de la estrategia, porque la configuración adecuada puede ser tan importante como la habilidad al volante.

Un detalle adicional que refuerza esta capa táctica es el uso de los aros, equivalentes a las monedas de Mario Kart. Aquí no se limitan a diez, sino que podemos acumular muchos más, y su función no solo es simbólica: impactan directamente en la velocidad máxima del vehículo. La interfaz incluso muestra en todo momento la cifra y la velocidad alcanzada, lo que permite medir con precisión si nuestra configuración de slots realmente está rindiendo frutos. Así, CrossWorlds logra que cada carrera no sea solo cuestión de reflejos y suerte, sino también de preparación y estrategia, lo que lo diferencia de otros títulos del género.
Contenido para arrancar fuerte
Una de las primeras sorpresas de Sonic Racing: CrossWorlds es que no se conforma con repetir la fórmula básica de los karts: aquí existen cinco especificaciones principales para cada vehículo —velocidad, aceleración, potencia, manejo y poder—, lo que permite adaptar la experiencia al estilo de cada jugador. La ventaja es que estas estadísticas no son estáticas, ya que podemos personalizar los autos con nuevos alerones, llantas u otras piezas que modifican directamente el rendimiento. Para acceder a estas mejoras hay que jugar y acumular los “billetes” que obtenemos en cada carrera, y que además de servir para desbloquear piezas, también pueden utilizarse para pagar ventajas como repetir un evento perdido. Es un sistema sencillo pero efectivo, y se siente muy de SEGA en su manera de darle ese toque propio a mecánicas que ya conocíamos.

Otro apartado con una enorme variedad está en los ítems y gadgets. El juego cuenta con más de 70, repartidos en categorías que siguen la estructura que ya conocemos en Mario Kart: proyectiles de largo alcance, ataques teledirigidos, ítems que impulsan al jugador cuando va rezagado o elementos que entorpecen a los rivales como pantallas manchadas. La implementación es bastante buena, aunque no todos los diseños visuales convencen y pueden resultar confusos al inicio. Sin embargo, una vez que se aprende a identificar cada uno, la dinámica se vuelve fluida. Al final, todo aquel que venga de la saga de Nintendo encontrará rápido sus equivalentes “versión SEGA”.
La alineación de personajes también es un punto fuerte. CrossWorlds arranca con 23 personajes del universo de Sonic, pero SEGA no se queda ahí: también suma figuras de sus otras franquicias como Joker de Persona 5, personajes de Yakuza: Like a Dragon o incluso la mismísima Hatsune Miku. Además, gracias al concepto de “Cross Worlds”, hay colaboraciones externas que expanden todavía más la plantilla: de momento ya se anunciaron personajes de Minecraft, Pac-Man, Bob Esponja, Las Tortugas Ninja y Avatar. Esto deja claro que SEGA planea nutrir el juego con contenido constante a lo largo de varios años, siempre que la respuesta de la comunidad sea positiva.

Finalmente, la variedad de modos de juego redondea la experiencia. El Grand Prix es el punto de partida, con siete copas y múltiples dificultades, pero también encontramos un área especial con seis modos alternativos ideales para jugar con amigos: desde competencias por equipo hasta retos de impactos o de uso de turbos. Regresa el clásico Time Attack, y el modo en línea permite carreras de hasta 12 jugadores con opciones de personalización total —desde el tipo de ítems hasta la dificultad de la IA—. Para quienes prefieren lo local, el título incluye multijugador a pantalla dividida para cuatro personas. Todo esto hace que la oferta sea amplia, rejugable y, sobre todo, que dependa mucho del apoyo de la comunidad tras el lanzamiento. Si ese apoyo se mantiene, no hay duda de que Sonic Racing: CrossWorlds puede convertirse en una de las alternativas más sólidas dentro del género en los próximos años.
Velocidad, color y mucha emoción
Visualmente, Sonic Racing: CrossWorlds es un espectáculo. Las pistas están llenas de color, reflejos y destellos que convierten cada carrera en una experiencia vibrante, sin llegar a sentirse saturada. El diseño de niveles, si bien no apuesta por ocultar demasiados atajos o secretos, mantiene una estructura clara que prioriza la habilidad básica del jugador. Esto, lejos de ser un defecto, lo convierte en un título accesible y competitivo a la vez, donde lo justo es que gane quien mejor maneje y no quien simplemente conozca un atajo escondido.

El trabajo artístico también brilla en los personajes y vehículos, con animaciones fluidas y un estilo que respeta la esencia de SEGA pero al mismo tiempo se siente moderno. Cada pista tiene personalidad propia y transmite esa energía que siempre ha caracterizado al universo de Sonic. Es un juego que entra por los ojos, tanto en portátil como en pantalla grande, y que demuestra que SEGA supo aprovechar bien el hardware actual.
En el apartado sonoro, encontramos un acierto tras otro. Las voces originales están presentes, con la posibilidad de elegir subtítulos en español latino, aunque el doblaje no se haya implementado. Lo que realmente destaca es la música: arreglos increíbles de clásicos de Sonic, versiones aceleradas para las últimas vueltas y la inclusión de una “rockola” que permite escuchar los temas desbloqueados. Son pequeños detalles que mantienen la esencia de los juegos de carreras más emocionantes y que refuerzan el ritmo frenético en cada competencia.

Jugablemente, CrossWorlds logra algo complicado: ser tanto una competencia directa para Mario Kart como una alternativa sólida para quienes no tienen una consola de Nintendo. Su dificultad elevada puede sorprender a quienes esperan algo más relajado, pero la manera en que mantiene la tensión hasta el último segundo lo convierte en un juego emocionante, caótico y divertido. Es un título que sabe recompensar la habilidad y, al mismo tiempo, mantiene el espíritu de fiesta multijugador que define al género.
Más allá del gameplay, lo que impresiona es el momento que vive SEGA. Durante los últimos años ha demostrado que sus franquicias —ya sea con Persona, Like a Dragon o incluso con el propio Sonic— están en uno de sus mejores momentos. Sonic Racing: CrossWorlds no es la excepción: es un juego cuidado, con variedad, con ambición y con un plan de expansión que promete mantenerlo vivo durante años. El cruce con otros universos y personajes es apenas el inicio de un proyecto que quiere crecer junto con su comunidad.

Estamos ante un título que no solo debe estar en la colección de cualquier fan de SEGA, sino también en la de cualquiera que ame los juegos de karts. CrossWorlds es divertido en solitario, caótico en multijugador y visualmente espectacular. Pero sobre todo, es la prueba de que SEGA encontró la fórmula para competir en un terreno dominado históricamente por Nintendo. Y en esta generación, con propuestas como esta, no hay duda: la compañía japonesa puede competir contra cualquiera.
Cortesía de Xataka
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