Durante siglos, las arenas del Imperio romano han sido símbolo de una violencia espectacularizada, escenario de luchas a muerte entre gladiadores y fieras salvajes. Estas escenas, inmortalizadas en mosaicos, relieves y crónicas, eran hasta ahora parte más de la mitología popular que de una realidad arqueológicamente demostrada. Todo eso ha cambiado con un hallazgo insólito en el norte de Inglaterra: una mordedura fosilizada en un hueso humano que podría reescribir lo que sabíamos sobre los espectáculos de la antigua Roma fuera del Coliseo.
Este descubrimiento, liderado por un equipo multidisciplinar de investigadores de Irlanda y el Reino Unido, ha sido publicado recientemente en la revista PLOS ONE. La pieza central del estudio es un esqueleto hallado en York —la antigua Eboracum romana— que presenta marcas inconfundibles de mordeduras provocadas por un gran felino. Estas heridas, localizadas en el hueso de la pelvis, coinciden con las dejadas por leones africanos. Y eso, sencillamente, lo cambia todo.
Un cementerio con historia… y misterio
Los restos pertenecen a un individuo adulto joven, enterrado entre los siglos III y IV d.C. en Driffield Terrace, un yacimiento arqueológico situado a pocos pasos del centro histórico de York. Allí, hace ya dos décadas, las excavaciones sacaron a la luz más de 80 esqueletos, en su mayoría varones de entre 18 y 45 años, muchos de ellos decapitados y con señales evidentes de traumatismos. Las particularidades del lugar hicieron sospechar a los arqueólogos que no estaban ante un cementerio ordinario.
Desde entonces, Driffield Terrace ha sido interpretado como un posible lugar de enterramiento para gladiadores, o al menos para personas que participaron en actividades violentas ritualizadas, como ejecuciones públicas. La notable cantidad de heridas curadas y fracturas sanadas sugiere que muchos de estos hombres sobrevivieron repetidas lesiones, un rasgo común en quienes se enfrentaban regularmente a combates brutales.
Pero no fue hasta ahora, con el avance de las tecnologías de escaneado 3D y los estudios comparativos con restos de animales modernos, que se pudo confirmar una hipótesis largamente sospechada: que uno de esos cuerpos fue mordido por un león.

El esqueleto que habló: 6DT19
El individuo en cuestión, catalogado como 6DT19, fue enterrado junto a otros dos cuerpos en una tumba sin lujos, sobre la cual se encontraron restos de caballos. Las marcas en su pelvis —una serie de depresiones y orificios— llamaron la atención desde el principio. Tras su análisis tridimensional, y al compararlas con huellas de mordeduras en huesos de animales consumidos por grandes felinos en zoológicos británicos, el veredicto fue claro: se trataba de mordeduras compatibles con las de un león.
La disposición y profundidad de las heridas indican que no fueron causadas en plena lucha. Más bien apuntan a que el león mordió el cadáver, probablemente arrastrándolo. Este comportamiento coincide con lo observado en felinos modernos que, tras matar o encontrar a su presa, la manipulan con la boca por la parte trasera del cuerpo.
Sin embargo, lo relevante no es solo cómo murió este hombre, sino qué hacía un león —animal exótico, costoso y peligroso— en una provincia lejana del Imperio romano.
York: mucho más que una ciudad militar
En tiempos romanos, Eboracum era una urbe de gran importancia estratégica. Fue capital de la provincia de Britania Inferior y sede de la poderosa legión VI Victrix. No solo era una ciudad militar; también un centro político y administrativo que llegó a albergar al mismísimo emperador Septimio Severo, nacido en el norte de África.
Esta conexión africana cobra ahora una relevancia inesperada. El nuevo estudio sugiere que, lejos de limitarse a las provincias del sur, los espectáculos con animales también alcanzaron rincones septentrionales del Imperio. Y York, con su rica infraestructura y su estrecha vinculación con el poder imperial, era un lugar ideal para organizar estos eventos.
Las implicaciones logísticas son enormes: traer un león desde África hasta Britannia implicaba un despliegue considerable de recursos, desde barcos y jaulas reforzadas hasta cuidadores especializados. La existencia de estos espectáculos en York, aunque fuese de manera esporádica, demuestra que el Imperio no escatimaba esfuerzos para exportar su cultura del espectáculo hasta sus confines más remotos.

Más allá de lo anecdótico, el hallazgo de la mordedura de león en un esqueleto humano ofrece una ventana insólita al mundo de los espectáculos públicos romanos. Estos eventos no eran solo entretenimiento. Eran también rituales de poder, herramientas propagandísticas destinadas a mostrar la fuerza del Estado y castigar públicamente a los enemigos del orden.
La damnatio ad bestias, o condena a las fieras, fue una práctica empleada para ejecutar esclavos rebeldes, criminales y prisioneros de guerra. En ocasiones, también participaban combatientes entrenados, los bestiarii, quienes debían enfrentarse a fieras salvajes armados únicamente con lanzas o cuchillos cortos.
La posibilidad de que 6DT19 haya sido una de estas víctimas añade un matiz trágico al hallazgo. Lejos del romanticismo cinematográfico que rodea a los gladiadores, este descubrimiento nos recuerda la brutalidad sistematizada de una sociedad que encontraba en la sangre una forma de cohesión social.
Un pasado más salvaje de lo que imaginábamos
Este estudio no solo ofrece la primera evidencia física de combates entre hombres y leones en Europa. También cuestiona ideas preconcebidas sobre la vida en las provincias romanas. Hasta ahora, se creía que los grandes espectáculos con animales quedaban reservados a metrópolis como Roma, Cartago o Antioquía. Pero York, según esta nueva prueba, también fue escenario de estos rituales de violencia.
Además, pone sobre la mesa el uso de métodos forenses modernos en la arqueología. Sin las técnicas de escaneado 3D y los estudios comparativos con restos actuales, estas mordeduras habrían seguido siendo un enigma. Ahora, en cambio, son una prueba silenciosa pero contundente de un mundo en el que el entretenimiento podía costarte la vida.
Con un simple mordisco en una cadera, 6DT19 ha devuelto la carne a los relatos, ha dado rostro a las leyendas y ha abierto nuevas rutas para explorar la historia de Roma en sus rincones más inesperados.
Referencias
- Thompson TJU, Errickson D, McDonnell C, Holst M, Caffell A, Pearce J, et al. (2025) Unique osteological evidence for human-animal gladiatorial combat in Roman Britain. PLoS ONE 20(4): e0319847. DOI: 10.1371/journal.pone.0319847
Cortesía de Muy Interesante
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