Desde Londres
La más sorprendente reacción al presupuesto más progresista de los últimos 20 años en el Reino Unido fue la del Fondo Monetario Internacional. El FMI mostró su beneplácito con el aumento impositivo de 40 mil millones de libras anunciado por la ministra de finanzas laborista Rachel Reeves diciendo que estimulará un crecimiento “sostenible” de la economía británica. “Apoyamos la reducción prevista del déficit fiscal a mediano plazo gracias a un sostenible aumento impositivo que le permitirá al gobierno estimular el crecimiento a través de la inversión estatal en los servicios públicos que requerían una urgente inyección de fondos”, señaló un portavoz del FMI al matutino The Guardian.
El aumento impositivo anunciado por el gobierno laborista tiene una característica no muy frecuente en estas épocas: recae sobre los más ricos y las corporaciones. Las grandes empresas tendrán que aumentar su contribución al seguro social nacional (que se armaba con aportes iguales de empleadores y empleados), algo que permitirá recaudar unas 25 mil millones de libras. Demostrando que el déficit no se debe calcular jamás tomando únicamente el gasto (como hace la derecha en Argentina y otros lugares del mundo, incluido el Reino Unido), el laborismo está equilibrando las cuentas fundamentalmente por el lado de la recaudación.
Los ricos perdieron privilegios impositivos y tendrán que pagar mayores impuestos por sus aviones privados, por las ganancias de capital (venta de activos, inversiones), por la educación privada, el impuesto a la herencia y sus activos empresarios y agrícolas. La respuesta positiva a este menú por parte del FMI deja en claro que el destinatario del mensaje es clave para el contenido de las recetas económicas del organismo multilateral. Como sabemos el discurso standard para los países en desarrollo es otro.
Los mercados
Uno de los grandes temores del laborismo era la reacción de los mercados. En 2022 la libertaria conservadora Liz Truss aceleró el fin de su reinado a siete semanas con un presupuesto que bajaba drásticamente los impuestos a millonarios y corporaciones para estimular el crecimiento mediante la inversión, pero al mismo tiempo mantenía los multimillonarios subsidios a la energía y exoneraciones tributarias de todo tipo. Las cuentas no cerraban y en pocos días hubo corrida cambiaria, tembladeral en el sistema jubilatorio y una feroz patada política que la hizo volar de 10 Downing Street.
El temor laborista no era tanto por los números como por la tradicional desconfianza de los inversores a todo lo que tenga un lejano aroma redistributivo. Y, sin embargo, en este caso, el presupuesto fue recibido con calma o, como tituló Reuters, con un “suave alivio”. Esta posición de los mercados, sumada a la del FMI, muestra que había consenso o resignación de que se necesitaba hacer algo urgente para evitar un mayor deterioro de servicios públicos clave como el Servicio Nacional de Salud (NHS), la educación, el transporte, la vivienda y la infraestructura sin agigantar el déficit público. En resumen se requería más gasto y no hubo objeciones de peso a que la carga impositiva recayera en los que más tienen.
Los claroscuros
El instituto más prestigios en temas fiscales del Reino Unido, el Institute for Fiscal Studies (IFS) saludó este cambio de dirección después de 14 años de austeridad, pero indicó que no bastaría para cubrir los cinco años de mandato laborista. “Contiene un par de apuestas fuertes. La primera es que las mejoras que esta inversión traerá en los próximos dos años serán suficientes para sanear el deteriorado estado de los servicios públicos. La segunda que la deuda adicional será invertida de manera que tenga un impacto visible en el crecimiento económico”, dijo el director del IFS Paul Johnson.
A su izquierda, la “Resolution Foundation”, que impulsaba una propuesta mucho más radical de eliminación de exoneraciones impositivas y combate a la evasión fiscal, coincidió en el elogio y la advertencia. “Es un cambio decisivo respecto a los recortes presupuestarios del último gobierno que dará servicios públicos mejor financiados mediante impuestos a los que más tienen y nueva deuda para infraestructura. Esto hará que el gasto en infraestructura para los cinco años de gobierno será un 2,6% del PBI, el más alto en las últimas cuatro décadas. Pero esta inyección de capital no constituye el cambio decisivo que se requiere para terminar con el estancamiento económico británico”.
El veredicto de la influyente “Resolution Foundation” fue dado a conocer luego de que la autárquica Oficina de Responsabilidad Fiscal (OBR) confirmara que los conservadores dejaron un agujero fiscal de 22 mil millones de dólares y concluyera que, si bien el presupuesto “muy probablemente” mejore los servicios públicos y la inversión estatal, no se traducirá en un crecimiento económico significativo (que aportaría una mayor recaudación). Según la OBR, la economía crecerá un 1,1% – similar a la predicción del FMI – y un 2% el año próximo, pero esta expansión no se sostendrá en los años siguientes.
Entre las rarezas a nivel de reacción se encuentra la de uno de los más derechistas del Partido Conservador, el eurófobo John Redwood, que mostró su beneplácito por los objetivos que se plantea el gobierno, aunque, Tory al fin, puso en duda su implementación. “Les deseo lo mejor en su intento de mejorar nuestras fuentes de energía, el estado de las escuelas, los hospitales y el sistema ferroviario. Pero Keir Starmer y Rachel Reeves tendrán que pensar mejor cómo van a concretar estos objetivos”, opinó Redwood en el The Guardian.
Cortesía de Página 12
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