
La voluntad de Evo Morales de “continuar la lucha” no alcanzó para mantener por más tiempo los bloqueos de caminos que habían convulsionado a Bolivia durante 15 días en busca de la habilitación del expresidente para las elecciones de agosto. Los jefes de los sindicatos campesinos decidieron suspender los cortes de ruta, algo que se ha ido cumpliendo en las últimas horas, aunque algunos puntos de conflicto persisten. Advirtieron que llevarán a cabo otras formas de protesta, como marchas y vigilias, para lograr que Morales esté en la papeleta presidencial.
La última movilización evista, y la tercera que tuvo el mismo objetivo en los últimos 18 meses, se desinfló por la repulsa de las redes sociales y los medios de comunicación tras la muerte de cuatro policías y un campesino en un desbloqueo en la ciudad minera de Llallagua. Después de esta tragedia, la Policía retomó el control de varias carreteras y aisló el conflicto en el Chapare, el baluarte de Morales, donde este vive refugiado y protegido por la población. Busca no ser detenido por causa de alguno de los procesos que se han abierto en su contra durante los últimos años y que están relacionados con su enfrentamiento fratricida con el presidente Luis Arce. También hay nueve personas arrestadas, a quienes la fiscalía ha acusado de delitos serios, como intento de homicidio, pero no del asesinato de los policías. Frente a ello, los dirigentes campesinos alegaron “razones humanitarias” para suspender los bloqueos hasta que se realice una investigación.
En opinión de Morales, estos fueron “montados” por el Gobierno. “Estoy convencido de que lo que pasó es algo bien montado para responsabilizar al movimiento campesino. [En el Gobierno ] son expertos en sembrar, en montar pruebas”, declaró en una entrevista. “No compartimos las muertes de policías, militares, quién sea”, aclaró. Y aseguró que no puede haber campesinos que sean francotiradores o propietarios de fusiles con mira telescópica que pudieran disparar una bala muy precisa a la cabeza, como la que se supone causó la muerte de uno de los policías.
Hasta ahora no hay un informe completo y basado en exámenes forenses sobre lo sucedido el 12 de junio. Morales pidió que se realice una pesquisa imparcial, recordando que el Gobierno no puede investigarse a sí mismo. Se quejó de que haya causado que los ciudadanos se olvidaran de “la corrupción y de [la escasez de] combustibles”. Para él, el Gobierno logró “desviar el tema mediático”.
El expresidente de Bolivia durante casi 14 años no pudo inscribirse en las elecciones en curso porque el oficialismo le interpuso una elevada barrera judicial. El Tribunal Constitucional entregó a sus rivales el control del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido que fundó a fines de los años noventa. Morales intentó “prestarse” otra sigla, pero solo logró la de un partido muy débil que, a causa de una polémica decisión del Tribunal Electoral, perdió su personería jurídica días antes del cierre de inscripciones.
Según el líder boliviano, todo esto obedeció a una estrategia para “proscribirlo” a él y al movimiento indígena. No reconoce que la candidatura de su excolaborador, Andrónico Rodríguez, represente a los sectores sociales que emergieron a principios de este siglo y que, a través del MAS, cambiaron la fisonomía de la política boliviana. El llamado “bloque indígena y popular” ahora está muy golpeado por la división de sus líderes y por la responsabilidad que estos tienen en la severa crisis económica del país.
Morales acaba de perder otra batalla, pero, según ha señalado, luchará “hasta el último” por su derecho a ser elegido. “Gánenme en las urnas”, ha desafiado varias veces. Algunos analistas piensan que es un error impedir su participación electoral, como, en cambio, sí quiere, según las encuestas, la mayoría de los bolivianos. La actitud contenciosa de Morales respecto a la democracia podría terminan incendiando al país. Otros piensan, en cambio, que lo más saludable para la democracia boliviana sería deshacerse políticamente de su último “gran caudillo” porque, si este llegase otra vez al poder, ya no lo abandonaría más.
Cortesía de El País
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