Tabaco: entre lo sagrado y lo adictivo

—Doctora, nunca pensé que podría dejar de fumar.

Así comenzó mi última sesión con Mirella, una mujer de poco más de 50 años, con tres décadas de tabaquismo a cuestas. Había intentado de todo: parches, chicles, hipnosis, incluso grupos de apoyo. Nada funcionaba. Llegó a mi consultorio desesperada y, tras iniciar un protocolo con estimulación magnética transcraneal combinada con ketamina, el milagro ocurrió. En unos meses, no solo dejó de fumar, sino que comenzó a dormir más profundo, respirar mejor y hasta a reír más. El tabaco, esa muleta que había acompañado sus días, había perdido su poder.

Este caso me hizo reflexionar sobre la dualidad del tabaco, una planta sagrada para los pueblos originarios y, al mismo tiempo, una de las adicciones más devastadoras y negocios más rentables en la historia de la humanidad.

Planta de poder

Desde hace milenios, el tabaco ocupa un lugar especial entre las culturas ancestrales de América. Era considerado un puente hacia lo divino en rituales chamánicos. Para estos pueblos, el humo era un agente purificador para abrir espacios de comunicación espiritual y acompañar ceremonias de sanación.

Hoy en día, en la Amazonía, se sigue utilizando el rapé, un polvo fino de tabaco mezclado con otras plantas que se sopla por las fosas nasales en contextos ceremoniales. Esta práctica busca limpiar al sujeto y abrirlo a la conexión espiritual. También el mapacho, un tabaco rústico y potente, se fuma o se sopla como ofrenda y herramienta de protección.

Este tabaco de uso ceremonial tiene un sentido muy distinto al del cigarro comercial: se utiliza en pequeñas cantidades, en contextos rituales y con un profundo respeto por la planta. Representa la memoria de lo que fue el tabaco antes de la colonización.

Fue con la llegada de los europeos que esa planta sagrada se transformó en mercancía. El tabaco dejó de ser ofrenda para convertirse en producto. Su industrialización lo posicionó como una de las industrias más poderosas del siglo XX, con un marketing agresivo que lo instaló en el corazón de la vida social como símbolo de glamour, éxito y rebeldía. Lo que había sido medicina se convirtió en mercancía adictiva.

La trampa biológica

¿Por qué cuesta tanto dejar de fumar? Es la nicotina, una sustancia que activa los receptores nicotínicos del cerebro, la que libera dopamina y secuestra el circuito de recompensa. Esa descarga de placer efímero es la que genera la dependencia. Así, cada inhalación refuerza el hábito, creando un ciclo muy difícil de romper.

Hoy sabemos que el tabaco es la principal causa prevenible de enfermedad y muerte en el mundo. Datos de la Organización Mundial de la Salud indican que mata a más de ocho millones de personas al año, entre las que se encuentran fumadores pasivos. Los costos sanitarios que el tabaco provoca son incalculables, sobre todo en países pobres con sistemas de salud rebasados.

Del cigarro al vapeo

Afortunadamente, las últimas dos décadas han presentado una baja importante en el consumo del cigarro, sobre todo entre la población joven. Las campañas de salud pública, los impuestos y las regulaciones han funcionado. Pero, a la par, ha surgido un nuevo enemigo: el vapeo.

Aunque los cigarros electrónicos llegaron con la promesa de ser una opción menos dañina, estudios recientes han demostrado riesgos significativos, como daño pulmonar asociado a sustancias químicas y exposición a metales pesados. Además, pueden ser una puerta de entrada a la adicción a la nicotina para los jóvenes. El marketing, usando colores y sabores atractivos, ha capturado a una generación que tal vez nunca hubiera fumado cigarros tradicionales.

La visión integrativa de la adicción

La medicina integrativa nos invita a mirar el tabaquismo de otra manera. La abstinencia total es lo más deseable, pero no siempre es realista. Así que la reducción del índice tabáquico puede ser un primer paso valioso.

Lo más importante es desestigmatizar al fumador. Dejemos de ver el fumar como un defecto moral. Simplemente es la manifestación de un cerebro ansioso en busca de calma. La adicción no se resuelve solo con fuerza de voluntad; también se necesita una comprensión profunda del cuerpo, la mente y la historia personal de cada fumador.

Por eso, desde la psiquiatría integrativa, hoy hablamos de intervenciones complementarias que incluyan una nutrición adecuada, técnicas de respiración, meditación, acompañamiento terapéutico, grupos de apoyo y comunidad. Así, tratamos de sanar la raíz emocional de la que surge la adicción.

Nuevos tratamientos

Afortunadamente, la ciencia ha avanzado. Hoy contamos con:

  • Terapias de reemplazo de nicotina (parches, chicles, aerosoles), que ayudan a reducir gradualmente la dependencia.
  • Estimulación magnética transcraneal, que modula la actividad cerebral relacionada con el antojo.
  • Terapia asistida con psicodélicos, como la ketamina, que muestra resultados prometedores en ensayos clínicos para ayudar a las personas a reconectar con su propósito y liberarse de hábitos dañinos.

El tabaco es un recordatorio de cómo lo sagrado puede convertirse en veneno cuando le perdemos el respeto a la naturaleza. También es una invitación a mirar la adicción de manera compasiva y sin juicios.

Mirella logró dejar el cigarro porque encontró un tratamiento que le permitió reconciliarse con su cuerpo y su mente. Ese es el verdadero sentido de la medicina: acompañar y sanar abriendo nuevas posibilidades.

Hoy, más que nunca, necesitamos unir ciencia y tradición para ofrecer a quienes fuman una salida real. Porque detrás de cada cigarro encendido hay un corazón que pide ayuda.

Me encantaría conocer tus dudas o experiencias relacionadas con este tema. Sigamos dialogando; puedes escribirme a [email protected] o contactarme en Instagram en @dra.carmenamezcua.

Cortesía de El Economista



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