La capacidad de comunicarnos, de intercambiar saberes y aprender de los demás es una característica humana que nos lleva acompañando desde antiguo. En este sentido, el registro arqueológico atesora numerosas evidencias de los procesos culturales de intercambio y aprendizaje. Una reciente investigación firmada por Hamza Benattia, Jorge Onrubia‑Pintado y Youssef Bokbot aborda estos procesos en la zona del estrecho de Gibraltar durante la prehistoria. Así, según el estudio, durante más de dos milenios, la península de Tánger desempeñó un papel crucial como punto de encuentro entre África, Europa, el Atlántico y el Mediterráneo. Gracias a nuevos trabajos de campo, dataciones revisadas y análisis espaciales con SIG, se ha podido revelar la extraordinaria riqueza ritual y funeraria de esta región entre el 3000 y el 500 a. C.
Una encrucijada geográfica con implicaciones culturales
Situada en el extremo noroccidental de África, la península de Tánger está delimitada por el Atlántico, el Mediterráneo y los ríos Lucus y Lau. Esta posición estratégica la convirtió desde la prehistoria en una plataforma natural para la circulación de personas, ideas y objetos. A lo largo de los siglos, esta confluencia de rutas terrestres y marítimas facilitó el contacto con el sur de la península ibérica, el Sáhara y otras zonas del norte de África.
La península tangerina participó activamente en redes transregionales de intercambio, como lo evidencian las similitudes materiales con el sur de Iberia. Tales semejanzas se aprecian en las cerámicas decoradas, los ajuares metálicos y las estructuras funerarias.
La construcción de un paisaje ritual
El estudio de los investigadores Benattia, Onrubia‑Pintado y Bokbot subraya que la península de Tánger albergó una asombrosa variedad de manifestaciones rituales: desde necrópolis y cistas megalíticas hasta arte rupestre, piedras erguidas y figurillas de barro. Esta diversidad permitió configurar un complejo paisaje simbólico y espiritual.
Entre los hallazgos más relevantes, se encuentra la cista de Daroua Zaydan, que ha proporcionado la primera datación radiocarbónica fiable para este tipo de sepultura en el noroeste de África. Calibrada entre 2119 y 1890 a. C., se sitúa en plena Edad del bronce. Aunque la tumba fue saqueada, todavía conservaba restos óseos y algunos útiles líticos, lo que permitió analizar tanto la cronología como la dieta del individuo inhumado: se sabe que estaba basada en productos terrestres, con escasa presencia de alimentos marinos.

Ritos funerarios en evolución
Desde el Neolítico hasta la Edad del hierro, la península exhibe una notable variedad de prácticas funerarias. A lo largo del tercer y segundo milenio a. C., se documentan enterramientos en cuevas (como en Benzú o Hafa II), en fosas y en cistas. Estas últimas se construían con grandes losas verticales en disposición trapezoidal, cubiertas por una losa horizontal y acompañadas, con frecuencia, por ofrendas como vasijas, objetos de cobre o conchas.
Las cistas siguieron usándose durante la Edad del hierro (800–500 a. C.), aunque con modificaciones tipológicas. Se sustituyeron progresivamente las losas por muros de mampostería y también se optó por los túmulos. En paralelo, emergió una nueva tradición: los hipogeos que, con claras influencias fenicias, se documentan en la meseta de Achakar.

La monumentalidad de Mzoura
Un caso arqueológico destacado en el área tangerina lo ocupa el sitio de Mzoura, a 40 km de Tánger. Se trata de un cromlech de 176 piedras verticales que rodean un gran túmulo funerario. Aunque el túmulo parece datar de la época mauritana (siglo V a. C.), los paralelos formales con monumentos del tercer milenio a. C. en Europa atlántica sugieren un origen más antiguo para el círculo de piedras. Mzoura fue, probablemente, un lugar de memoria ancestral, que las elites emergentes pudieron utilizar para reforzar su legitimidad en un contexto de creciente complejidad social.
Nuevas rutas, nuevos hallazgos
Mediante el uso de SIG (sisema de información geográfica), los investigadores han podido identificar corredores de movilidad y cruces de caminos en la península, como el denominado “cruce A”. Aquí se localizaron nuevas necrópolis con cistas y túmulos, como los de Oulad Zin y Oued Ksiar, este último con hasta cinco colinas funerarias.
El arte rupestre y las figurillas votivas
La dimensión simbólica del territorio también se manifiesta a través del arte rupestre. La cueva de Magara Sanar, por ejemplo, alberga representaciones humanas y animales, así como puntos rojos, amarillos y blancos. Igualmente llamativo resulta el hallazgo, en la Cueva del ídolo de Achakar, de cientos de figurillas de arcilla, asociadas a cultos solares, agrícolas o de fertilidad. Estas evidencias indican que las cuevas se integraban en las prácticas religiosas cotidianas, ya fuese como santuarios o lugares de peregrinación.

Una comunidad diversa, pero cohesionada
La investigación sugiere, además, que, entre el 3000 y el 500 a. C., la sociedad de la península de Tánger estaba estructurada en comunidades basadas en el parentesco. Los estudiosos no han identificado indicios de jerarquías marcadas ni de un control territorial centralizado. Aun así, las diferencias en el tamaño de las tumbas y en los ajuares funerarios podrían reflejar distintos niveles de prestigio individual más que desigualdades institucionalizadas.
En lo que respecta a la presencia de cistas vacías o sin restos humanos, los investigadores apuntan que podrían haber funcionado como cenotafios o símbolos de memoria, en lugar de sepulturas propiamente dichas. Esta interpretación también se ha propuesto para contextos similares en el suroeste de Iberia.
Un legado abierto al futuro
El estudio de Benattia y su equipo aporta una base sólida para reconsiderar el papel histórico de la península de Tánger en los procesos de interacción mediterránea y atlántica durante la prehistoria reciente. Lejos de ser un espacio marginal, este territorio funcionó como un auténtico crisol cultural, en el que se entrelazaron influencias locales, saharianas, ibéricas y mediterráneas. Cabe esperar que las nuevas excavaciones y la incorporación de nuevos métodos, como el análisis de ADN antiguo, permitan profundizar en las dinámicas sociales, demográficas y culturales que hicieron de Tánger un punto clave en el mapa prehistórico del norte de África.
Referencias
- Benattia, H., Onrubia-Pintado, J. y Bokbot, Y. 2025. “Cemeteries, Rock Art and Other Ritual Monuments of the Tangier Peninsula, Northwestern Africa, in Wider Trans-Regional Perspective (c. 3000–500 BC)”. African Archaeological Review. DOI: https://doi.org/10.1007/s10437-025-09621-z
Cortesía de Muy Interesante
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