Telescopios de todo el mundo observan la llegada de un gigantesco objeto interestelar a nuestro Sistema Solar

Un nuevo y misterioso visitante ha irrumpido en el Sistema Solar y, desde hace días, mantiene en vilo a la comunidad astronómica internacional. Se trata del cometa 3I/ATLAS, antes designado provisionalmente como A11pl3Z, un coloso interestelar que, según indican los primeros análisis, proviene de fuera de nuestro vecindario galáctico y que en estos momentos se desplaza por nuestros lares a más de 245.000 kilómetros por hora. Es el tercer objeto interestelar identificado hasta ahora por nuestra especie y, si las primeras observaciones se confirman, todo apunta a que podríamos estar ante el más grande y veloz de todos los detectados hasta la fecha. Todos los telescopios del mundo apuntan ahora su mirada hacia él para entender su trayectoria y desentrañar sus misterios. Eso sí, con la tranquilidad de saber que no se aproxima hacia nosotros.

Los primeros análisis de este objeto interestelar, detectado hace tan solo unas horas, sugieren que se trata de un gigantesco cuerpo rocoso con un diámetro estimado de entre 20 y 40 kilómetros. De confirmarse este cálculo, el tamaño de 3I/ATLAS superaría con creces a su dos predecesores; el cometa Borisov y el enigmático ‘Oumuamua, que durante meses despertó teorías de la conspiración entre quienes defendían que podía tratarse de una nave alienígenas. En el caso de este nuevo objeto, las observaciones preliminares sugieren que se trata de una gigantesca roca que proviene del disco galáctico, una región densa en estrellas donde se cree que estos objetos podrían nacer y ser expulsados por interacciones gravitatorias.

Se trata del tercer objeto interestelar descubierto por nuestra especie y, según apuntan las primeras observaciones, podría ser el más grande y veloz descubierto hasta ahora

Desde que los programas de observación espacial detectaron su presencia, numerosos observatorios astronómicos de todo el mundo, incluidos los equipos del Instituto de Astrofísicas de Canarias, han centrado su mirada en este objeto para, por ejemplo, averiguar su origen, entender su composición y perfilar con precisión su órbita. Gracias a casi un centenar de observaciones astrométricas realizadas en cuestión de horas, el programa Scout del Jet Propulsion Laboratory de la NASA ha confirmado que no hay riesgo de colisión contra la Tierra. De hecho, se estima que su punto más cercano a nuestro planeta será de unos 284 millones de kilómetros, lo que equivale a más de 1,8 veces la distancia entre la Tierra y el Sol. Aun así, se espera que cruce la órbita de Marte este octubre antes de continuar su rumbo hacia las profundidades del espacio, probablemente para no regresar jamás.

Acercamiento a la Tierra

A medida que los modelos descifran la trayectoria de este fascinante cuerpo interestelar, los astrónomos coinciden en que su paso por nuestro sistema será breve pero científicamente invaluable. Se espera que esta gigantesca roca espacial alcance su perihelio, es decir, su punto más cercano al Sol, el próximo 27 de octubre. Para entonces se cree que su superficie podría empezar a mostrar signos de actividad cometaria. Algunas de las imágenes más recientes de este objeto, captadas desde los observatorios de Chile y Hawái, muestran indicios de una tenue coma y una delgada cola, lo cual podría interpretarse como una señal inequívoca de que los hielos atrapados en su interior durante millones de años empiezan a sublimarse. De confirmarse este fenómeno, podríamos estar ante el primer cometa interestelar activo observado con tanto detalle desde la Tierra.

El interés por este objeto va mucho más allá de su espectacularidad. Los astrónomos lo consideran una suerte de cápsula del tiempo galáctica, capaz de proporcionar pistas sobre la química y las condiciones físicas de otras regiones del universo. A diferencia de los cometas locales, que han orbitado el Sol durante eones y sufrido múltiples transformaciones, los viajeros interestelares como 3I/ATLAS conservan las propiedades originales del entorno donde se formaron. Estudiar su composición, su brillo, su dinámica rotacional o incluso su espectro podría ofrecer una ventana directa al pasado de otros sistemas estelares e, incluso, aportar pistas sobre los ingredientes comunes en la formación de planetas.

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Cortesía de El Periodico



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