Imagina esto: estás suspendida en agua a la temperatura exacta de tu piel, en completa oscuridad, sin ruidos, sin estímulos, sin presión alguna sobre tu cuerpo. Solo tú, flotando. En ese espacio, tu cerebro no tiene que procesar nada del exterior. No tiene que “defenderse” del entorno. Solo puede descansar. Para muchas personas con dolor crónico, este tipo de experiencia es casi impensable, pero profundamente reparadora.
Las terapias de flotación, también conocidas como float therapy o REST (Restricted Environmental Stimulation Therapy), están emergiendo como una herramienta prometedora para personas que viven con dolor persistente, ansiedad e insomnio. Aunque suene a ciencia ficción, su base es sorprendentemente sencilla: agua salada, silencio y tiempo. Pero sus efectos pueden ser muy profundos.
¿En qué consiste exactamente?
Una sesión de flotación se realiza en cápsulas o tanques especialmente diseñados, con una alta concentración de sales de Epsom (sulfato de magnesio) que permiten que el cuerpo flote sin esfuerzo. El agua se mantiene a la temperatura de la piel (unos 34,5 °C), lo que genera una sensación de “desaparición” del propio cuerpo.
Además, el entorno es oscuro y silencioso o con sonidos muy suaves. Este aislamiento sensorial reduce al mínimo la carga que nuestro sistema nervioso recibe del exterior. Y cuando se vive con dolor crónico, esto puede suponer un respiro muy necesario.

El sistema nervioso necesita un respiro
Vivir con dolor crónico significa vivir con el sistema de alarma del cuerpo encendido constantemente. Esto genera un estado de hipervigilancia que desgasta emocional y físicamente. No solo duele el cuerpo: también se tensa la mente, se altera el sueño y se agota la energía.
Las terapias de flotación actúan precisamente en esa vía: calman al sistema nervioso simpático (el que se activa ante el estrés) y estimulan el sistema parasimpático (el que favorece el descanso y la recuperación).
Un estudio de 2018 publicado en PLoS ONE demostró que una sola sesión de flotación puede reducir significativamente los niveles de ansiedad y mejorar el estado de ánimo en personas con trastornos de ansiedad generalizada. Aunque los beneficios físicos no se limitan a la mente: muchas personas con dolor crónico reportan alivio tras flotar, en parte gracias a la descompresión física que se produce al liberar la presión sobre músculos y articulaciones.

Dolor, insomnio y ansiedad: un trío conocido
Quienes viven con dolor crónico saben que no suele venir solo. A menudo se acompaña de insomnio, ansiedad, pensamientos recurrentes o dificultad para relajarse. Y lo peor: una cosa alimenta a la otra. Dormir mal aumenta el dolor, estar en constante tensión impide que el cuerpo se recupere y así entramos en un bucle.
Las terapias de flotación ayudan a romper ese círculo vicioso. Al reducir la entrada de estímulos, el cuerpo entra más fácilmente en un estado de relajación profunda. Hay personas que logran dormirse en la cápsula, o al menos entrar en estados de semiconsciencia similares a la meditación. El magnesio absorbido a través de la piel también puede jugar un papel, ya que ayuda a relajar la musculatura y reducir la inflamación.
¿Qué dice la ciencia?
Aunque aún hacen falta más estudios amplios y controlados, ya hay evidencia que respalda su uso en contextos de dolor y salud mental:
- Un metaanálisis de 2024 encontró mejoras significativas en niveles de dolor, ansiedad e insomnio en personas con fibromialgia tras varias sesiones de flotación.
- En un estudio del International Journal of Stress Management, se observó una reducción del cortisol (hormona del estrés) tras varias sesiones.
- Y, a nivel subjetivo, muchas personas reportan sentirse más conectadas consigo mismas, más tranquilas y con más control sobre su experiencia de dolor.

Pero… ¿Y si me agobia estar en un tanque cerrado?
Es una de las preocupaciones más frecuentes. Afortunadamente, los centros que ofrecen este tipo de terapias suelen ser muy cuidadosos con el ambiente. Muchos permiten dejar la tapa del tanque abierta, poner música suave o luces tenues.
El objetivo es que la experiencia sea lo más segura y reconfortante posible. Además, no hay que hacerlo perfecto. No necesitas “meditar bien”, ni “desconectar del todo”. Simplemente estar ahí, flotando, permitiendo que tu cuerpo y tu mente se liberen por un rato de su carga.
¿Y si lo combinamos?
La terapia de flotación puede ser aún más eficaz si se integra en un enfoque multimodal del dolor: acompañada de terapia psicológica, ejercicio adaptado, técnicas de relajación, alimentación antiinflamatoria o estrategias de gestión emocional. No es una cura milagrosa, pero sí una herramienta con gran potencial dentro de un tratamiento más amplio.
De hecho, muchas personas que ya practican mindfulness encuentran en la flotación una vía de profundización: un espacio sin distracciones donde observar sus pensamientos o simplemente conectar con la respiración.

Flotar para sentirte más presente
Si vives con dolor crónico, probablemente estés muy acostumbrada a estar en tu cuerpo y, al mismo tiempo, a intentar escapar de él. Es una contradicción agotadora. Por eso, flotar sin peso, sin estímulos, sin lucha… puede convertirse en un gesto radical de descanso y reconexión.
No es magia. Es neurociencia. Es permitirle al cuerpo volver a un estado que no debería ser excepcional: el de la calma.
Referencias
- Bood, Sven & Sundequist, Ulf & Kjellgren, Anette & Norlander, Torsten & Nordström, Lenneart & Nordenström, Knut & Nordström, Gun. (2006). Eliciting the Relaxation Response with the Help of Flotation–REST (Restricted Environmental Stimulation Technique) in Patients With Stress-Related Ailments. International Journal of Stress Management. 13. 154-175. doi: 10.1037/1072-5245.13.2.154.
- Kjellgren, Anette & Sundequist, Ulf & Norlander, Torsten & Archer, Trevor. (2001). Effects of Flotation-REST on Muscle Tension Pain. Pain research & management: the journal of the Canadian Pain Society = journal de la société canadienne pour le traitement de la douleur. 6. 181-9. doi: 10.1155/2001/768501.
Cortesía de Muy Interesante
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